Así fue el ataque asesino contra Florencia Romano

Qué pasó en la vivienda de Pablo Arancibia y Micaela Méndez. El rol de cada uno. La sucesión de mensajes. El tercer involucrado. El llamado que pudo salvarle la vida.

Así fue el ataque asesino contra Florencia Romano

Por:Ricardo Montacuto
Director Periodístico

Florencia Romano (14) sabía con quién iba a reunirse el sábado por la tarde en la vivienda del pasaje Berra, sobre la calle Padre Vázquez, en Maipú. Conocía la edad de Pablo Arancibia (33), y en apariencia fue por su propia voluntad al encuentro de su muy probable asesino. El hombre es una de las dos personas imputadas por el femicidio de la adolescente de Rodeo de la Cruz, que había desaparecido el sábado al mediodía como si se la hubiese tragado la tierra. La otra acusada es Micaela Méndez (27), pareja de Arancibia. Pero el rol de la mujer en el caso está en duda.

Flor, una chica como cualquier otra que siempre volvía a casa a la hora prometida tal como nos contó su padre, creyó que iría a una fiesta ese sábado. Pero en casa anunció que se reuniría "con amiguitas" en Maipú. Su madre la acompañó a la parada del MendoTran, para que estuviese a salvo.

Florencia habría estado convencida de la "fiesta" que haría Arancibia hasta pasadas las seis de la tarde, cuando le mandó un mensaje a su mejor amiga en tono de invitación. Pero a las 18:52 de ese mismo día, minutos más tarde, recibió el primer golpe. Antes, probablemente hubo forcejeos, al decir de las heridas que presenta el hombre. No hay forma de imaginar la sorpresa, el dolor, la indignación, o qué pudo haber pasado por la cabecita de la adolescente como un relámpago. O cuándo supo que podía morir por el ataque. Luego, con el correr de las horas, el colega Sebastián Salas confirmó en Canal 7 que Florencia tenía diversas fracturas de cráneo, en el tabique nasal, y una herida cortante en el cuello. Una o la combinación de éstas habrían sido la causa de su muerte.

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Se sabe que Flor gritó fuerte, que pidió auxilio. Y que un hombre que está identificado la escuchó y llamó al 911. Pero la operadora cortó la comunicación, cuando intentaban explicarle la dirección desde donde venían los gritos desesperados de una mujer. Ese testigo dijo clarito "Padre Vázquez y Berra". La justicia investigará este episodio en un expediente aparte.

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Todavía restan conocer muchos detalles de la muerte de la joven Florencia Romano, que apenas había ingresado este año a la escuela secundaria con clases virtuales por la pandemia. El trabajo de laboratorio dirá cómo la mataron. A simple vista, el cuerpo de esta niña-mujer que había conocido a Arancibia por Instagram no pudo "contar" lo que pasó. Estaba muy deteriorado por la acción del calor, el agua de la acequia donde fue descartada, y el fuego. Arancibia -ya se sabe que se trata de él- intentó destruir la evidencia rociando a la pequeña con combustible, y prendiendo fuego al cuerpo. Quienes conocen de estos casos creen que la hora de la muerte de la chiquita no estaría mucho más allá de las 19:16 del último sábado. Fue la última conexión del móvil de Flor con la red de telefonía celular. Ese aparato aún no fue encontrado.

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Ayer, poco después del hallazgo del cuerpo.

El modo en que se halló el cuerpo dirá mucho más sobre la mecánica del crimen y su autor o autores. Estaba envuelta en dos sábanas y un "cubrecamas". Luego del crimen, ya en los primeros minutos del domingo, Arancibia llamó a un conocido y le pidió que lo traslade a un lugar a deshacerse de un "perro muerto", al que luego intentó prender fuego. Este hombre -joven- es un testigo clave. El miércoles por la noche, cuando la búsqueda iba por el día 4 (cuatro), el "chofer" de Arancibia se presentó por medio de un abogado para informar la diligencia que había cumplido en su vehículo Nissan. Habría dicho a los investigadores que "no se dio cuenta" de la diferencia entre el supuesto animal doméstico muerto y una adolescente asesinada. Nadie está seguro de si hay que creerle o de cuán fiable es. Pero por lo pronto es uno de los testigos más importantes.

En pocas horas, o días, el caso podría ir centrándose en la figura de Pablo Arancibia. Su pareja Micaela Méndez tendría una coartada. Ella habría pasado el sábado desde el almuerzo en casa de familiares y tendría fotos y selfies de ese encuentro. Volvió a su casa del pasaje Berra recién el domingo, en compañía de Arancibia. Estos datos estarían corroborados por las cámaras de seguridad. Las mismas cámaras que habían tomado a Florencia llegando a la zona desde Rodeo de la Cruz a Maipú el sábado al mediodía. Y que registraron a la jovencita caminando con Arancibia. Ahora, si Micaela Méndez no estuvo en el lugar del crimen, su papel podría reducirse mucho. Habrá que ver si participó en alguna forma del encubrimiento. Un dato importante: no tiene escoriaciones, arañazos, ni heridas, como sí las tendría el principal sospechoso, ahora preso. Tiene sentido que la mujer no haya estado y que Arancibia aprovechase ese momento del sábado al mediodía y citar a Florencia para la supuesta "fiesta" que nunca ocurrió.

Micaela Méndez y Pablo Arancibia.

Aun no se sabe en qué momento Arancibia contactó a Florencia. El probable asesino de la chica reseteó su teléfono a "estado de fábrica" borrando toda la información y el teléfono de ella no aparece. La geolocalización del último mensaje que le habría enviado a su mejor amiga, fue lo que permitió a los investigadores orientarse a la vivienda de los Arancibia-Méndez y hacer el primer allanamiento, donde secuestraron todo lo que pudieron para llevarlo a diversos laboratorios forenses, tecnológicos, biológicos. Para que la ciencia aporte los datos que completen el rompecabezas de este crimen.

¿Pudieron Arancibia y Florencia conocerse desde antes? Los investigadores creen que no. Pero el último trabajo registrado que tuvo su probable asesino fue en una procesadora de carnes en Rodeo de la Cruz, donde la nena vivía con su familia. ¿Se habrán cruzado alguna vez en algún colectivo?

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De Arancibia es poco lo que se sabe, más allá de un antecedente de sobreseimiento por privación ilegal de la libertad, o que en 2001 habría estado en alguna institución provincial cuando tenía 14 años. También, que estuvo dos veces casado o en pareja antes de Micaela Méndez. Vivió en Tunuyán, Luján y en Maipú, y tuvo varios trabajos relacionados a la carnicería. Pero algo se sabe: le gusta perseguir fuerte a las adolescentes. Ayer se conocieron los chats con los que acosó de una manera brutal a una jovencita durante tres años, desde 2017 hasta el 4 de diciembre de este año. La chica nunca le respondió hasta que le escribió "pesado dejá de fantasmearla". Arancibia habría acosado a varias adolescentes a las que intentaba atraer -de un modo increíblemente burdo- con fotos de dinero, o de bebidas alcohólicas.

Pablo Arancibia, el principal sospechoso.

Hubo proliferación de versiones que se pueden ir despejando. No sería cierto que un testigo habría visto a Flor "como drogada", o "descompuesta", apoyada en un auto blanco. Florencia nunca habría salido de la casa de su asesino. También es vidrioso el hallazgo de ropa interior con sangre en las cercanías de la casa de Arancibia, en una bolsa, por parte de una mujer "auto convocada" -así lo dijo en TV- aunque habrá que esperar las pericias. La cita, el crimen y el intento de encubrimiento fueron una verdadera "chastrinada", un estropicio brutal y asesino, pero no tendría lógica que Arancibia intentase deshacerse de parte de la ropa y no de toda, o en diversos lugares, si en verdad pensaba destruir la prueba completa con fuego. Como sea, este hallazgo requiere de mayor profundidad de estudio. Fue cerca de la casa de Arancibia, y a unos cuatro kilómetros de donde apareció el cuerpo. Los peritajes dirán si esas prendas pertenecían a Flor.

En el mapa, se puede ver la distancia en kilómetros entre la vivienda de Arancibia y Méndez, y el sitio en el que hallaron el cadáver:

¿Quién la encontró?

Un hombre declaró en Canal 7, entrevistado por Sofía Fernández, que el encargado de unas canchitas de fútbol sobre la calle Alsina -muy cerca de donde apareció el cuerpo de Florencia- fue quien halló el envoltorio enorme del que asomaba "una mano pequeña", bajo una compuerta impidiendo el paso del agua. Fue la esposa de este "casero" la que llamó al 911 informando del posible hallazgo de un cuerpo, pasadas las seis y media de la tarde de ayer. A la misma vez una comisión integrada por policías, un ayudante y un fiscal recorría la zona junto al "testigo clave" que le facilitó a Arancibia la tarea de deshacerse del cuerpo. El joven no recordaba bien el lugar en el que habían descartado a Florencia, ni siquiera con ayuda del GPS. Esta comisión se cruzó con el móvil enviado por el 911 a pocos metros del sitio en el que apareció la adolescente. Llegaron prácticamente a la vez.

El rastrillaje en Berra y Padre Vázquez.

La justicia y la policía alternaron buenas con malas. Deberá dilucidarse que pasó con el pedido de socorro desoído en el 911. O cómo fue que "no le tomaron la denuncia" en un primer intento a José Romano, el padre de la joven. Del otro lado de la historia, es cierto que fiscales y policías trabajaron a destajo hasta que hubo resultados, sin pandemia que valga. Claro, no alcanzó para salvarle la vida a Florencia. Sí, para que tal vez haya algo de justicia, aunque a la familia Romano nadie nunca jamás podrá devolverles a su hija muerta. Los fiscales jefe Fernando Guzzo, más Claudia Ríos, Andrea Lazo y Carlos Torres se dividieron el puzzle horrible de este crimen sin parar, rastrillando el terreno, generando las imputaciones, dividiendo los operativos. Hicieron lo que debían, lo que se espera, de todos modos. El caso empezaba a tomar una temperatura social muy espesa.

Habrá que prestar atención a las pericias tecnológicas de este crimen. Servirán para saber desde cuándo Arancibia y Florencia se conocían. Cómo se fue generando el vínculo de confianza que llevó a la presa a la casa del depredador. Indicios para entender cuánto dicen y cuánto callan nuestros adolescentes, y poder enseñarles en el futuro en qué rincón de sus redes puede anidar un monstruo capaz de provocar una desgracia irreparable, mayúscula. Horrorosa.

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