Mi manual de adoctrinamiento político

"El mínimo criterio pedagógico indica que debo buscar un tema de actualidad para que haya una motivación real para debatir -un tema que inspire polémica- y trabajar en cómo se argumenta".

Mi manual de adoctrinamiento político

Por:Sebastián Henríquez
Profesor de Lengua y Literatura. Ex secretario general del SUTE.

Debatimos adoctrinamiento escolar en un país donde la mayoría votó exactamente lo contrario de lo que supuestamente se venía "adoctrinando" en las escuelas en las últimas décadas. Qué raro, ¿no? Se pone en debate un adoctrinamiento fracasado como si fuera un peligro inmediato.

Pensé entonces que podía ser útil sincerarme como docente y develar el mecanismo oculto, imperceptible y rastrero por el cual se puede adoctrinar en la escuela, pero con cierta sutileza. A los docentes les puede servir para adoctrinar con más cuidado de su fuente laboral y a los protectores bien intencionados les puede servir para afinar su puntería. Todos ganamos.

Acá voy. Soy profesor de Lengua y Literatura. Supongamos que debo trabajar con los chicos los siguientes contenidos: "Texto argumentativo / El debate". El mínimo criterio pedagógico indica que debo buscar un tema de actualidad para que haya una motivación real para debatir -un tema que inspire polémica- y trabajar en cómo se argumenta. No sólo eso, sino poder identificar cuándo alguien, a través de cualquier tipo de discurso, está intentando convencerme y, de esa manera, hacer un esfuerzo (no siempre tan ontológicamente fácil como se afirma ligeramente) para distinguir entre información y opinión.

Una hermosa oportunidad para adoctrinar sobre lo que yo pienso, se habrán dado cuenta. Así procedo: en un primer momento, saco el tema y pregunto por las posiciones de ellos/as (por ejemplo, uso algún material audiovisual interesante). Si el tema fue bien elegido (legalización de drogas, ley de IVE, perspectiva de género, etc.), aparecerán posiciones distintas que iremos registrando.

En un segundo momento, acerco un texto con una de las posiciones posibles y apunto a que identifiquen justamente la tesis del texto y los principales argumentos. Por ejemplo, alguien en contra de la legalización del consumo de cualquier sustancia psicoactiva. Terminado el abordaje de ese texto, les presento otro con la posición contraria.

Hasta acá, cada vez que surgen posiciones, evito opinar. Solo vigilo que todos puedan decir lo que piensan, me concentro en que no menosprecien posiciones de nadie y trato de guiar con preguntas a quienes opinan en la clase para que desarrollen lo mejor posible lo que dicen. Es decir, que los argumentos crezcan y mejoren en el debate. Como si fuera una democracia, o como me enseñaron a mí que era la democracia cuando me adoctrinaron a su vez en mi escuela.

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Si hice bien las cosas hasta acá, ocurren las siguientes cosas: 1) los argumentos mejoran, porque se escuchan y debaten. Incluso, en algún caso, dudan de la posición original, o tal vez la matizan, incorporan grises y excepciones y 2) me preguntan a mí qué pienso yo del tema. Este último punto me genera cierta ansiedad, lo admito. Si llego a ese momento, siento que tengo una única oportunidad de ser claro y preciso con mi pensamiento. Podría no responder, pero si no lo hiciera, perdería su respeto porque los conduje a través del desafío de exponerse e incluso confrontar con sus ideas por lo que estaría mal que yo mismo no supiera hacer lo que intenté generar en ellos: defender una idea y a tolerar otra. Así que me expreso (solo si me preguntan). Y si me preguntan es porque he construido confianza.

Si todas estas cosas suceden como las estoy describiendo, habré logrado lo más importante de todo, lo que sostiene una larga carrera del pensamiento científico, crítico, humano y base de cualquier "libertad": de omnibus dubitandum, duda de todo.

Los casos del mal llamado "adoctrinamiento" docente que solemos conocer en medios de comunicación suelen ser grotescos. Vemos videos filmados por estudiantes escrachando a docentes enojados con los estudiantes mismos por sus ideas políticas, o enfrascados en un monólogo furioso. Es decir, allí no hay confianza. Pero menos hay adoctrinamiento, porque el potencial adoctrinado no asume ninguna idea de quien le está vociferando. En esa escena, alguien se confundió y creyó que su deber (porque suele ser bien intencionado) era combatir las ideas de sus estudiantes en vez de guiar un proceso para ponerlas en duda y, por qué no, las propias. Hay un desencuentro pedagógico, y luego un poderoso aparato comunicacional que se solaza en el consabido "¡¿Quiere alguien pensar en los niños?!".

Por supuesto, no es tan fácil como lo hago parecer. ¿Cómo reaccionar cuando entrás a un aula y hay una cruz esvástica pintada en el pizarrón como si nada? Es difícil no querer pegarle cuatro gritos al pibe que juega con cosas que suponen tanto horror. Me ha pasado varias veces. ¿De dónde viene ese adoctrinamiento? Juraría que no de la escuela.

No hace falta ser docente, por cierto, para adoctrinar en una escuela. Yo no podría hacer en un acto ni en un aula lo que nuestro presidente actual hizo recientemente en un acto escolar que usó como plataforma para un monólogo en el que nadie podía realmente disentir. Allí se utilizó una clara posición de poder y ventaja, porque ¿se puede sumariar al presidente como sin duda se haría un sumario a un docente si hiciera lo mismo en un acto? Hay docentes sumariados y escrachados por palabras alusivas en actos escolares. El presidente mostró que no es una cuestión de adoctrinamiento, sino de poder. El presidente puede. El docente, no. Fin del comunicado.

En 20 años de docencia he dicho siempre lo que pienso y jamás tuve miedo a un escrache de mis estudiantes. Mi modesto esfuerzo no prioriza cambiar lo que piensan sino provocar que se lo cuestionen y que siempre estén dispuestos a revisar lo que han escuchado. "Hay más cosas entre el cielo y la tierra de las que caben tu filosofía, Horacio" le tiró Hamlet a su amigo por la cabeza. Hoy, lamentablemente, mi modesto manual podría no ser suficiente para evitarme una censura o persecución. Porque es claro que se quiere usar como excusa lo del adoctrinamiento para directamente prohibir el debate. Se censuran temas en sí mismos y parece que solo podremos hablar y repetir lo poco que no hay en duda, para no correr el riesgo de ser incinerados. En este mismo momento, en California, hay cientos de libros prohibidos en las bibliotecas escolares, como los de García Lorca. Esto, en el Estado que probablemente produce más pornografía en occidente.

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Cómo escribió Cortázar frente al retrato de Enrique VIII, "su moraleja es así: «No hay tercera dimensión, la tierra es plana, el hombre repta. ¡Aleluya! [o VLLC]». Quizá sea el diablo quien dice estas cosas, y quizás tú las crees porque te las dice un rey."