Que esta vez suene la hora de las ideas y el coraje

Uno de los debates históricos mendocinos es la carrera, paralela en algunos tramos pero siempre áspera, de Emilio Civit y Julián Barraquero en la arquitectura de la Mendoza actual.

Que esta vez suene la hora de las ideas y el coraje

Por:Jaime Correas

"Historia, émula del tiempo, depósito de las acciones, testigo de lo pasado, ejemplo y aviso de lo presente, advertencia de lo porvenir..."

Miguel de Cervantes, Quijote, I, IX

"El mendocino por naturaleza, ha sido y es, fundamentalmente, un empírico que confía en su prudencia para resolver toda clase de problemas. Por cierto que este empirismo no constituye un puro oportunismo inmoral. Por el contrario, sujeta su conducta a grandes principios guiadores, pero siempre rehúye a lo exageradamente ideológico o reglamentarista. Su pragmatismo le enseña que, con pocas normas fundamentales, que respondan a buenos principios, nunca demasiado revolucionarios, puede desarrollar seguro su accionar, y, en los casos poco claros, la buena y circunstancial conveniencia lo guiará para deslindar lo complicado"

Dardo Pérez Guilhou, "Ensayos sobre la historia política institucional de Mendoza"

El epígrafe del Quijote que inicia estas líneas lo exhibió desde su fundación la revista "Todo es Historia", la máxima tribuna de difusión histórica con que ha contado la Argentina. Félix Luna, su director y motor, consiguió una proeza en el país de los enfrentamientos, convirtiéndola en un espacio donde se excluyó lo faccioso con un método infalible, debido a su fundador: la diversidad y la tolerancia. Por sus páginas pasaron las firmas más antagónicas y los temas más disonantes, pero Luna tuvo la sabiduría y la altura moral para hacer de su revista una bocanada de aire fresco en un contexto siempre afecto a la exclusión del oponente.

Lo interesante es seguir la idea del Quijote para comprender que el conocimiento histórico es un activo para un gobernante y de ahí la importancia de que las mujeres y hombres de estado cuenten con formación en ese sentido. Para ello son muy necesarios los trabajos que se van produciendo desde los ámbitos historiográficos y también desde la prensa.

Uno de los debates históricos mendocinos es la carrera, paralela en algunos tramos pero siempre áspera, de Emilio Civit y Julián Barraquero en la arquitectura de la Mendoza actual. Su análisis quizás nos sirva para echar luz sobre el presente y, más crucial, estar advertidos para el porvenir como nos propone Cervantes. La primera curiosidad es que en las valoraciones de Civit hay dos grupos, con excepciones como siempre. Quienes se centran negativamente en sus excesos en el ejercicio del poder y quienes basan su elogio desmedido en su indudable obra de hacedor. Falta muchas veces la síntesis, aunque también las hay, que conjugue esas dos características e incluso concluya qué fue más determinante y guíe su valoración final.

Ver: Quincho: La "liga" Anti Cornejo, y el cierre afiebrado de los frentes

El caso de Barraquero es opuesto, porque quienes se ocupan de su figura, en general, no tienen más que elogios a su derrotero. La razón parece evidente: no tiene obras concretas de gestión en su trayectoria. Todas las suyas son en el orden de las ideas, aunque es innegable que ellas luego incidieron en los logros fácticos de otros. O no. Eso es lo que quizás debería buscar una síntesis de análisis. ¿Los logros ideológicos, de filosofía jurídica, de arquitectura institucional, produjeron avances o frenos a las concreciones? Lo más seguro es que ambos, con lo cual sería muy interesante poder sopesarlos y valorar qué platillo de la balanza pesó más.

La familia de Julián Barraquero.

El dueto Civit-Barraquero tiene un parangón aproximado a nivel nacional en Sarmiento-Alberdi. Los primeros de cada par pueden exponer obras de gobierno, realizaciones, avances en sus gestiones, mientras que los segundos están más circunscriptos a los diseños institucionales, en cuyos marcos se desarrollaron aquellas concreciones. Los segundos, Barraquero y Alberdi, sea dicho con justicia, son más equiparables. Sarmiento es un punto intermedio, quizás, porque es indudable su vocación de pensamiento pero también tiene realizaciones desde la presidencia y desde otros cargos que lo asocian a Civit. Y matizado con justicia, Civit, del cual no se conocen escritos sobre su pensamiento, es de los cuatro el hacedor por excelencia, si se considera no sólo lo hecho en Mendoza en cuanto a modernización sino también en su paso por el Ministerio de Obras Públicas de la segunda presidencia de Julio Argentino Roca. Sin pretensión de exhaustividad pensemos en el Parque General San Martín con todas sus implicancias y su proyección hasta el presente y en que también, entre muchas realizaciones, dotó de agua potable en su paso por la Nación a nueve provincias argentinas y amplió la oferta en la Ciudad de Buenos Aires. Son inocultables, sin embargo, sus excesos en el manejo del poder provincial, algunos casi caricaturescos.

Emilio Civit y su familia.

Civit y Barraquero nacieron el mismo año, 1856, y tuvieron carreras divergentes. Barraquero se recibió de abogado en Buenos Aires en cuatro años y escribió su tesis doctoral que fue fervientemente atacada desde la prensa por el propio Sarmiento en 1878, lo cual corrobora su dimensión. Civit, que a los 11 años fue enviado a Buenos Aires a seguir sus estudios, también estudió abogacía pero nunca se recibió, absorbido por diversas funciones públicas. Cuentan, sin embargo, que cuando fue ministro de Roca escribía de puño y letra los proyectos con sus contenidos legales y la evaluación económica.

Ambos personajes, así como se deben haber cruzado en las aulas porteñas de abogacía, siguieron carreras paralelas que los llevaron a estar muy enfrentados. Le tocó a Barraquero en 1916 poner freno a los excesos de Civit, luego de que en ejercicio del poder fáctico llevó adelante las reformas constitucionales de 1900 y 1910, en las que de manera escandalosa concentró en el Ejecutivo la suma de las decisiones.

Pero vale la pena poner el foco en la reforma de 1895, porque es ahí donde se cruzan de modo más interesante las carreras de ambos hombres de estado. Por un lado, los grandes inspiradores de esa reforma, que los especialistas Dardo Pérez Guilhou y Carlos Egües no dudan en caracterizar como fundacional y base de la de 1916 que todavía está vigente, fueron Julián Barraquero y Manuel A. Sáez. Egües ha escrito en su "Historia Constitucional de Mendoza. Los procesos de reforma" (2008): "Como podrá advertirse de esta larga enumeración, prácticamente toda la estructura institucional del Estado provincial, que aún hoy subsiste, fue consagrada por la Constitución de 1895. Es en este sentido que le atribuimos carácter fundacional. Más aún: como luego veremos, las sucesivas reformas de 1900 y 1910 alteraron en algunos aspectos dicha estructura y, en general, la Constitución de 1916 no hizo más que volver a ella."

Lo significativo es que la decisión política en 1895 la pusieron los Civit, Emilio, que fue constituyente, y su padre Francisco que presidió la convención. ¿Qué sucedió para que se juntaran y tiraran en yunta la calidad del pensamiento de Barraquero y otros juristas, que proponían el equilibrio de poderes, y los "dueños" del poder, que luego aspirarían a la concentración? Es curioso lo sucedido porque una vez que Emilio Civit ejerció el mando llevó adelante dos reformas muy cuestionables en 1900 y 1910, que apuntaron a concentrar en un Ejecutivo fortificado la suma de las decisiones. Pero, como apunta Egües, en 1916, en poco tiempo, todo volvió al buen cauce gracias a la tarea de Barraquero que aún hoy se elogia.

Hay un hueco que sería interesante llenar en los estudios constitucionales, al menos en las obras consultadas: ¿quién fue el inspirador de cuatro pilares de Mendoza creados en la Constitución del '95 que llegan hasta hoy con su enorme aporte: el Departamento General de Irrigación, la Dirección General de Escuelas, la Suprema Corte de Justicia y el Tribunal de Cuentas? Cristina Seghesso de López Aragón en su "Historia Constitucional de Mendoza" especula que este último fue inspirado por Julián Barraquero. Y además aclara que aun cuando estaba en el texto de 1895, el Tribunal de Cuentas nunca se concretó, no fue considerado en las de 1900 y 1910, y sí restituido y llevado a cabo a partir de 1916. Siguen sin paternidad clara el agua y la educación, dos temas claves, pues es probable que a la cabeza del Poder Judicial aplique lo sugerido por Seghesso para el Tribunal de Cuentas.

La conclusión parcial que se podría aportar es que la Constitución de 1895 no hubiera sido posible sin cabezas como las de Sáez y Barraquero, entre otras, porque curiosamente la reforma se había iniciado sin terminar de concretarse en 1868, ¡26 años antes! Este detalle intensifica lo determinante de la decisión política encabezada por los Civit que estuvieron dispuestos a modernizar la Carta Magna con equilibrios, novedades y sabidurías no existentes en la inspirada por Alberdi en 1854. Incluso Pérez Guilhou considera una "desilusión" lo que la reforma de 1895 plantea para el régimen municipal, con lo que habrá que esperar hasta 1916 para dar el gran salto en ese otro aspecto esencial. Lo que desde hacía casi tres décadas los pensadores consideraban necesario de reformar se hizo por el empuje político de Francisco y Emilio Civit, sobre todo de este último, que detentaban en ese momento el control de los gobiernos de familia imperantes. Luego Emilio hizo de las suyas dando marcha atrás en muchos aspectos en las reformas del 1900 y 1910. En 1916, ya producido el ocaso de Civit, el gran hacedor que moriría en 1920 en la pobreza tras haber sido un hombre poderoso económicamente, Barraquero pudo volver a lo que entre ambos habían hecho en 1895. Lo descripto permite alentar la hipótesis de que las reformas "malas" de Civit fueron más los manotazos de ahogado de un hombre que estaba perdiendo el poder que cerrojos infranqueables hacia el futuro. Le permitieron terminar su ciclo lo mejor posible, pues en 1913 y 1918 fue derrotado electoralmente. Justamente él, que había sido el gran elector. Como en tantas otras oportunidades las obras concretas supervivieron a los protagonistas de un tiempo, con sus grandezas y bajezas. De hecho ni Irrigación ni la Dirección de Escuelas fueron tocadas en las reformas "malas". Incluso un retoque hecho en Irrigación por Civit en el control del organismo sobrevivió hasta la actualidad, lo cual muestra su "bondad".

Hoy, Mendoza y la Argentina se encuentran frente a desafíos excepcionales que ojalá cuenten con protagonistas que aúnen los méritos de Civit y Barraquero, de Sarmiento y Alberdi, es decir obras e ideas, pero también inteligencia, creatividad y, sobre todo, mucho coraje. Son virtudes que no abundan demasiado en un tiempo bastante mediocre y muy propicio para pusilánimes, ignorantes, gritones y traidores.