Crónicas del subsuelo: Errancias impresionistas

Crónicas del subsuelo: Errancias impresionistas

Por:Marcelo Padilla

Bajo sombras roncas llego a una de las Tres Esquinas luego de caminar un par de kilómetros por la Brandsen pegado al asfalto angosto. De frente vienen los bondis, de frente uno que otro camión, autos, camionetas chacareras, motos y bicicletas; y varios que caminan hacia el sur, subiendo. Del norte las nubes amenazan la tierra sembrada, pequeñas parcelas donde se sitúa el sujeto del campo, el "ser nacional" que utiliza la figura impresionista del agricultor agachado que vemos en los cuadros, en las reproducciones benjanminianas de hachís en la frontera de Port Bou escapadas del nazismo. Las nubes del este. Inyectadas de arena pedregosa a punto de disparar sobre los rosetones morados y las mechas de los aguaribayes. Walter Benjamín se suicida en la frontera española, mientras Adorno y Horkheimer luego de parar en Ámsterdam se refugian en Columbia, en la universidad.

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Confieso que he fumado chocolate con los moros en Plaza Santa Ana en el centro de Madrid, luego de leer Iluminaciones, bajo del sucucho que comparto con el juanal. Caminamos saltando por los techos de los autos dando una vuelta manzana completa, los maderos nos corren, nos refugiamos en Plaza España con los yonquis, ahí nos diluimos. Pegamos con los camellos chocolate, uno se va haciendo amigo y comparte en las noches de invierno con los callejeros. Los cadáveres se acumulan en una provincia española. Los enviados a la Guerra del Golfo que se inició el 2 de agosto de 1990, en enero del 91 vuelven, cadáveres. El gobierno español activa una convocatoria para trabajar recibiendo cadáveres de soldados que vienen despedazados de la Guerra del Golfo: separar, desvestir, ordenar cadáveres.

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Una buena paga por ello. La convocatoria circula de boca en boca entre los inmigrantes que vendemos en las calles y en los metros de Madrid. Algunos la piensan, "con eso se tiran unos meses", dice Mohamed quien decide ir y lo despido en Estación América luego de compartir un pincho moruno, en el descanso del voseo. Mohamed fue a separar, desvestir y ordenar cadáveres. Yo me quedo en Madrid. Por las noticias aparece un hombre con pasamontañas declarando su resistencia al TLC a través de nuevas formas de comunicación. Un antecedente del uso de las tecnologías para la disidencia. Luego ese hombre junto al pueblo zapatista haría que las poblaciones originarias de San Cristóbal gobiernen los caracoles. Estoy en un sitio donde se baila salsa, es madrugada, estoy ebrio de ron y hachís, bailo con mi amiga Rosario hasta que no echan del local. De allí nos vamos a los bajos de la Estación Nuevos Ministerios, a unos bolichones que seguían de largo hasta el mediodía y manejan los gitanos, vuelan las sillas por esa hora, luego se compone la situación, y se baila de nuevo.

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Los platos y los cubiertos están sucios en una pila de dos días. Las moscas y los bichos planean sobre los restos. No me da asco. Eso es justamente lo que menos me da asco. En todo caso la intensidad de la química en el cuerpo que cada tanto no cumple su función de estabilidad y lo deja a la intemperie. Eso me da asco, nauseas, intensidad en el cuerpo, crea descargas eléctricas al compás de las nubes que se observan hacia el este. Donde la caída de la tarde es una pintura impresionista. Donde por momentos aparece Benjamín suicidado en la frontera. El agua escasa en la altura, los intentos de modificación de la ley que la protege se va transformando en bandera de lucha en las comarcas, "está bien que perforen", dicen algunos que se oponían. Baja, como un suave rezongo de melancolía, la noche.