Trabajar pese al miedo: los rehenes de la pandemia

Vendedores ambulantes e informales trabajan cada día pese al coronavirus. La falta de recursos y la necesidad de llevar el pan a su casa fueron las principales razones. El miedo está intacto.

Trabajar pese al miedo: los rehenes de la pandemia

Por:Andrés Pujol
Periodista

La crisis por la pandemia de coronavirus sigue golpeando al mundo. Por supuesto, Mendoza no ha sido la excepción y, en medio de la dramática situación hay quienes nunca dejaron de salir a ganarse el pan a la calle. Pasando desapercibidos entre la gente, y hasta ignorados en algunos casos, ahí están los vendedores ambulantes o informales: los invisibles de la pandemia que nunca dejaron de salir a la calle a trabajar. Porque no tienen otro remedio.

Alberto es diariero en la puerta del "Vea" del carril Godoy Cruz de Guaymallén, aunque también se dedica a otros rubros. En un mano a mano contó que nunca pudo dejar de salir a trabajar: "Los primeros días estaba con mucho miedo por todo lo que decían, después se calmó y ahora volvió con el pico de contagios", comenzó en su relato.

Con tres hijas, separado y una discapacidad a cuestas intenta todos los días "ganarse el pan". Para ello también cuida autos en la playa de estacionamiento del supermercado: "Un fin de semana me puedo llegar a llevar $1.000 y es lo que me tira, porque al diario ya no lo compra nadie", explicó.

Alberto se la juega todos los días en su trabajo.

Al mismo tiempo, cuenta que el puesto de revistas funciona casi como "gancho": "Con eso me dejan poner el auto y ando de flete para la gente grande que no vive tan cerca y le llevo la mercadería a su casa", sostuvo. "Muchas veces eso me ayuda un montón, pero con la pandemia y los números de documento para comprar acá viene la mitad de la gente y poco termino haciendo", dijo el trabajador informal.

Su día comienza temprano, termina tarde y no siempre está bien pagado: "Así como hay veces que te podés llevar más de $1.000 entre todos, otros días vengo a las 9 de la mañana, me voy a las 6 de la tarde y salgo con $200". Por último, contó que no recibió el Ingreso Familiar de Emergencia (IFE), pero que su ex mujer sí, algo que ayudó a sus hijas por lo menos.

Ver: Pandemia en Argentina: en dos meses cerraron 18.546 empresas  

Silvia y Rodrigo, compañeros desde hace años en la Feria de Guaymallén, explicaron cómo ha sido para ellos la llegada de la pandemia: "Acá nunca hubo cuarentena, hemos trabajado cada día desde que decretaron el aislamiento, pero siempre cuidándonos. La gente que viene a comprar es la que no toma conciencia, llegan de a varios, no respetan la distancia, no saben usar el barbijo y no nos cuidan", se quejaron.

La mujer que perdió a una hija hace ocho años, explicó que por muy poco tiempo recibió una pensión y que "un error en el sistema" hizo que no pudiera recibir el IFE. Mientras que el joven sí logró hacerlo y que le ayudó mucho a salir adelante.

Cientos de personas llegan todos los días a la Feria.

Ambos trabajan día a día en la carga y descarga de camiones, ella se dedica a la parte de logística y él es uno de los responsables de hacer fuerza cada mañana. "Empezamos a las 7 u 8, de ahí le metemos todo lo que podemos. Pero realmente, se está vendiendo un 30 o 40% menos, eso hace que cada día cobremos menos y que los patrones también quieran pagarnos poco", explicó Rodrigo.

Sobre la preocupación por contraer coronavirus, ambos explicaron que "cada día es más grande. Acá llegan camiones de todo el país, la mitad se cuida y la otra no. Nosotros estamos en contacto con el que viene de Formosa, como con el que llega desde Río Negro. El día que pase algo, acá cierran la Feria y se queda sin comer medio país", remarcaron de forma coincidente.

La preocupación por el contacto con camioneros está latente.

Ramón es un conocido vendedor de "rosquitos" de San Rafael, tampoco dejó de salir pese a la pandemia y contó su realidad: "Me quedé sin trabajo un par de meses antes de la pandemia. Sabía cocinar un poco y me mandé a hacer esto, porque de algo tenía que vivir", relató el comerciante informal.

Ver: El 25% de las librerías de Mendoza podría cerrar

El día comienza temprano en la mañana para él: "Desde las 6 ya estoy haciendo rosquitos y algunas tortitas, depende de cómo venga la semana. De ahí salgo, camino, dejo algunas docenas en los quioscos y me voy casa por casa a intentar que me compren algo", detalló.

Sus ventas no alcanzan los $1.000, "salvo que la gente recién cobre y ahí te pueden llegar a comprar un poquito más", añadió. Y contó: "La verdad que algunos días es desesperante, pero acá no queda otra que seguir saliendo porque tengo tres niños para darles de comer", finalizó.

El nuevo pastelero también indicó que logró cobrar el IFE: "Esto me ayudó un montón para poder comprar insumos y aumentar la producción de golpe, antes vendía la mitad y ahí metí un estirón para adelante", finalizó.

La situación de todos tiene algo en común: la informalidad y la inseguridad de no saber qué va a ocurrir. Lo único seguro es que pese a la pandemia que ayer registró 62 casos, 444 en total y 14 muertes en la provincia, ellos deben salir a trabajar todos los días. Es la diferencia entre comer y alimentar a sus familias, o no.

Esta nota habla de: