La finca misteriosa: aislamiento, vigilancia de los huéspedes, y femicidio

La finca del Este en la que un surcoreano mató a una mujer que sería su pareja, está organizada como un "campus" de retiro espiritual y trabajo. Una inversión millonaria en dólares y una quiebra. Qué rol tenía la víctima en esa comunidad. Qué vieron los investigadores. Cómo sigue el caso.

La finca misteriosa: aislamiento, vigilancia de los huéspedes, y femicidio

Por:Ricardo Montacuto
Director Periodístico

Pulcritud y austeridad absoluta. Orden, y un ambiente similar al de un campus de trabajo, o religioso. Incluso, no hay muebles. Los 36 surcoreanos que habitan en la ex finca Frusi, en Nueva California, San Martín, no duermen en camas, sino en esterillas ordenadas en el piso, ubicadas en habitaciones despojadas de toda necesidad. Treinta y tres de ellos no hablan una palabra de castellano. Pero los "capataces" pudieron comunicarse en inglés con un policía que fue desplazado desde una unidad rural, para atender la emergencia de un crimen. Un femicidio, concretamente.

Ni bien se supo que una mujer surcoreana llamada Kyung Ja Yoo, de 49 años, había sido probablemente estrangulada y enterrada en una finca habitada por "coreanos" en San Martín, muy cerca del límite con Lavalle, las miradas se posaron sobre el lugar en el que ocurrió el femicidio. El caso está resuelto. El asesino se quiso suicidar con glifosato y terminó internado en el Hospital Perrupato. Antes, le confesó el crimen a otro "huésped" de la finca. Aunque no habla ni responde preguntas, indicó el lugar en el que había enterrado a la mujer. 

El hombre acusado de matar a la que sería su pareja -eso no está claro- se llama Kim Seong Jim, de 34 años, unos 15 años más joven que la mujer que mató y enterró en una "sangría" realizada en el terreno con una topadora. Esto es una zanja de 6 metros de largo, 1 metro de ancho y por lo menos un metro y medio de profundidad. Se utiliza para filtrar hacia las napas el agua del riego. Suele rellenarse con piedras. Se supone que Kim Seong Jim llevó a la mujer hasta la zanja luego de estrangularla, la arrojó, y desmoronó el borde, sobre el que empujó  parte del terraplén que estaba a un costado. Eso equivale a más de seis mil kilos de tierra, que el cuerpo de Antropología Forense retiró a baldes, filtrando cada uno hasta que apareció el cuerpo de la infortunada. No fue sencilla la tarea.

Kyung Ja Yoo, la mujer asesinada.

Antes, y en menos de una hora luego de conocida la novedad del asesinato, la finca "Los Nogales", donde habitan los 36 coreanos en cuyo seno se produjo el femicidio, llamó rápidamente la atención. Primero, porque muchos lugareños incluso de San Martín, no tenían idea de su existencia. Y luego, porque en esa zona rural resulta extraño el despliegue de alambrados, cámaras de seguridad y vigilancia.

¿Quiénes son? ¿Quién los trajo? ¿Qué hacen en Mendoza? ¿Por qué vigilaban a sus "huéspedes" con cámaras? Estas son sólo algunas de las preguntas que hay.

La diplomacia de Corea del Sur en Buenos Aires destacó a un abogado argentino-coreano que atenderá las necesidades de los "pasajeros" y del detenido. Se llama Pablo Yong. Además llegarán asesores y traductores. La sospecha de la justicia mendocina es que en "Los Nogales" no sólo se cultivaban frutas secas. Sino que podría tratarse de un grupo de gente que deberían ser investigados por la presunta trata de personas. Veamos la historia del lugar.

Inversión, venta, quiebra

La finca "Los Nogales" ubicada en calle Thomas Sullivan y Coneto, fue propiedad de Frusi Argentina SA, una cooperativa de origen español que había decidido invertir en la Argentina, en la producción de frutos secos. Compraron en San Martín, en el año 2006 se constituyeron como Sociedad Anónima, y pusieron a andar dos fincas. Además de Los Nogales, tenían otra en El Divisadero. La sede societaria de la empresa estaba en la calle Godoy Cruz 76 de la villa cabecera del departamento de San Martín.

Instalaciones en Los Nogales.

La economía, el clima, malas relaciones comerciales, fundieron rápidamente a Frusi SA. Habían hecho una inversión millonaria en dólares, riego por goteo e instalaciones para el tratamiento de la fruta seca. Años después pidieron la quiebra voluntaria, que fue finalmente decidida por la justicia mendocina en 2018.

La finca Los Nogales fue comprada por un grupo de ciudadanos de Corea del Sur, de los que no hay mayores datos. Sólo que fueron ellos los que montaron el estricto sistema de videovigilancia de la finca. Así fue que los coreanos se instalaron en San Martín. La mujer asesinada por su presunto novio, Kyung Ja Yoo (49), era una de las líderes de esta pequeña comunidad. Hablaba algo de español, y acompañaba a los "huéspedes" de la finca cada vez que tenían que ir al hospital. En pandemia, su actividad fue intensa y se la vio bastante por la zona. Y desde entonces, los surcoreanos de Los Nogales cada vez que debían salir de las instalaciones, lo hacían con barbijos. En una de esas salidas, habrían llevado un planteo a la municipalidad local, por un problema con la provisión de agua.

Los investigadores coinciden en que nunca vieron un lugar tan raro. Tampoco son conocidos en el ambiente del campo. Empresarios agrícolas y finqueros de San Martín consultados por este diario, no tenían noción de la existencia de los coreanos en la ex Frusi. No conocen sus movimientos comerciales, ni sus clientes, ni a sus proveedores.

Las instalaciones de la finca indican que en el lugar se llevaba algún tipo de vida religiosa. O espiritual. En Corea del Sur no hay una religión predominante sino dos, budismo y cristianismo, pero a la vez hay varias combinaciones de cultos locales. En la casa central de Los Nogales, no había a la vista ningún símbolo religioso. Sí, una sala de meditación, austeridad, orden, y abundante provisión de todo lo que necesita un grupo de casi 40 personas para mantenerse, sin salir mucho a la comunidad. "Había una cantidad increíble de rollos de cocina de primera marca" se sorprendió uno de los investigadores.

Sólo algunas mesas, almohadones, y esterillas para dormir en el suelo más las sillas de la amplia cocina común eran el mobiliario de la casa. Las imágenes de las ocho cámaras de seguridad que hay son de las zonas comunitarias del lugar. Cocina, salada de meditación, ingresos, pasillos, estaban sometidos a videovigilancia. Por eso hay imágenes de Kyung Ja Yoo, cuando su "novio" la tomó del cuello, y luego, cuando la cargó para enterrarla, el jueves pasado.

Los coreanos de la finca tenían escaso contacto con la comunidad local. Sólo un puñado habla castellano, y un poco más inglés. Y la organización interna pareció ser de un orden casi cerrado, de acuerdo a lo observado por los testigos ayer. Según los pocos datos disponibles, parece que los coreanos que regentean el sitio, además de frutos secos, "venden" a ciudadanos de su país una suerte de "retiro espiritual" en campos de trabajo y meditación. La justicia intenta averiguar si bajo este aparente "turismo espiritual" que no estaría registrado como tal en la municipalidad ni en la provincia, hay algún tipo de tráfico de personas. Dentro de la casa central, los "pasajeros" tenían obligaciones de trabajo que debían registrar en una especie de bitácora. Las paredes, además, estaban repletas de indicaciones escritas en coreano, en apariencia, dirigidas a los "huéspedes" que llegaban desde Corea del Sur.

Los únicos que podían comunicarse con la policía y la justicia que inspeccionaron las instalaciones ayer -en inglés y un poco de castellano muy confuso- fueron los "capataces" del grupo. Por ello, el fiscal Oscar Sívori esperará a tomar declaraciones a todos, una vez tenga traductores a disposición y conozca qué posición adoptará la diplomacia coreana, que ayer se puso en contacto con la fiscalía del Este y llegará hoy a San Martín.

Entretanto, los "huéspedes" sólo salían acompañados de algún "capataz", para hacer compras, o algún trámite. Cuentan los lugareños que es imposible el acceso a Los Nogales. Hay que tocar un timbre sobre el que hay una cámara, para que venga un señor que no habla castellano y que no permitirá la entrada. Una vez, denunciaron el robo de un transformador de la finca. Pero luego no dejaron ingresar a la policía, hasta que hubo orden de un juez. La comunidad que ocupa esta finca es muy cerrada. No obstante, ese celo no les impidió rastrear a la líder desaparecida en Facebook, y llamar al 911 cuando entendieron que estaban ante un asesinato.

Ahora, quedaron bajo la luz pública. Más allá del femicidio, lo que se intenta averiguar es el estado y la situación de cada uno de los surcoreanos "internados" allí. Aunque algo parece seguro. Este caso aún va a dar algunas sorpresas.

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