¿Cómo es la formación de los policías? ¿Qué pasa cuando una situación se torna violenta? "El 90% de los conflictos se resuelven hablando", explican los formadores de los agentes.
Así se prepara la Policía para resolver conflictos
¿Cómo es la formación de los policías? ¿Qué pasa cuando una situación se torna violenta? "El 90% de los conflictos se resuelven hablando", explican los formadores de los agentes.
El video circuló con fuerza por redes sociales y se replicó en todo el país: un futbolista profesional de San Martín de San Juan se enfrentó a dos policías que querían labrarle un acta de infracción tras pasar una doble línea amarilla en Potrerillos.
La escena, que fue registrada por la propia pareja del futbolista, se volvió viral en minutos. El futbolista forcejeó con los agentes, que finalmente lograron someterlo. Si bien la escena concluyó sin heridos ni uso de armas, dejó un interrogante: ¿cómo se entrena un agente para enfrentar un episodio violento como ese? ¿Actuaron bien los policías para contener a un hombre entrenado?
La pregunta no es nueva, pero cobra relevancia cada vez que un hecho de violencia pone a las fuerzas de seguridad en el centro de la escena. Porque en la calle, lejos del aula, del polígono y de la teoría, la violencia suele irrumpir sin avisar. Y no siempre hay tiempo para pedir refuerzos.
En otras ocasiones, el Post te contó cómo se forman y entrenan las fuerzas especiales, quienes desactivan explosivos y aquellos que tienen que actuar en situaciones límite.
Pero, ¿qué pasa con los policías de nuestros barrios?
Los cadetes tomando instrucción en técnicas de defensa personal.
Para entender cómo se forma un policía en Mendoza, el Post dialogó con tres referentes del sistema de seguridad provincial: Alejandro Antón, director de Seguridad Privada de la provincia y exjefe de cátedra en defensa personal del Instituto Universitario de Seguridad Pública (IUSP); el comisario general (R) Ramón Alberto Rivero, director general del IUSP; y el subcomisario Armando Zanoguera, jefe del Cuerpo de Instructores de la misma institución.
Una escena que encendió alarmas
La imagen de los policías forcejeando con el futbolista en el piso e incluso uno de ellos estando unos instantes debajo del deportista abre una serie de interrogantes: ¿Actuaron bien? ¿Estaban bien preparados? ¿Debieron proceder de otra forma?
Matías Orihuela, jugador de San Martín de San Juan, fue detenido en Mendoza. Discutió con la Policía y se resistió al arresto %uD83E%uDEE4 pic.twitter.com/ND3WddCpCY
En muchas de esas preguntas se esconde una expectativa social ambigua: se le exige al policía o al agente de seguridad contener el caos sin excederse, actuar con firmeza pero sin violencia, resolver rápido pero sin errores. Una línea delgada sobre la que el agente debe hacer equilibrio y a la que los entrevistados responden que "no es como en las películas".
Alejandro Antón es uno de los instructores con mayor experiencia en defensa personal aplicada a la seguridad. Fue parte de grupos de élite, dio clases en el IUSP durante años y hoy es responsable de Serguridad Privada en la provincia y, como tal, supervisa la formación de cientos de vigiladores privados en Mendoza.
Antón es responsable de Seguridad Privada en la provincia.
"La seguridad privada no tiene que pelear, tiene que prevenir. El mejor enfrentamiento es el que no ocurre", dice. Y agrega: "No se trata de saber tirar piñas, sino de detectar tensiones, anticiparse y saber hablar. Resolver un conflicto físico sin daños es casi una excepción".
En la formación de los vigiladores, la palabra es la primera herramienta. La segunda, si es inevitable, es la técnica de sujeción o contención física. Pero eso requiere entrenamiento, condición física y sobre todo proporcionalidad.
"El problema no es saber hacer una llave, sino cuándo y cómo aplicarla sin que termine mal. Si el agresor se cae mal, si se golpea, si hay testigos que malinterpretan... todo puede terminar en una causa penal para el propio agente", advierte.
A diferencia de la Policía, los vigiladores no portan armas, ni siquiera no letales. Su único respaldo es el conocimiento de la ley, la comunicación eficaz y su propio cuerpo. Por eso, los cursos incluyen desde técnicas básicas de defensa hasta ejercicios de control emocional.
"Una persona fuera de control no reacciona como alguien consciente. Ahí el músculo no alcanza. Se necesita cabeza fría y buena lectura del entorno", reconoce Antón.
Alejandro Antón.
El desafío policial: pensar bajo presión
En el caso de los policías, la exigencia es mayor. El Instituto Universitario de Seguridad Pública es la única puerta de ingreso a la fuerza policial en Mendoza. Cada año, miles de aspirantes se inscriben, pero solo entre el 15 y el 17% logra entrar.
El comisario general (R) Rivero, que dirige el IUSP, lo resume así: "Formamos policías con pensamiento crítico, no soldados que obedezcan ciegamente. Porque en la calle, dudar es morir, pero actuar sin pensar también puede ser fatal".
El comisario (R) Rivero, responsable del IUSP.
Actualmente, el IUSP cuenta con cerca de 1600 alumnos entre cursos, tecnicatura y licenciatura. "Antes era internado, parecido a la formación de los militares, hoy es descentralizado y los policías se forman donde van a trabajar, en sus propias comunidades", explican los entrevistados.
"La premisa es que el policía sea un referente comunitario, alguien a quien los vecinos conozcan y en quien confíen", apuntan. La formación dura entre dos y cuatro años, según la carrera elegida. Incluye materias legales, técnicas, psicológicas y físicas. Se aprende desde cómo esposar a alguien hasta cómo usar el arma reglamentaria sin poner en riesgo a terceros. Pero también se enseña algo clave: a discernir en milésimas de segundo cuál es el curso de acción correcto.
"El criterio operativo es central", explica el subcomisario Armando Zanoguera. Y añade: "Hay que decidir cuándo intervenir, cómo hacerlo y con qué herramientas. A veces con el arma y muchas solo con la palabra. La técnica sin criterio no sirve".
Más allá de una exigente formación, al egresar, los auxiliares tienen un año de prueba en la fuerza. En ese período, puede ser dado de baja si no demuestra capacidad operativa y adaptación al régimen policial. "Nuestros egresados tienen un año de garantía", bromearon los entrevistados y remarcaron "es mínima la cantidad que no pasan ese período a prueba".
El subcomisario Armando Zanoguera, a la derecha de la imagen.
¿Y las armas no letales?
Un tema recurrente es el uso de armas no letales, como las pistolas Taser. Mendoza fue una de las primeras provincias del país en adquirirlas, hace más de 20 años, pero hoy su uso es limitado y recientemente se autorizó a que los preventores de distintos departamentos las incorporen.
"Las Taser no están en todos los móviles ni en todas las unidades. Son costosas y se utilizan solo en cuerpos especiales como el GES", explica Riveros. Cada unidad está geolocalizada, graba lo que hace, y su munición -los cartuchos eléctricos- debe ser importada.
Las Taser, efectivas, pero caras.
Según Zanoguera, su uso está previsto para casos extremos: tomas de rehenes, intentos de suicidio, episodios violentos donde el arma de fuego sería desproporcionada. "En una cancha o un operativo común, no siempre hay tiempo ni autorización para su uso", aclara.
En esos casos, la palabra vuelve a ser central. "El 90% de los conflictos se resuelven hablando", asegura Zanoguera. "El arma principal es la palabra", añadió. Por eso en el IUSP se imparten talleres de oratoria para los cadetes, y se los capacita en lectura del lenguaje corporal, manejo de crisis y resolución de conflictos.
Una tensión permanente
La calle es un escenario dinámico y en constante cambio. Lo que ayer pudo ser una buena decisión, en otro operativo puede resultar mal. En medio de un operativo, el policía puede tener que decidir si avanza, si se repliega, si saca su arma o si espera refuerzos. Y esa decisión puede derivar en una lesión, una denuncia, una causa penal o incluso una muerte.
Por eso, tanto Riveros como Zanoguera y Antón coinciden en algo: no hay margen para la improvisación. La violencia no se puede evitar siempre, pero sí se puede formar a quienes la enfrentan para que actúen con profesionalismo, dentro de la ley y sin perder el control.
"Cuando la violencia explota, la escena es confusa. Por eso hay que entrenar tanto la mente como el cuerpo. La mejor defensa posible es la formación constante", dice Antón, con 30 años de experiencia.
Los exigentes entrenamientos de los cadetes tienen lugar desde el ingreso al IUSP.
En ese sentido, desde el Ministerio de Seguridad agregaron que existen programas de reinstrucción para quienes ya egresaron del IUSP. "Hay programas optativos y otros obligatorios, como tiro y actividad física, que permiten sumar puntos para postular a los ascensos en la fuerza", remarcaron.
"Su responsabilidad como funcionarios públicos, su deber de actuar siempre dentro del marco de la ley. Se brindan recomendaciones de su proceder en las diferentes situaciones en las que pueda intervenir. Se realizan prácticas de desplazamientos tácticos, manejo de armas, legítima defensa, tiro con armas cortas y largas, medicina táctica, comunicaciones, entre otros", detallaron.
Cada vez que un policía actúa, lo hace en nombre del Estado. Y cada vez que se equivoca, el costo no es solo individual, sino social. Por eso la formación de las fuerzas no puede ser un tema técnico ni burocrático: debe ser un debate público.
¿Cómo se espera que actúen? ¿Qué herramientas les damos para protegernos, y al mismo tiempo, protegerse? En tiempos de crisis, violencia social y cambios constantes, las fuerzas policiales cuentan con una serie de exigencias distintas a las de tiempos pasados. Por ese motivo, retomando la premisa de los entrevistados, la mejor defensa para la sociedad y para los propios policías son agentes bien preparados.
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