Crónicas del subsuelo: Anatomía

Crónicas del subsuelo: Anatomía

Por:Marcelo Padilla

La sensación es la misma, se repite cada madrugada al despertar. En los sueños se vive cómodamente porque en algún sentido, soñar, hoy constituye una especie de pacto inconsciente por la continuación de la vida. Si bien es allí donde acontecen sucesos (sucesiones de movimientos donde el piso no es el piso) es en el sueño donde se vive oblicuamente y las pesadillas son de antemano pactadas, aun en la no conciencia del sueño las pesadillas están bien confortables en su laberinto de una de las formas de desplazamiento de lo real. Al recordar su día de cumpleaños el día anterior pensé en llamarle antes, el siete y no el ocho, sin embargo confié en no olvidarme al día siguiente y el ocho le llamé para saludarle, como de costumbre desde hace décadas. Lo normal, lo de siempre cada año. Pero esta vez, al atenderme a las nueve y pico de la mañana, y, ante mi primer saludo de feliz cumpleaños, me dijo: "hoy no cumplo años, mi cumpleaños es el cuatro de agosto, porque conseguí mi partida de nacimiento original y dice el cuatro de agosto". Un instante de silencio aletargado. "Bueno, está bien, no sabía, no creo que me acuerde para agosto esa fecha, tómalo entonces como saludo anticipado". El impacto no fue que cumpliera los años cuatro meses más tarde, sino la forma de decírmelo. Y entre mi saludo a tiempo y su respuesta seca que indicaba la postergación de su natalicio hubo un vacío, simplemente un lejano silencio que dejó terminar la conversación en una fecha. Cortamos.

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El silencio y el vacío de las conversaciones, las fechas de los natalicios, las películas de vampiros y las serie policiales, la persecución de Vincent Price a un escritor para hincarle los dientes y dominar la sorpresa para luego invitarlo al "club de los monstruos", intentando que el escritor de crímenes sangrientos (de cabecera entre los monstruos) conociera a quienes le rinden culto por sus historias. En un bar de la noche el protagonista Vincent Price charla con el escritor en una mesa donde se acercan mozos y mozas a sugerir distintos tragos con sangre. Le dejan una carta en la mesa y un aperitivo recomendado de la casa. Sangre. Hecha en casa. No hay trama única, el protagonista le cuenta al viejo escritor de crímenes tres historias de vampiros diferentes mientras escuchan, cada vez que termina una de ellas, a una banda de rock inglés. Los monstruos bailan con sus máscaras. El anciano escritor se ha dejado llevar por la curiosidad y está allí, atrapado en el mundo de sus lectores, confinado para insuflarle ideas para una película.


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Acuño libros, no monedas. Buceo en películas de un lenguaje en desaparición constante, no en series de Netflix. Puedo moverme con holgura en la cama y dejar que transiten en la pantalla 18 historias de suspenso que se inician con la inscripción "Alfred Hitchcock Presenta". En este caso no hay sangre en ninguna de las historias, solo suspenso y terror psicológico que ubica al espectador en la función de "detective paralelo". Tal vez de eso se trate, anticiparse a la resolución de la trama y descubrir de antemano al asesino o a la asesina. Va en paralelo. Y como deja claro la serie de historias que de lo que se trata es que la mente pueda llegar a pensar y decidir, cada historia termina en un fracaso aleccionador. Historias que surgen en los sueños.
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Reitero, cada madrugada sucede lo mismo, es en el despertar la cuestión. En el primer instante de la toma de conciencia, todavía de noche, vistiéndome, vuelvo a caer en la cuenta. El mundo no es el mismo ni lo será, intuyo. Escapo lentamente de las redes sociales, la única en este caso que utilizo camino a la extinción de toda virtualidad. No están los cuerpos presentes. Me entero de la imperiosa necesidad de aplicaciones para comunicarnos en las actividades laborales (¿y de protesta?) pero también en las sociales y culturales, costumbres nuevas que han venido para quedarse en el prefacio de la muerte de todos los cuerpos existentes, cuerpos stockeados por la biovigilancia comunicacional. "Cuerpos sí" o "Cuerpos no". Placeres sin cuerpo, textos sin cuerpo, abrazos y besos sin cuerpo. El cuerpo como representación de la muerte. Al menos eso es lo que almorzamos y cenamos, cuerpos muertos a pedir por delivery. ¡Cuerpos ya!
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Ay la política. Qué queda o quedará de ella, ese supuesto arte redentor que evita las guerras y los conflictos, como nos han enseñado, el arte por excelencia. La casta virtual burocrática que domina la escena de un club de fans que alimentan las jugadas del like en las nuevas formas de religamiento. ¿Dónde se participa hoy más que en la adhesión del simbolito del corazón o el me gusta? No hay queja en esta declaración. Sin embargo, luego de la llamada para saludar el ocho por el cumpleaños, y la sorpresa de la información legal que pasa al cuatro de agosto me doy por notificado. La política venía avisando el despegue en las formas que no son solo formas sino "concepción filosófica de las formas". El despegue de la casta burocrática, al menos aquí, en la noruega seca, de la escucha del otro. No es para darle más letra al tema, acabo de despertar y todo lo que rodea son paredes, libros, algunos alimentos no perecederos y una fuente de frutas. Por la ventana las palomas no son las únicas que ejercen el dominio, han aparecido otras aves, con alas superiores inmensas que caen de los pisos altos como suicidándose. En bandada se tiran. Por ahora no se han acercado demasiado. No tengo largavistas. Todo hace suponer que en menos que cante el gallo estaremos compartiendo el tiempo y los alimentos con las otras especies.