Crónicas del subsuelo: Cuento de la intemperie

Crónicas del subsuelo: Cuento de la intemperie

Por:Marcelo Padilla

Con el movimiento del dedo dibujo en el aire una silueta siguiendo el humo del cigarro mientras suenan disparos de una escopeta cercana. Los perros ladran. No me asomo, pasan los balazos bajo el cielo del campo helado de Perdriel dejando una estela naranja en la madrugada. A juzgar por el azul del techo del mundo y la titilante presencia de las estrellas, pronto, saldrá el sol. Ya se ve naranja en el horizonte. Los perros duermen en huecos cavados en la tierra como si estuviesen en la guerra; tal vez las balas, el miedo, o quién sabe qué presencia, haya sometido a los animales, a las personas también, no obstante el vecino sigue disparando. Cerca del mediodía me entero que los balazos eran para espantar, que el vecino le habría tirado a unos pibes que se metieron en la despensa de Don Roberto, del negocio que descansa sobre la calle larga habrían salido unos pibes con un cajón de cerveza que luego se tomarían en el descampado cercando un fuego. Ésa, es la primera versión de los hechos.

Del tema no sé más nada, solo lo que les cuento toda vez que me enteré antes de acostarme por la tarde del domingo y saber que, al menos, nadie ha resultado herido. Nunca los delincuentes tienen cara, a pesar que en la mayoría de los casos los diarios de noticias les pongan un nombre, edad, coloquen una foto del maleante, los delincuentes no tiene cara, no tienen identidad, tal vez de lo que se trate sea nutrir el espectáculo y el entretenimiento de las personas temerosas. Los delincuentes no tienen cara. Si roban cerveza porque roban cerveza, si roban alimentos porque roban alimentos, como ocurre en la diaria esos miles de casos aparentemente aislados se transforman en un hecho social, en un agujero que la sociedad temerosa de tanto susto reacciona desde lo emocional, eso, estos tipos que nos gobiernan se han metido con lo emocional, desprecian el mínimo de equilibrio mental y social. Sobre la base de la desesperación operan con sus "llamadas al orden" represivo, ideológicamente humeante, sofocante, por eso me dice el vecino: "disparé al aire solo para espantarlos", cuando le pregunté de los balazos en la madrugada. Le devolví el mate y nos saludamos. Volví a la cocina mirando el suelo. "El día es hoy", pensé, que pierda Boca, gane Tigre y Massa termine con Cristina y Alberto Fernández en gran Frente Nacional opositor. Algo así como una versión de cómo nació la derrota, una versión popular, como un cuento de otoño, como una ráfaga de hielo, como las balas de la escopeta del vecino y el naranja de la madrugada, como los cientos de pozos hechos para sobrevivir a la intemperie.