Estos templos religiosos cuentan, entre sus paredes, parte de nuestra historia. Una entrevista con una investigadora nos acompaña a recorrer el camino de las construcciones que nos ayudan a conocer quiénes somos y de dónde venimos.
Vestigios de arquitectura y fe: las capillas de Mendoza y su historia
En medio de nuestros sitios históricos, a la vera de las rutas del vino, en las calles de barrios centenarios o dentro de un cementerio histórico, aparecen pequeñas capillas que parecen detenidas en el tiempo. Silenciosos testigos edilicios de nuestra historia y la fe de nuestro pueblo.
Se trata de algunas construcciones modestas, a veces olvidadas, pero cargadas de historias y de patrimonio cultural. "Las capillas y oratorios son parte de nuestra memoria colectiva. No solo son lugares de culto: son hitos culturales y sociales que acompañaron el desarrollo de Mendoza desde la época colonial", explica la arquitecta María Jimena Vicchi, docente e investigadora de la Universidad de Mendoza y especialista en gestión e intervención del patrimonio.
Desde 2021, Vicchi dirige un equipo en el Instituto de Cultura Arquitectónica y Urbana (ICAU) que estudia estas construcciones levantadas entre 1861 y mediados del siglo XX. El proyecto busca comprender su valor espiritual y arquitectónico, pero también registrar el estado de conservación de un patrimonio que, en muchos casos, permanece vulnerable.
Ese año es un punto clave en nuestra historia. El terremoto de 1861 arrasó con gran parte de "la vieja" Mendoza y obligó a replantear una ciudad nueva. Las capillas cuentan parte de esa historia.
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Capillas que sobrevivieron al tiempo... y a los temblores
Las capillas más antiguas de Mendoza están en las zonas rurales. Una de ellas es la icónica Nuestra Señora del Rosario de Guanacache, del siglo XVII, y la de Barrancas, de fines del XVIII, donde los jesuitas dejaron su huella misionera.
También la capilla de Nuestra Señora del Rosario de Guaymallén, erigida hacia 1820, tuvo un rol fundamental tras el terremoto de 1861, cuando albergó al Obispado y a las religiosas de la Compañía de María.
Dentro de la Ciudad, la capilla histórica del Cementerio de Mendoza -construida entre 1898 y 1900- es la más antigua. Hoy está cerrada y a la espera de una restauración, pero sigue siendo una presencia silenciosa entre los mausoleos.
"Muchas de estas capillas han cambiado de entorno. Lo que antes era campo, hoy está urbanizado. Sin embargo, siguen siendo puntos de referencia para su comunidad", señala Vicchi.
Pese a las construcciones antiguas y los distintos sismos que han tenido que sobrevivir, las capillas siguen en pie, contando parte de la historia de la provincia.
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Espacios de fe e historia
Algunas fueron escenario de momentos clave, como la capilla del Sagrado Corazón en El Plumerillo -cuya fotografía ilustra la introducción de esta nota- , donde el Ejército de los Andes se adiestró y el general San Martín asistió a oficios religiosos en 1816.
Otras se convirtieron en el corazón de barrios, colegios y hospitales. "Después del terremoto (de 1861) y a lo largo del siglo XX, las capillas fueron mucho más que templos: fueron centros educativos, de asistencia social y sanitaria. Muchas comunidades nacieron alrededor de ellas", explica la especialista.
El estudio del ICAU identificó más de 30 capillas y oratorios en el Gran Mendoza. El 60% cuenta con algún tipo de protección legal, pero muchas carecen de declaratoria patrimonial. "Eso las hace vulnerables al abandono o a intervenciones inadecuadas", advierte Vicchi.
Comunidad, nostalgia y futuro
La mayoría de las capillas sigue activa, aunque en algunos casos con puertas cerradas al barrio, por razones de seguridad o cambios en la religiosidad social.
"Hubo una etapa de desacralización en la segunda mitad del siglo XX, pero hoy vemos una lenta reapertura. Hay comunidades que sueñan con volver a ingresar a la capilla de su barrio", comenta la arquitecta.
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Los estilos arquitectónicos también narran la historia de Mendoza: del neoclásico tardío de fines del XIX, al neogótico y neocolonial de las primeras décadas del XX, hasta las líneas del movimiento moderno en los años 50.
Muchas llevan la firma de arquitectos como Daniel Ramos Correas o Raúl Jacinto Álvarez; otras son anónimas, pero todas guardan un lenguaje de fe en sus paredes de adobe, ladrillo o piedra.
La valoración comunitaria sigue viva. Según una encuesta realizada por el equipo de Vicchi, el 90% de los consultados manifestó interés en conocer estas capillas, no solo por motivos religiosos, sino también históricos y turísticos.
Y, en algunos casos, su vitalidad se mantiene gracias al esfuerzo de los fieles: son ellos quienes, con colectas y voluntariado, sostienen el mantenimiento y las fiestas patronales.
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Un patrimonio que merece ser contado
Más allá de las estadísticas, hay una transmisión de emociones que atraviesa el relato de Vicchi. Hablar de estas capillas es hablar de la Mendoza profunda, de las devociones populares en Guanacache, de las peregrinaciones en los departamentos, de la Virgen de Urcupiña venerada por la colectividad boliviana y su descendencia.
"Las capillas son parte de nuestra identidad. A veces creemos que la fe se perdió, pero no es así; está latente, esperando un espacio de encuentro", concluye la arquitecta.
Quizás por eso, cada vez que una de estas pequeñas iglesias vuelve a abrir sus puertas, no solo se recupera un lugar de culto. Se recupera una parte de la memoria viva de Mendoza, una huella de historia, arquitectura y fe que sigue resonando, suave y persistente, en el corazón de su gente.
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