La Biblioteca General San Martín: un templo de libros erigido sobre la memoria

Fundada en 1822, es una de las bibliotecas públicas más antiguas del país y guarda un vínculo íntimo con el Libertador. Sus salas, su arquitectura racionalista y su acervo histórico narran dos siglos de cultura, pérdidas y reconstrucciones en el corazón de Mendoza.

La Biblioteca General San Martín: un templo de libros erigido sobre la memoria

Por:Juan Manuel Lucero
Periodista

A doscientos tres años de su fundación, la Biblioteca General San Martín no es solo un edificio ni un depósito de libros: es una forma silenciosa de la memoria. 

Sus muros guardan el pulso de una provincia que, desde los inicios del siglo XIX, entendió al conocimiento como un bien público y a la lectura como una herramienta de emancipación. Caminar hoy por sus salas es recorrer una historia marcada por el ideal ilustrado, por tragedias naturales, por exilios y regresos, y por la presencia constante de José de San Martín.

Incluso su fecha de inauguración es emblemática. La biblioteca nació el 9 de julio de 1822, cuando Mendoza todavía era una ciudad joven y polvorienta, y la independencia tenía jóvenes seis años. 

Fue la tercera biblioteca pública de la Argentina, detrás de la de Buenos Aires (1810) y la de Córdoba (1818), y una de las primeras de Sudamérica en asumir el desafío de democratizar el acceso al libro. Durante muchos años fue conocida como "Biblioteca Mendocina", impulsada por un grupo de hombres que representaban al sector más ilustrado de la sociedad, entre ellos contó el apoyo e impulso a lo largo de sus primeras décadas de Tomás Godoy Cruz, Juan Crisóstomo Lafinur, Pedro Molina -entonces gobernador- y Nicolás Avellaneda, entre otros.

José de San Martín, figura recuerrente en la biblioteca.


El espíritu fundacional fue claro: compartir. Los socios donaron parte de sus bibliotecas personales para conformar el acervo inicial. Pero ninguna donación fue tan simbólica como la del propio José de San Martín, quien desde Lima -donde había fundado en 1821 la Biblioteca Nacional del Perú- envió una valiosa colección de libros al enterarse de la creación de la institución mendocina. 

Ese gesto selló para siempre su vínculo con la biblioteca: los socios lo declararon "Fundador", aun cuando su figura ya comenzaba a tomar distancia física del país.

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La historia de la Biblioteca San Martín también está atravesada por la pérdida. El terremoto de 1861 fue devastador: gran parte del patrimonio bibliográfico se dispersó cuando vecinos retiraron libros para resguardarlos en sus casas. 

Durante décadas, esos volúmenes regresaron de manera fragmentaria, como si la biblioteca se reconstruyera libro a libro, memoria a memoria. Recién en 1871, bajo el gobierno de Arístides Villanueva, comenzó una etapa de reorganización que permitió encauzar nuevamente su crecimiento.

La antigua biblioteca, ubicada en 9 de julio y Rivadavia. (Foto: Mendoza Antigua)


A lo largo del siglo XX, la biblioteca peregrinó por distintos edificios: funcionó en la Escuela Arístides Villanueva, en la Sociedad Italia Unita y en un local de calle Gutiérrez. No fue hasta mediados de los años cincuenta que encontró su lugar definitivo, y no se trató de un sitio cualquiera.

La biblioteca cuando funcionó en la Escuela Arístides Villanueva.


El edificio actual se levanta sobre un solar cargado de historia. Allí, junto a la tradicional Alameda, José de San Martín compró en 1818 -tras la victoria de Maipú- los únicos terrenos que adquirió personalmente en Mendoza. Nunca los vendió ni los alquiló. 

Tras su muerte, esas tierras cambiaron de manos y durante décadas alojaron comercios modestos, hasta que en 1941 fueron declaradas Lugar Histórico Nacional. La decisión política de recuperar ese espacio y destinarlo a la Biblioteca San Martín y al Museo Sanmartiniano fue, en sí misma, un acto de reparación simbólica.

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El proyecto arquitectónico estuvo a cargo de Aniceto Juan Puig, quien estaba al frente de la Dirección Provincial de Arquitectura y fue una de las figuras centrales de la arquitectura moderna mendocina. Diseñado en 1950 e inaugurado el 17 de agosto de 1955, el edificio responde a un lenguaje racionalista, de líneas sobrias y funcionales, revestido en mármol travertino. 

Tres bloques edilicios rodean una explanada que funciona como atrio cívico, un espacio de transición entre la ciudad y el conocimiento. La obra fue financiada con fondos del Segundo Plan Quinquenal y pensada como un complejo sociocultural integral, más allá de la mera función bibliotecaria.

En el ingreso a la biblioteca se recuerda que la misma está emplazada sobre el solar histórico adquirido por San Martín.

Sin embargo, la historia volvió a interrumpirse. El golpe de Estado de septiembre de 1955 frenó las tareas de instalación y demoró la apertura plena. Recién en 1956, la biblioteca y el museo quedaron definitivamente emplazados en el edificio, custodiados entonces por las Damas Pro Glorias Mendocinas.

Hoy, la Biblioteca General San Martín conserva un patrimonio que impresiona tanto por su volumen como por su valor simbólico. Alberga alrededor de 40 mil ejemplares en su fondo general, 12 mil libros en la biblioteca infantil y juvenil "Merceditas", 9 mil obras de autores locales, y un fondo antiguo que reúne cerca de 10 mil volúmenes. 

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Entre sus joyas bibliográficas se cuentan unos 3.000 libros de los siglos XVI al XIX, incluido un Antiguo y Nuevo Testamento editado en Venecia en 1602, además de ejemplares que pertenecieron al propio San Martín, a Manuel Belgrano y a Tomás Godoy Cruz.

La remodelación iniciada en 2004 buscó respetar el espíritu original del edificio y adaptarlo a los nuevos tiempos: se mejoró la accesibilidad, la iluminación, el mobiliario y las condiciones de guarda del material histórico, reforzando la continuidad entre el atrio y el espacio urbano.

La biblioteca cuenta con varias joyas bibliográficas de más de 200 años.

La biblioteca dejó de ser solo un lugar de consulta para convertirse en un ámbito de encuentro: ofrece visitas guiadas, talleres, salas de exposición, servicios para investigadores y espacios pensados para niños y jóvenes.

A dos siglos de su nacimiento, la Biblioteca General San Martín sigue cumpliendo la función para la que fue creada: abrir puertas. En un mundo marcado por la inmediatez y la memoria a corto plazo, sus estanterías sostienen una forma más lenta y profunda del tiempo.

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Emplazada en una de las más emblemáticas arterias de la provincia, la biblioteca es un edificio con un alto valor simbólico y con mucha vida entre sus muros.

Allí, entre el mármol racionalista y el papel antiguo, Mendoza conserva una de sus memorias más persistentes: la certeza de que la cultura también es un acto de independencia.

José de San Martín, fundador de la Biblioteca Mendocina, que con los años pasaría a llevar su nombre.

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