Hay un debate que no está cerrado en Mendoza. La pregunta directa es: ¿Qué hacemos con nuestros muertos prehispánicos? Dos casos que llaman la atención pública y muestran dos visiones cosmogónicas de la vida y la muerte.
Qué hacemos con el cráneo huarpe del Zanjón Frías y el niño del Aconcagua
El hallazgo de los huesos humanos data del año 500 de la era cristiana. Fue oculto primero, desvirtuado por una fiscal después, y finalmente aceptado con una ceremonia huarpe para reparar esa alteración del "descanso eterno", dicho en clave espiritual.
El párrafo corresponde a la crónica del Post del domingo 11 de septiembre de 2022 titulada: El cráneo prehistórico que "estremeció" a un nuevo edificio en Godoy Cruz.
El recordatorio es para contextualizar la discusión pública que ahora genera el niño momificado del Aconcagua, que el sábado 8 fue trasladado desde el Conicet donde se encontraba desde 1985 al Museo de Ciencias Naturales Cornelio Moyano.
La mudanza de los restos de ese infante inca reanimó una discusión pública que subyace desde hace por los menos 25 años, desde que las comunidades originarias reclaman la devolución de ese cuerpo a la montaña de donde fue extraído para su estudio científico.
Ver: El "niño momia" fue llevado al Museo Moyano, pero no lo exhibirán
¿Cuál es la conexión entre los dos casos? Precisamente lo que se llama diálogo de visiones temporales para compatibilizar los intereses científicos actuales y los ancestrales de quienes son descendientes de quienes habitaron estos espacios antes de la conquista y la colonización española.
El desentierro de un cementerio de 1500 años
Los restos humanos encontrados por el movimiento de suelo en la construcción de un edificio al borde del zanjón Frías se hicieron notar porque vecinos observaron un cráneo humano en un contenedor con escombros. Ese hallazgo alertó a la barriada y, luego de constatar la antigüedad de los huesos removidos, una delegación de personas descendientes de huarpes restituyeron con una ceremonia el entierro de sus ancestros que vivieron hace 1500 años y se dedicaban a la recolección y a la caza para vivir.
El mismo sentido tiene ahora el retorno del niño del Aconcagua hacia su lugar de donde fue trasladado hace 40 años.
Cómo vemos al mundo
El debate de las miradas cosmogónicas está en la superficie.
Por un lado, se vinculan los hechos naturales con las actitudes de las personas que intervienen sobre hitos trascendentales de otras civilizaciones y organizaciones humanas que transitaron esos mismos lugares. En este caso, la expedición que se llevó los restos del niño inca "intervino" en un hecho trascendente para una civilización precedente.
Por otro lado, se encuentra la mirada científica pura que necesita explorar el pasado a través de los estudios a los vestigios materiales, eso incluye los restos óseos. En este sector descartan cualquier influjo de creencias y visiones religiosas de esos tiempos pretéritos "excavados" por el presente.
Pongamos un ejemplo de este caso que llama atención pública. Pocos advierten que aquella expedición al Aconcagua, que por casualidad dio con los restos del niño momificado, ocurrió el 8 de enero de 1985. Pasaron 18 días del hallazgo y se produjo el último gran terremoto que partió la tierra en el Gran Mendoza. Fue el 26 de enero de 1985.
Los dos hechos muy próximos generan la pregunta: ¿el hallazgo del niño sacrificado y el terremoto están vinculados?
Por qué se hizo el traslado al museo
Recuerda Horacio Chiavazza exdirector de Patrimonio de Mendoza que encontró varias peticiones de comunidades de pueblos originarios desde 2018 hacia atrás, reclamando restituciones de restos humanos precolombinos y que eso motivó la mesa de diálogo que busca acordar la restitución de estos vestigios que son ancestrales para estas comunidades sin que dejen de tener valor científico y por eso la necesidad de preservarlos.
En esa línea ha continuado esta política de diálogo "temporal" donde la novedad para este periodo actual es el reconocimiento de los derechos de los pueblos originarios de velar por sus muertos.
Hay a la vez una implícita admisión de resistencias a la devolución del niño momificado, por lo que se logró trasladar del ámbito nacional, el Conicet, al ámbito provincial del Cornelio Moyano.
Prueba de esta confrontación de miradas es este posteo de la historiadora e influencer Luciana Sabina.
Van a devolver la momia inca que en 1985 encontraron en el Aconcagua al mismo lugar en la montaña donde la encontraron. Acá Bárcena, Schobinger y De Cicco con la momia. Fuí alumna de los dos primeros, dos grosos. Que lamentable que el gobierno de Mendoza se preste al wokismo... pic.twitter.com/hdi8noL8JY
— Luciana Sabina %uEA00 (@kalipolis) November 8, 2025
Efectivamente con el tralado del cuerpo del niño del Aconcagua al museo, pero sin ser exhibido, las comunidades indígenas pudieron darle acogida a los restos del chico que fue sacrificado en un ritual para agradecer a la montaña la provisión del agua que permitía la vida, esto ocurrió alrededor de 1465 según los estudios científicos, tiempo estimado en que los incas llegaron a estas tierras para extender su dominio hacia el sur del Cuzco a lo largo de la cordillera andina.
La humana conexión
Lo que pasó el sábado 8 en el Parque General San Martín fue algo similar a lo que ocurrió en agosto de 2022 en Godoy Cruz, al costado del Zanjón Frías. Allí los restos humanos removidos fueron "reconocidos" por sus descendientes y fueron devueltos a su entierro.
La Humanidad evoluciona, se desarrolla estudiando su pasado, pero también se retroalimenta, o sea, se "humaniza" cuando reconoce que en esos rastros del pasado hubo personas humanas con sus vidas desde lo sensorial hasta lo espiritual. En esos objetos de estudio están impresas sus historias personales. Quizá en esa dirección encontremos por qué hay un encaje entre el pasado ancestral precolombino y sus descendientes que también forman parte de la población de la Mendoza presente.



