Creadas en el siglo XVIII por los españoles, estas construcciones de más de 250 años son testigos silenciosos del paso del tiempo en uno de los terrenos más hostiles del continente.
Las Casuchas del Rey: en pie desde hace 250 años en Mendoza
En lo más alto de la Cordillera de los Andes, donde el viento silba con una melodía que arrastra el susurro de los siglos y la nieve no pide permiso para quedarse, yacen las Casuchas del Rey.
Estas construcciones, las más antiguas de Mendoza que se mantienen en pie, son testigos silenciosos de una historia que se remonta a más de 250 años. Estas construcciones de piedra, modestas pero prácticas, fueron clave en las comunicaciones entre Mendoza y Chile durante la época colonial. Hoy, erosionadas por el tiempo y el olvido, reclaman un lugar en la memoria colectiva.
El geólogo y paleontólogo Víctor Ramos, autor del libro "Las Casuchas del Rey. Una historia de 250 años de comunicaciones trasandinas", escrito junto a Beatriz Aguirre-Urreta, doctora en Ciencias Biológicas y Geología, ha dedicado parte de su vida académica a estas construcciones, fascinado por su resistencia, su ubicación estratégica y la historia que guardan en sus muros de adobe y piedra.
"Después de más de 40 años de trabajo en la Alta Cordillera, no pudimos evitar sentirnos conmovidos por estas casuchas. Nos impresionaba que hubieran resistido tanto tiempo, cuando refugios modernos como el del Teniente Francisco Ibáñez fueron arrasados por aludes en apenas unos años", relató Ramos en diálogo con el Post.
El libro, que será presentado el martes 5 de agosto a las 17 horas en Eudeba (Av. Rivadavia 1537, frente a la Plaza del Congreso, CABA) y el martes 12 de agosto a las 16 en la Manzana de las Luces (Perú 272, CABA), es el resultado de una investigación exhaustiva que combina ciencia, historia, patrimonio y una profunda admiración por estas estructuras.
Ver también: El Barrio Cano y la "arquitectura alemana" en el corazón de Mendoza
Las Casuchas no solo sirvieron de refugio ante la inclemencia andina, sino que marcaron rutas, fueron mojones de historia y cobijaron viajeros ilustres.
Por sus puertas cruzaron el científico polaco Ignacio Domeyko, y también el joven naturalista inglés Charles Darwin, en su histórica expedición por Sudamérica. Moritz Rugendas, el célebre pintor alemán, las inmortalizó en sus dibujos de 1838, obras que fueron clave para reconstruir sus ubicaciones y características originales.
Según Ramos, una de las revelaciones más importantes del estudio fue el hallazgo de los restos de la Casucha de Puquios, en territorio argentino, y de las Casuchas del Juncalillo y Ojos de Agua, ya en suelo chileno. "Fue emocionante reconocer los fragmentos de ladrillos coloniales que nos confirmaban que estábamos ante lo que quedaba de estas construcciones míticas", cuenta con emoción.
Ubicadas estratégicamente, muchas de estas casuchas sobrevivieron precisamente porque fueron levantadas escuchando a los que sabían: baqueanos, muleteros y andariegos que conocían cada pliegue de la montaña y advertían cuáles eran los lugares menos castigados por los aludes o las nevadas. A esa sabiduría empírica se sumó el saber técnico de los ingenieros militares del imperio español, que dejaron su marca desde Colombia hasta Valdivia.
Ver también: Gigantes de hormigón en nuestra ciudad: el brutalismo en Mendoza
Y sin embargo, a pesar de su relevancia, muchas casuchas han desaparecido, y otras están a punto de hacerlo. Ramos reconoce que se han presentado diversos proyectos legislativos para su puesta en valor, pero todos naufragaron al poco tiempo, diluidos en las mareas de la burocracia y la política.
"Hoy más que nunca, es urgente identificarlas, reconstruir su historia y protegerlas. No sólo por lo que fueron, sino por lo que pueden ser: parte del patrimonio turístico, educativo y cultural de Mendoza", sostiene Ramos, quien sueña con un museo de sitio en Puquios, cercano al Puente del Inca, donde los viajeros que hoy cruzan raudamente por la Ruta 7 puedan detenerse y, aunque sea por un momento, escuchar la historia que susurran estas piedras centenarias.
Mientras tanto, Las Casuchas del Rey, que fueron declaradas Monumento Histórico Nacional en 1.973(Decreto n° 1299), siguen ahí, aferradas a la montaña como centinelas olvidados. A veces pasan inadvertidas y son menos visibles que los picos nevados que las rodean, pero su historia las hace igual de imponentes en su silencio.
Estos testigos arquitectónicos de nuestra historia colonial esperan, quizás, que el país vuelva a mirarlas y reconozca en ellas no solo un testimonio del pasado, sino una huella de lo que somos y la resistencia que pudimos construir en uno de los sitios más hostiles del planeta.
Ver también: Un diálogo con el pasado: la arquitectura neocolonial en Mendoza



