Crónica de una tarde nefasta

Los que anticiparon una Superfinal apocalíptica tuvieron razón. El fallido partido entre River y Boca desnudó nuestra sociedad como nunca antes.

Crónica de una tarde nefasta

Por:Emanuel Tristán

 Sábado, 10 de la mañana. El sol pega fuerte en Argentina y la ansiedad ya cala hondo en cada una de las calles de nuestro país. Hay en el ambiente una tensa calma y una expectativa mesurada de cara a un evento mundial único y sin precedentes. La mesa está servida para vivir una fiesta extraordinaria.

Viernes, en algún momento. La Policía Federal le secuestra a la barra de River unas 500 entradas para los Borrachos del Tablón junto con 7 millones de pesos. Las mentes violentas vieron violada su impunidad y empiezan a pergeñar un plan de odio y destrucción que minará la ilusión de todos.

De nuevo sábado, 15 horas. El micro que traslada al plantel de Boca es "entregado" por el (in)operativo policial. La unidad atraviesa una avenida y se dirige a la boca del lobo. Al ingresar en calle Monroe se encuentra con una turba iracunda de hinchas de River armados con cual objeto contundente había y durante una cuadra el recorrido se convierte en caos.

Sábado, poco después. Ya en el Estadio Monumental se empiezan a conocer las consecuencias de la barbarie. El colectivo tiene varias ventanas reventadas. El chofer se descompensó y no ocurrió una tragedia de casualidad. La Policía reprimió tarde y mal, y el gas lacrimógeno se coló entre los asientos. Hay jugadores descompuestos, sin poder respirar. Algunos se apuran en entrar al vestuario para vomitar. Pablo Pérez y Gonzalo Lamardo presentan cortes por las esquirlas. Al capitán se le metió un vidrio en el ojo y más tarde le dirán que tiene una úlcera en la córnea. El camarín visitante parece un hospital de guerra, con tipos tirados, sollozando y embroncados porque solo querían jugar una Superfinal.

Sábado, 17 horas. Era el horario estipulado para el inicio de la fiesta. En este momento los ojos del mundo debían estar enfocados en el campo de juego del Monumental, con 22 deportistas corriendo atrás de la pelota y definiendo un futuro deportivo que nunca sería igual después de esto. Pero no. El césped está vacío. Afuera de la cancha los violentos siguen destruyendo todo a su paso y generan disturbios. La incertidumbre gana la escena y la Conmebol anuncia que el juego pasa para las 18 pese a que no hay garantías.

Sábado, 18 horas. La bomba de humo es recargada y ahora la Confederación avisa que el partido va a las 19.15. Ya nadie les cree. Pablo Pérez es atendido en la clínica Otamendi y junto con Lamardo se retira con el ojo vendado. El referente solo quería estar presente en el partido más importante de su vida.

Sábado, 18.25 horas. Vuelven los jugadores lastimados al estadio. La Conmebol pretende obligar a Boca a firmar planilla y jugar el partido en contra de su voluntad. Tevez improvisa una conferencia de prensa y dice que no están en condiciones. Además se va de jeta y tira un palo para los de River. No, Carlitos. No colabores con más combustible. En el vestuario de enfrente se filtra que Gallardo se solidariza con los jugadores del Xeneize y no quiere jugar bajo estas reglas. Al Apache eso no le llegó.

Sábado, 19.10 horas. A supuestamente cinco minutos del inicio del partido, en el césped del Monumental no vuela ni una mosca. La gente no abandona sus lugares, pero tampoco habla. Solo espera. El ambiente festivo ya se fue al carajo y la Superfinal se manchó para siempre.

Sábado, 19.15 horas. Javier Valdecantos, preparador físico de Boca, sale al campo de juego y dispone el escenario para hacer la entrada en calor. También aparece el juez Andrés Cunha junto con su equipo arbitral. ¿El show debe continuar? ¿Todo pasa? Parece que sí. La gente festeja, pero con algo de incredulidad. Mientras esto pasa adentro de la cancha, en una oficina del Monumental hay un cónclave fundamental entre los presidentes de ambos clubes y las principales autoridades de la Conmebol.

Sábado, 19.30, partido suspendido. Alejandro Domínguez, presidente de la Confederación, habla ante los micrófonos y confirma que el partido se posterga para el domingo a las 17 horas. "Se llegó a un acuerdo de caballeros. El juego se desnaturalizó y primó el sentido común entre los dirigentes". El paraguayo debió haberse puesto los pantalones dos horas antes. Ahí el partido debería haber sido suspendido sin todos los actos circenses que devinieron luego.

Sábado, 19.45 horas. Faltaba más y en la desconcentración de los hinchas se reiteran los incidentes. Miles y miles de personas y familias sanas son sometidas por violentos, delincuentes, drogadictos y antisociales. Ellos arruinan todo. Lo hicieron ayer, lo hicieron hoy y lo harán mañana por el fin de los tiempos. Son esos los que nos desnudaron una vez más para mostrarnos en qué tipo de sociedad nos hemos convertido.

Los pitonisos apocalípticos ganaron sus apuestas. A su vez ellos, nosotros y todos volvimos a perder. Pero esta vez me parece que para siempre.

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