Arquitectura nacida del vínculo entre historia, identidad y paisaje perdura en el entramado urbano de Mendoza. La doctora Verónica Cremaschi rescata el valor estético y simbólico de un estilo que aún embellece la ciudad.
Un diálogo con el pasado: la arquitectura neocolonial en Mendoza
En ciertos momentos, caminar por algunas calles de Mendoza puede parecer un viaje en el tiempo. La tierra del sol y del buen vino tiene, en algunas zonas de su ciudad, edificios fácilmente identificables por la curva de una arcada, la textura rugosa de un revoque y el peso de una puerta de madera maciza que invitan a detenerse y mirar. A mirar y admirar.
¿A quién no le ha pasado parar, casi sin querer, en una esquina y quedar admirado ante la belleza de un edificio? Se trata de una línea que se destaca por la presencia viva de una arquitectura que supo buscar en el pasado formas para imaginar un futuro: la arquitectura neocolonial.
Este estilo, que data de distintos momentos de nuestra historia empezó a tomar mayor presencia en Mendoza hacia fines de la década de 1920 e inicios de 1930, emerge como una respuesta a los lenguajes europeos dominantes del siglo XIX.
No se trata solo de una cuestión estética, explica la doctora en Historia e investigadora del CONICET Verónica Cremaschi. "Diferentes arquitectos y arquitectas buscaron en los repertorios locales inspiración para concretar una nueva propuesta arquitectónica", advierte.
Es decir que el neocolonial se propuso ser una manera de pensar la identidad latinoamericana, desde nuestras raíces, desde nuestros repertorios propios y con una relación cercana a esa estética hispánica.
Belleza que abraza la memoria
El neocolonial no es una copia literal del pasado colonial, sino una reinterpretación sensible y con una identidad propia. En sus múltiples variantes -criolla, hispánica, neoplateresca, californiana o incluso neoindígena- conviven influencias, búsquedas y nostalgias.
En Mendoza, este diálogo con el pasado cobra una dimensión singular: el devastador sismo de 1861 borró casi por completo la arquitectura colonial original. La reconstrucción implicó un desafío y la necesidad de recuperar algo de esa memoria perdida, sostiene Cremarchi.
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De allí que la adopción del neocolonial en la provincia haya implicado también una reparación simbólica.
Un trabajo de archivo y memoria
El trabajo de investigación de la doctora en Historia Verónica Cremaschi -cuyo doctorado fue financiado por el CONICET y tuvo como tema central al neocolonial- permitió reconstruir los sentidos y expresiones de este estilo en Mendoza.
Su tarea, que implicó años de archivo y análisis, fue posible gracias al apoyo científico del organismo, y forma parte del esfuerzo por valorar y comprender un patrimonio muchas veces olvidado.
Estética que atraviesa el continente
El prefijo "neo" se incorporó más tarde al nombre del estilo, una vez que se aplacaron las críticas a los "revivals". De hecho, en sus inicios, a esta arquitectura se la denominó simplemente "colonial", "mestiza", "barroca", "nacional" o "maya".
A partir de la década del '30, comenzó a usarse con más fuerza la expresión "neocolonial", según detalló la especialista entrevistada.
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Uno de los aspectos que transforma al neocolonial en una expresión relevante es su escala continental. Desde Estados Unidos (California, Texas, Florida) hasta el Cono Sur, la simultaneidad de su aparición revela un interés compartido por el origen y la identidad arquitectónica. Más allá de las diferencias nacionales, comprender este fenómeno como un proceso panamericano permite dimensionar su verdadera potencia cultural.
"En lo decorativo y ornamental -uno de los puntos distintivos del estilo- se emplearon diversos materiales según la variante. Por ejemplo, el símil piedra caracterizó a las fachadas neoplaterescas (como el ex Banco Hipotecario), y la madera, la piedra y los revoques bolseados fueron característicos del estilo californiano, como en el Hotel de Potrerillos o el Arco Desaguadero", explicó Cremaschi.
La belleza resiliente de Mendoza
En Mendoza, la historia urbana tuvo un punto de inflexión con el sismo de 1861, que destruyó casi por completo la arquitectura colonial. Ese hecho trágico generó una reconstrucción de la ciudad, que implicó toda una serie de desafíos y la aparición de nuevas estéticas.
"Mendoza tiene la particularidad de que su historia urbana estuvo marcada por un hecho dramático: el sismo de 1861, que destruyó casi por completo su arquitectura colonial. Esto implicó su reconstrucción en otro emplazamiento y generó representaciones negativas hacia la arquitectura colonial, percibida como frágil", destacó Cremaschi.
No obstante, hacia fines de los años '20 comenzó a consolidarse la tendencia neocolonial, influida también por la fuerte presencia de la colectividad española en la provincia.
Allí se destacan edificios como el Hospital Español, con sus patios andaluces; la arquitectura doméstica sobre calle Emilio Civit, como la Casa López Frugoni o la Casa Arenas; o el estilo californiano del Hotel de Potrerillos, el Arco Desaguadero, la Colonia de Menores de Pedriel y la Escuela Eva Perón en el Parque.
Entre los arquitectos y arquitectas más representativos de esta corriente en la provincia se encuentran Manuel y Arturo Civit, Daniel Ramos Correas, Raúl J. Álvarez, Raúl Loewie Guevara y Mario Brisighelli.
Los materiales utilizados combinaron lo ornamental con la técnica moderna. Como se mencionaba anteriormente, el símil piedra caracterizó las fachadas neoplaterescas -como el ex Banco Hipotecario-, mientras que la madera, la piedra y los revoques bolseados fueron típicos del estilo californiano.
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"La fuerte presencia de la colectividad española condicionó la adopción de la tendencia hispánica en la provincia, concretando ejemplos notables que hoy son sitios emblemáticos del espacio urbano, como la Plaza España, el edificio del ex Banco Hipotecario o la Mercantil Andina", remarcó la entrevistada.
Una arquitectura para habitar
Durante los años 40 y 50, el estilo californiano, con su escala amable y su relación fluida con el paisaje, fue adoptado en distintos desarrollos habitacionales. "La escala amable de la arquitectura californiana, más su valoración positiva, produjo que fuera empleado masivamente", asegura Cremaschi.
En Mendoza, muchos barrios del IPV replicaron estos lenguajes, generando espacios valorados por su calidad urbana y su vida comunitaria. Algunas zonas de la Sexta Sección o de Godoy Cruz aún conservan ese espíritu barrial, reforzado por esta arquitectura que priorizaba lo humano.
El neocolonial no fue solo una forma de construir. Fue -y sigue siendo- una forma de mirar el pasado para proyectar un futuro con identidad. En Mendoza, sus huellas sobreviven en muros, galerías y patios de los edificios que recorremos a diario, recordándonos que la belleza también puede ser una forma de resistencia y memoria.
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