Entre planos, versos y cúpulas, Luis Ricardo Casnati dejó una huella indeleble en la arquitectura mendocina. Su obra, vasta como su espíritu inquieto, trascendió el diseño para abrazar la poesía, el cine y la cultura. A casi un siglo de su nacimiento, su familia repasa el legado de un hombre que hizo de la creación su modo de vida.
Luis Ricardo Casnati, el arquitecto que soñó y creó bóvedas y versos
Hay arquitectos que construyen casas. Y hay otros que levantan universos, que convierten ilusiones y sueños en espacios reales que las familias habitan... Luis Ricardo Casnati pertenece a estos últimos.
Nacido el 21 de junio de 1926 en San Rafael, Casnati fue arquitecto, diseñador, poeta, docente y gestor cultural. Un hombre que se movió con la misma naturalidad entre los planos y los versos, entre las bóvedas y los libros, entre las columnas y las metáforas.
"Con una mano creaba arquitectura y con la otra escribía poemas", recuerda su hija Julieta Casnati, quien conserva la misma pasión y perseverancia que marcaron la vida de su padre.
"Mi padre nunca se detuvo -recuerda Julieta-. Hizo de todo, cambió, se reinventó, siguió sus sueños con total convicción. Nunca paró. Y lo que más me marcó fue eso: su perseverancia y su capacidad de disfrutar lo que hacía. Cada día lo vivía creando".
Casnati estudió arquitectura en la Universidad Nacional de Córdoba, donde fue alumno del reconocido Ernesto Lapadula y compañero de figuras como Gerardo Andía. En 1952 obtuvo su título y regresó a su San Rafael natal, donde comenzó a proyectar viviendas, edificios públicos y espacios que pronto se destacarían por su equilibrio entre funcionalidad y belleza. Entre sus primeros trabajos sobresalen la Iglesia Metodista de San Rafael y el natatorio del Automóvil Club.
De aquellos años proviene también su pasión docente y su interés por la historia: cursó el Profesorado de Historia en la Universidad Nacional de Cuyo y, más tarde, ya en la capital provincial, fue profesor fundador de la Facultad de Arquitectura de la Universidad de Mendoza, junto a Enrico Tedeschi y Daniel Ramos Correas.
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Arquitectura como poesía
Quienes conocieron su obra coinciden en que cada casa, cada línea y cada curva en sus planos respondían a una búsqueda artística. Julieta, su hija, explica que en sus obras no existía una frontera entre el diseño y la arquitectura.
"Cuando él hacía una casa, no hacía una casa: hacía una obra de arte. Diseñaba los muebles, las lámparas, las cortinas... todo lo que completaba el sentido de la obra. Era una integración total entre el espacio y su alma", advirtió Julieta.
Su hijo Federico, también arquitecto, agrega que para su padre "todas las obras eran importantes, pero la que lo definió fue la suya propia, la casa familiar de la lateral sur del Acceso Este".
"Esa casa con la torre y las bóvedas era su síntesis. En ella concentró su pensamiento y su modo de entender el espacio. Rígida y franca a la vez, porque el uso de las bóvedas no permite improvisaciones. Es, sin dudas, la obra que más lo representa".
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Un legado de cientos de obras
El número exacto de construcciones que realizó Casnati es difícil de determinar. Su nieto Ludovico Zanettini Casnati, licenciado en Artes Visuales y estudiante de arquitectura en el Politécnico de Milán, lleva años investigando su obra.
"Son cientos, quizá más de quinientas. Entre viviendas, edificios de altura y barrios colectivos. Es una obra inmensa, que aún se está descubriendo", explica.
"Al principio, su arquitectura tenía un lenguaje racionalista, muy ortodoxo. Pero con el tiempo ingresó la curva, la bóveda, la cúpula. Experimentó con techumbres y estructuras, buscando una armonía entre lo estructural y lo poético. Hacia el final de su carrera, su arquitectura se volvió más simbólica, más literaria. Era una expresión personal, casi filosófica", reflexionó Ludovico.
Casnati fue un observador apasionado de la forma y del material. Prefería mostrar la textura natural del ladrillo, el hormigón y la piedra, dejando que cada elemento hablara por sí mismo. "Era austero en lo formal -dice Ludovico-, pero profundo en la intención. En cada obra hay una búsqueda de sentido, una metáfora construida".
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Entre las casas más destacadas, además de la suya, se encuentran la casa Módica, frente a la Facultad de Arquitectura en la calle Arístides Villanueva y Huarpes en la Quinta Sección, y numerosas viviendas en las laterales del Acceso Este y en la calle Liniers. Cada una con su sello: espacios abiertos, techos curvos, y una composición de luz y sombra que recuerda a la poesía visual.
Del plano al verso
Pero Luis Ricardo Casnati no se detuvo en las líneas y el dibujo técnico. En 1965 publicó su primer libro de poemas, De avena o pájaros, ilustrado por su amigo Luis Quesada y editado por Gildo D'Accurzio.
A ese volumen le siguieron más de quince títulos -entre ellos Cantata a dos voces, La hilandera y Cartas rusas-, que consolidaron una voz literaria delicada, simbólica y profundamente humana.
Su nieto recuerda con admiración la relación del arquitecto con el ambiente cultural mendocino: "Mi abuelo estuvo muy vinculado con el Nuevo Cancionero. Fue amigo de Armando Tejada Gómez, de Mercedes Sosa, de Tito Francia. Este último incluso musicalizó Cantata a dos voces e hizo un concierto en el Teatro Independencia. También le hizo la casa al pintor Luis Quesada, con quien compartió amistad y proyectos".
En 1975 fundó la productora Álamo Films, con la que llevó al cine Los orilleros, basada en un guion de Jorge Luis Borges, Adolfo Bioy Casares y Ricardo Luna, protagonizada por Rodolfo Bebán. Esa aventura cinematográfica lo llevó a relacionarse con el ambiente artístico porteño y a consolidar su perfil de creador integral.
"Tenía un alma inquieta", dice Julieta. "No concebía la vida sin crear. Lo mismo escribía un poema, que diseñaba una lámpara o componía un mueble".
El hombre público y el humanista
Casnati también dejó su impronta en la función pública y en las instituciones culturales. Su hijo Federico, quien también es arquitecto, recuerda que "fue Director de Arquitectura de la Provincia de Mendoza entre 1958 y 1961, durante la gobernación de Ernesto Ueltschi, época en la que se inauguraron el Hotel Los Molles y el Hotel El Sosneado, símbolos de un momento de modernidad y expansión".
En tanto que añadió que "para él cada una de sus obras era la más importante. A todas les dedicaba mucho tiempo e inspiración, les dedicaba pasión y tiempo".
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Además, a lo largo de su vida presidió la Sociedad de Arquitectos de Mendoza, el Colegio de Arquitectos de Mendoza, la Sociedad de Escritores de Mendoza y fue vicepresidente nacional de la SADE, cargo que lo llevó a representar al país en distintos encuentros internacionales, incluso en Rusia, en los años ochenta.
También estuvo al frente de la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos en Mendoza, en 1998, reafirmando su compromiso ético y social.
Una obra que sigue respirando
Casnati murió en Mendoza en 2017, a los 91 años. Su legado, sin embargo, permanece vivo no sólo en las calles y los edificios que diseñó, sino también en la memoria afectiva de quienes lo conocieron.
Julieta lo resume con una certeza y asegura que "él disfrutaba haciendo. Disfrutaba de la vida creando. Y eso, para mí, es lo que más me dejó: la pasión por hacer las cosas con amor y entrega".
Casnati permace vivo en las bóvedas que diseñó, en los cielos que quiso atrapar en sus techumbres. Casnati no solo edificó espacios: construyó una forma de mirar el mundo. Y, en cada una de esas curvas que dialogan con la luz, todavía se puede percibir la pasión con la que vivió sus días.
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*Fotos: gentileza familia de Luis Ricardo Casnati



