El edificio de Playas Serranas, donde hoy funciona el Museo de Ciencias Naturales y Antropológicas Juan Cornelio Moyano, fue un balneario accesible para los mendocinos hace casi 100 años. Conocé su historia.
Un barco, una playa y un balneario histórico en plena Ciudad de Mendoza
En el extremo sureste del lago del Parque General San Martín, donde hoy funciona el Museo de Ciencias Naturales y Antropológicas Cornelio Moyano, hubo un tiempo en que se levantaba un barco.
No literal, pero sí estético, simbólico, arquitectónico: el edificio "Playas Serranas", el balneario que entre los años 30 y 40 convirtió a la Ciudad de Mendoza en una postal inesperada de "mar cordillerano", con arena, sol y actividades sociales que mezclaban a todas las clases sociales bajo un mismo cielo.
Investigaciones lideradas por la arquitecta e investigadora del Conicet, Cecilia Raffa, invita a mirar este edificio con una lente sepia, la misma con la que se recuerdan los veranos de una ciudad que aún se reinventaba después del terremoto de 1861 y que buscaba, en el agua del lago, un recreo posible para todos.
Una obra racionalista "como un barco"
Playas Serranas comenzó a construirse en 1935 y se inauguró dos años después, en 1937, bajo un concepto arquitectónico que por entonces irrumpía con modernidad y líneas puras: el racionalismo.
Sus creadores, los reconocidos hermanos Manuel y Arturo Civit, habían estudiado en Buenos Aires y luego en Alemania, donde absorbieron de primera mano las ideas del Movimiento Moderno europeo. No es casual, entonces, la marcada impronta corbusierana de la obra: formas simples, volúmenes suspendidos y un diseño reducido a su función social.
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Encuadrado dentro de la llamada arquitectura náutica o "Yatch Style", el edificio prometía una metáfora perfecta: un barco anclado en la montaña. Así lo construían sus elementos -ojos de buey, ventanas continuas, voladizos, pilotes, barandas metálicas y una torre-mástil- que componían una estética naval inconfundible. La terraza, rodeada de barandas, recordaba la cubierta de un buque dispuesto a zarpar.
Como parte del ideario racionalista, el edificio proponía un "arte para todos", democratizado, donde lo estético se subordinaba a lo social: ofrecer espacios para el disfrute, la higiene y la recreación de la población.
Una playa en la montaña
A falta de mar -y unos 80 años de La Playita de Luján-, el lago del Parque General San Martín se volvió aquel espejo de agua posible. Playas Serranas fue concebido como balneario popular, accesible para quienes no podían pagar la cuota de los clubes del parque.
Y allí, entre el pastito, la arena y embarcaciones, surgió la postal afectiva: familias enteras, jóvenes, turistas y trabajadores compartiendo el mismo escenario de verano mendocino.
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La orientación del edificio fue calculada para garantizar que los bañistas aprovecharan el sol durante todo el día. Las instalaciones -consideradas de vanguardia para la época- permitían recibir hasta 3.000 personas: vestuarios para hasta 400 personas, dos terrazas altas, salas de reuniones y baile, restaurante, instalaciones de radio e incluso un trampolín hacia el lago.
La entrada tenía precio "popular" y las revisaciones médicas eran obligatorias. Con el correr de los años, y por razones de seguridad, la natación fue prohibida, y el balneario perdió parte de su esencia.
Aun así, se mantuvo vivo como confitería bailable y salón social, donde varias generaciones mendocinas aprendieron a bailar, aprovecharon para enamorarse o simplemente a observar el lago desde la terraza, una postal privilegiada de la Ciudad.
Cambios con el paso del tiempo
El edificio atravesó distintos usos: en los 60 y 70 funcionaron allí la Escuela de Cadetes de la Policía y la Escuela Fray Luis Beltrán. En 1989, el edificio comenzó una nueva vida como sede del Museo Cornelio Moyano, lo que permitió que la comunidad volviera a cruzar sus puertas, esta vez para encontrarse con la ciencia y la historia natural.
Los reconocimientos patrimoniales llegaron después. En 1991, el edificio fue declarado bien patrimonial de la Ciudad de Mendoza y en 2017 fue declarado Monumento Histórico Nacional.
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Ese gesto -el de consagrar su valor histórico- también fue una forma de recuperar su espíritu original: el de un edificio pensado para la comunidad, para el disfrute, para la democratización del espacio público.
Los hermanos Civit, arquitectura moderna en Mendoza
Manuel y Arturo Civit -nacidos en 1901 y 1903- dieron forma a gran parte de la arquitectura pública mendocina del siglo XX. Su formación racionalista en Europa, sumada a su rol en la Dirección de Arquitectura de la Provincia, definió una época. Proyectaron barrios obreros, escuelas, el Hospital Central, hoteles de montaña y obras icónicas como el Barrio Cano y el Arco del Desaguadero.
Playas Serranas, sin embargo, permanece como una de sus creaciones más singulares: una obra que no solo respondía al espíritu moderno, sino que proponía una poética visual inusual en la región. Un barco en un lago entre montañas: una metáfora perfecta para una provincia que buscaba modernizarse sin renunciar a su paisaje.
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Una historia que persiste
Hoy, el Museo Cornelio Moyano mantiene viva la estructura original, aunque ya sin arena, sin trampolín y sin las multitudes veraniegas que alguna vez lo habitaron. Aun así, basta observar sus curvas blancas reflejadas en el lago para sentir algo del antiguo esplendor.
El sitio Mendoza en Casa permite recorrer este espacio, así como otros museos y edificios emblemáticos de la provincia, de manera virtual. Para quienes quieran recorrerlo por dentro, pueden hacerlo mediante el siguiente link.
En un Parque General San Martín que todavía es refugio y ritual para los mendocinos, Playas Serranas sigue allí: testigo silencioso del tiempo, guardián de veranos en sepia y recordatorio de una ciudad que alguna vez tuvo su propia playa. Un barco que jamás zarpó, pero que aún navega en la memoria colectiva.
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Foto de portada: Mendoza Antigua, pintada con Gemini IA.



