Crónicas del subsuelo: Rispiro y la Baronesa

Crónicas del subsuelo: Rispiro y la Baronesa

Por:Marcelo Padilla

El problema surge donde pregunta amainada con tirantes, agarrada de las crines -como toda pregunta que galopa-, larga su primer signo de interrogación, como una hoz del partido comunista: el puntito es el problema, que deja a la hoz sin martillo y la convierte en signo. ¿Será para cegar los campos que ya no tienen sus mechas crecidas? Luego de la fumigación donde quemaron los pastos, el aliento de las casas en humareda permanente, pelecha, en los canteros con enanos de yeso que se cagan de risa. Están de tripa. Los enanos hacen la suya en ese jardín con el honguito a lunares. Rispiro es el más chico de los enanos, y tiene una poronga más larga que su altura, lo cual representa un problema en la cuadra porque la viejas y los viejos (éstos miran pispiando esa infernalidad) se llevan la instantánea, y la cuentan. Rispiro es amarillo y el único que puede moverse entre los siete enanos del jardín, arrastra su cosa de aquí para allá y los demás quietos, clavados a la tierra, una pena verlos así, si todos estuvieran en la misma, vaya y pase, pero ver a uno de los siete que puede moverse como un ciudadano, da cosita. No critico al enano Rispiro por sus dones, lo que digo es lo que falta, esa ausencia de movilidad de los otros seis enanos, despintados por el tiempo.

El libro del año se lo gana el más vivaracho al vestirse de seda, la seda va con cualquier prenda, combina, cae bien a los exquisitos y a los pobretongos, la seda viste. Y el libro, por más que sea lo que sea, está vestido de seda, lo que contiene el libro no lo sabe nadie, solo el que lo escribió y el jurado, que vestido de seda, junto al afamado tribunal, se lo rompen en la cara al del segundo puesto. Desde ahí que no se realiza una convocatoria en Sediciones Obturales, la oficial, porque la clandestina sortea a las doce de la noche. Y en Chacarita tengo a un tío con un jardín que mi tía cuida como a un enfermo. Ellos saben jugar a la clandestina. Los enanos los puso mi tío, pero solo seis, el amarillo, pobre, lo trajo la tía porque se lo regalaron para las fiestas el año pasado, y lo que me cuenta de lo que hace Rispiro con los otros seis, no se puede creer.

Está bien tía, son seis enanos normales, te entiendo, ahora, al amarillo, podrías venderlo, como acompañante o algo así, no sé, armar un espectáculo con el enano y cobrar, ahora que todo anda mal... la gente se las arregla como puede, si al enano lo agarra un buen productor nos hacemos millonarios tía, y nos vamos a Europa de una buena vez, eso sí: con el Rispiro de frac, a triunfar en el viejo mundo. No sé, yo me lo imagino en un escenario sentado en un banquito alto, solo, en un teatro, de traje y contando sus anécdotas en el jardín, la vida del jardín y los problemas que tienen siete enanos donde uno solo se mueve y los otros no, como un testimonio tía, no sé, que diga de entrada que tiene un problema además, si eso es normal ahora, tía, todos se desnudan, el Rispiro además es un enano de jardín, ¿a quien le puede caer mal que se mande una porno en el escenario? Digamos que el enanos es holandés y que allá los enanos hace rato se dedican a la pornografía, después de la eliminación de los circos, la pornografía es lo que más garpa tía, es un enano, no te enrosques.

Rispiro come ratas. Se alimenta de ratas de la cuneta. Allá no le dicen cuneta, pero a las ratas, sí le dicen ratas. Tampoco tienen cunetas, pero ponele que es un lugar parecido, no sé, un cantero, eso, Rispiro sale hasta el cantero y come ratas. Tal vez por eso el bicho haya crecido, por la proteína de la rata, y eso ni idea la tía, cuando lo trajo. Se lo dieron engualichau se lo dieron, me contó mi tío, que no se lo banca un metro al enano. Le tiene celos me parece, si el tío siempre fue así, celoso de cualquiera, ¿pero del enano?

Se abre el telón:

La luz enfoca al banquito en el escenario. El teatro está lleno, en la puerta la policía reprime fuertemente a las Damas Pro Gloria del seminario Las Maratones del Santo de la Espada. Se viralizan los videítos, Rispiro sale al escenario pero desde arriba, con una soga que atada de su poronga lo deja colgando como a un artista internacional, la gente se rompe las manos, afuera se rompe todo y las puertas del teatro arden de fuego por las bombas que arrojan las Damas. Rispiro concentrado no sabe ni escucha nada de lo que afuera acontece. Los espectadores, alienadísimos, tampoco. Mega frac party.

La Baronesa del condado da la orden y hace que se retiren todos los presentes. El teatro se vacía porque a la Baronesa se la respeta. Las Damas de afuera fueron dispersadas y llevadas en carretas hacia sus estancias. El teatro con una sola luz, la Baronesa y Rispiro, los dos solos, se miran fijamente, Rispiro no entiende un carajo. Solo le dice: "yo no soy alemán", a los tiritones.

-Y a mí, qué me importa-, le contesta la Baronesa

A la tía y al tío no les dije nada del bardo. Solo que hubo unos problemitas con unas fans afuera, pero que todo fue de maravillas. Todo vendido. Después de aquella función me junté a solas con la Baronesa y le propuse que, si lo quería a Rispiro, se lo podía vender, le pedí un teléfono nuevo a cambio, un celular de última generación, para agrandarme y me diga que no, que es mucho. La Baronesa se cagó de risa y se pidió el segundo séptimo regimiento. Lo tomó de un sorbo. Yo me terminé mi cafecito. Y también la soda del vasito. Tenía un cagazo bárbaro... Baronesa.

La vida de Rispiro deambuló entre pulperías y discos drags, en las buenas. En las malas el enano hacía la gorra, en la puerta de las galerías, cuando podía se colaba en algún espectáculo, y en la entrada Rispiro y su obra del ventilador, que era la más fácil para hacerla callejera. Las otras no, porque requerían producción y tiempo. Baronesa lo tenía esclavizado con esas funciones. Lo hacía laburar a destajo, Rispiro terminaba agotado como un cantante de cumbia a las 9 de la mañana luego de ocho funciones. Una noche en un barcito, mientras Rispiro se tomaba un ron esperando largar su función, aparecieron los otros seis enanos, todos juntos atados con una soguita para que no se escapen. Ellos estaban contentos de ver a Rispiro en pleno éxito de estanterías, por el contrario, a Rispiro le cayó mal, tenía miedo que se la cagaran a la función cuando se pusieran en pedo sus compinches de jardín. Pa qué. Tal cual, los seis enanos sentados en una mesita se tomaron un cajón de birra, y empezaron a hacer chistes en voz alta, a las carcajadas. Rispiro se desconcentró, empezó a engranar y con el cable del mic acogotó a uno, lo dejó quebrado en el piso, los otros cinco empezaron a correr viendo la cara de loco del enano Rispiro. La policía lo alcanzó a las tres cuadras, los otros enanos se habían metido por debajo de una acequia y no se los vio más, a Rispiro lo encanutaron en un calabozo por dos noches. No tenía abogado, la Baronesa dormía en su falansterio con el teléfono apagado. Yo, a mi tío y a mi tía, no les dije nada, por las dudas.

Marcelo Padilla