Cómo era ser trabajador en la antigua Roma: salarios y costos de vida

El Imperio romano no solo forjó legiones y monumentos, sino que también dejó huellas profundas en la vida cotidiana de sus trabajadores. Entre salarios bajos, precios altos y desigualdad estructural, ganarse el pan en Roma era una batalla diaria.

Cómo era ser trabajador en la antigua Roma: salarios y costos de vida

Editó: Santiago Montiveros

La historia de Roma suele estar asociada a emperadores como Calígula o Nerón, a las imponentes construcciones de Pompeya y a los espectáculos de gladiadores que llenaban los anfiteatros. Pero, más allá de las grandes gestas políticas y militares, la vida cotidiana de los trabajadores del Imperio revela una realidad mucho más modesta y desafiante.

Los salarios en un mundo desigual

Los ingresos de un trabajador romano variaban en función de su estatus jurídico, su especialización y la región donde vivía. Según datos recopilados por la revista Muy Interesante, un legionario en el siglo I d.C. cobraba unos 900 sestercios anuales, sin incluir bonificaciones ni pagos indirectos por botines de guerra.

Los trabajadores cualificados, como artesanos y carpinteros, podían ganar entre 3 y 10 sestercios diarios, dependiendo de la demanda y la ubicación. En Egipto, por ejemplo, un obrero especializado obtenía unos 6 dracmas al día, equivalentes a entre 1,5 y 2 sestercios, mientras que en Italia, un carpintero podía percibir entre 5 y 8 sestercios diarios.

El campo: la precariedad como norma

En el campo, donde vivía la mayoría de la población, los ingresos eran aún más modestos y dependían de las estaciones. Un jornalero agrícola, libre o esclavizado, apenas podía cubrir sus necesidades básicas. En Egipto, por ejemplo, un trabajador agrícola libre ganaba entre 4 y 5 óbolos diarios (alrededor de 0,5 sestercios), lo que generaba una precariedad estructural.

El trabajo continuo solo existía durante la siembra y la cosecha. El resto del año, el empleo era esporádico y, a menudo, pagado en especie con pan, vino o aceite.

El ejército: un salario estable y posibilidades de ascenso

A pesar de las dificultades, la carrera militar ofrecía ventajas. Bajo el emperador Augusto, un soldado raso percibía 225 denarios anuales (900 sestercios), cifra que aumentó a 300 denarios con Domiciano y a 500 con Septimio Severo. Además, tras 20 o 25 años de servicio, recibía un premio de jubilación de hasta 12.000 sestercios, equivalente a más de 13 años de salario base.

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Esta compensación, junto con alojamiento y alimentación garantizados, convertía al ejército en una de las pocas vías de ascenso social.

Precios: cuánto "rendían" los sestercios

El trigo, alimento básico, costaba entre 3 y 4 sestercios por modio (8,6 litros), lo que representaba unos 40 sestercios al mes para una familia modesta. El vino barato rondaba los 1,5 sestercios por 0,5 litros, mientras que el aceite de oliva podía costar 4 sestercios. Vestirse también era caro: una túnica sencilla valía entre 15 y 20 sestercios, y un par de sandalias, 5.

Con estos precios, un trabajador con un salario de 4 sestercios diarios debía destinar la mayor parte de sus ingresos a la alimentación, quedando poco margen para otros gastos.

Ahorrar en la antigua Roma: un lujo para pocos

La posibilidad de ahorrar estaba reservada a quienes tenían oficios bien remunerados o lograban ingresos complementarios. La inestabilidad política y climática podía desestabilizar cualquier planificación, dejando a las familias en la pobreza o el endeudamiento.

El acceso al ahorro y la movilidad social eran privilegios de pocos, mientras que la desigualdad estructural concentraba el poder y la riqueza en manos de la élite.

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