Crónicas del subsuelo: Las luchas por el salame

Crónicas del subsuelo: Las luchas por el salame

Por:Marcelo Padilla

Bajo una ola de viento arenoso los Tehuelches se abren paso ante la imperturbable mirada de los vecinos. Por las ventanas, corriendo las cortinas para otear la sospecha -acá la batalla pintaba definitiva- el búho anuncia a lo cancerbero las delicadas fibras de esa muerte invisible que cubre los gestos y las facciones. La pandilla de Dany La Muerte agazapada en las tolderías, armada de cuchillos y salames bastón para la refriega. Los tehuelches se la tenían jurada luego de aquella noche en la ruta cuando se cruzaron a la altura de Luján hecho canal de Suez por 5 días y 23 noches. De oficio... El Celebrante es anoticiado en su pensión mientras prepara un café de la jarrita intentando sacar unas cucarachas que flotaban junto a unas moscas decapitaditas por vaya a saber qué bicho de la zona. Eligió meditar al ser avisado y tomarse el feca con un puchito antes de salir a las corridas, como otras veces lo hizo... sin tener buenos resultados, actuando por reacción. Esta vez decidió reflexionar y tomar la mejor decisión posible dadas las circunstancias poco comunes en la turba. El sol sale y al ratito se esconde. La tormenta eléctrica de la noche anterior ha dejado a los caseríos aguachentos, con bordes de barro desgajándose hasta formar una base de limo firme en los pies de las casillas que al menos le permitieran al vecino quedarse adentro sin que se le caigan las chapas. Pero el viento iracundo venía con los Tehuelches desde el norte, a todo ritmo y vapor, con el traqueteo de las motos formando un águila negra en la ruta en alineación de combate, destellos dorados de oropeles en las camperas chipeadas refractando a las nubes huidas por el viento, como sabiendo lo que se venía. Al entrar por la boca del bosque que tima la noche con sus aspas de pinos chicoteros sobre las calvas manchas de petróleo, los Tehuelches decidieron atacar de entradita nomás. Para combatir el status quo, el prendedor principal inicia la batalla formalmente con la quemazón de dos peluquerías y siete perfumerías que guardaban los olores más concentrados se hayan conocido. El pueblito se destacaba por su afrancesamiento alvearizado en sus vestimentas y el hedor tradicional de los pozos de acumulación de lácteos a través del estrujamiento de vacas. Más aún: si recordamos la historia de quien le pasara los datos a diestra y siniestra para convencer a las autoridades de su inminente dimisión. Sin embargo, Dany da la orden de pichiciegos y la pandilla se esparce por las catacumbas de tierra controlando los pasos de arriba cuando ya los tehuelches habían estacionado sus motos en forma de águilas. Los arpones, la ametralladora siciliana del tanito rufián intacta para decorar paredes, arriba y debajo de la tierra dos bandos buscándose para coronar un suplicio de años que mantuvo en vilo a las comarcas de la periferia, entretenidos en guerritas de iorios por la húmeda pampa.

La lucha es desigual por la condición de visitante de los Tehuelches, de local empataron cero a cero y no hubo muertos, algunos heridos quedaron tullidos y sin brazos, otros perdieron orejas y el enfoque por el gas; y el rocío de la mañana les quemó la vista. Garúas ácidas que no dejaban cicatrices, sin muertos pero con muchos fallados. La pandilla de Dany se pierde en los túneles por el aguacero y ceden algunos pozos por la presión de las motos desde arriba que diezman la firmeza. Abajo los cuchillos en punta y las estacas armadas para el entierro inmediato. Con un bastón de salame artesanal dan la orden de chucear, empezando por las farmacias que atienden 24 hs. Los de Dany le metían y metían cuchillo a la tierra desde abajo ensartando a cuanto humano sintiera el tajo. En el goteo de la sangre Dany chupa el primer chorrito de un Tehuelche embadurnado como un pingüino, pero con sangre opaca, como ocurre con los tigres de bengala en el estiazo abriéndoles el pecho, rajándoles el cuerpo de punta a punta hasta ver el brote de chinchulines, hígados y páncreas rodando por la carmenza. La pelea en definitiva era por la hechura de los salames, unos acusaban a otros de industrializarse, alguno de los dos mentía. Como la lucha en el puerto contra los del bajo de Alvarado, la guita es del mercader siempre que haya barco cargando y a menos vaya el que tira el yeso antes de la curación definitiva. Así, los Tehuelches fueron cayendo lentamente hasta desangrarse en las arenosas tierras de Venado Tuerto donde el astrolabio vinchuca la herida hasta callar el grito con la garúa de ácido que sobre las caras resbalan dejando cercos y profundas cavidades hasta vérseles los huesos de la cara. El cinismo de Dany La Muerte, la crueldad para retorcerles los brazos y dejarlos colgados a los pararrayos sin articulaciones hechos polvo de calcio por dentro, circulando por la sangre astillitas de batalla grasosa de salamín manual pa que vean lo que es la patria, carajo.

Los cincuenta Tehuelches que vinieron a la zona de Los Toros con Parkinson se vieron desbordados por los embelecos de la pandilla, sin embargo, uno de ellos se acordó de lo que le dijo Dany junto a su mascota aquella noche, -: "cuando me mires a los ojos ya estás muerto", sintiendo el pinchazo en la panza del cuchillo del líder de la pandilla, haciendo un pocito como si tuviera un destornillador hincando en la herida hasta traspasarlo por la espalda. Así huyeron por la hondonada luego de cruzar los bosques de acacias y los eucaliptos sin trompitos, dejando el aura a la altura de Agua de las Avispas donde monjita 1 supo entrometerse con el juez para liberarse de los diapasones que le supo llevar de regalo el Tehuelche curtidor de bondage, vestido de dominatriz con los labios pintados de negro, un Tehuelche oscuro y darky que quería arremeter contra Dany en una cuerpo a cuerpo. Quedaron solos en la tediosa llanura mirándose frente a frente como dos caballeros en un duelo. Pija dulce salió de un pozo séptico y estableció las reglas, poniéndolos de espaldas. Dany y el Tehuelche súper numerario caminaron diez pasos y Pija dulce con atención cortándose las uñas con un alicate, medio ido por el whisky anterior, resacoso, horripilar aliento amanecido en un cuerpo tiritando por los vientos del sur en plena llanura poceada por las lluvias. Los dos se quedaron de frente, mirándose a veinte pasos de distancia. Dany carbura su "estado de previa" para la matanza. El Tehuelche se rasca un testículo por cábala y pierde tiempo. Dany le tira el cuchillo como un arponcito letal a la altura del vientre, el Tehuelche siente el pinchazo y dice: "ay, me la diste, cabrón". Dany brinca de alegría como un niño, el Tehuelche llora y dice "tengo miedo tengo miedo tengo miedo no me dejen solo". Llegan tres Tehuelches llorones a protegerlo y le hacen masajitos en los pies, el Tehuelche súper numerario se ríe como un bebote chancho y se lo llevan con un chupete de salame a cococho. Dany da la orden de prender el fuego para quemar bichos en pelo, todos, de ambos bandos se abrazan y cantan la valkiria del conurbano con toques sibelianos. Se funden en un asado a cielo abierto. Arman la taba sobre el terregal y el sol le deja paso a la próxima tormenta eléctrica.