Ecos de Japón en Mendoza: la influencia oriental en el CUC y el Martín Zapata

Entre el verde grisáceo de los muros de dos tradicionales colegios mendocinos late una historia que une a Mendoza con la arquitectura japonesa de posguerra. Las líneas de Brugiavini y un emblemático legado.

Ecos de Japón en Mendoza: la influencia oriental en el CUC y el Martín Zapata

Por:Juan Manuel Lucero
Periodista

Cientos de alumnos atraviesan cada año los pasillos del Colegio Universitario Central (CUC) y de la Escuela de Comercio Martín Zapata sin saber que, bajo la calidez del Sol mendocino, el espíritu de la arquitectura japonesa respira entre sus columnas y tabiques de color verde cemento. 

No hay canteros con cerezos en flor -aunque se reconfigura "a la mendocina"-, pero sí una disciplina y un equilibrio que evocan recuerdos de las obras de Junzo Sakakura, Kenzo Tange y Kunio Maekawa, según detalla un trabajo de Eliana Bórmida para la Universidad de Mendoza, sus grandes referentes en esta etapa.

Junzo Sakarkura, Kenzo Tange y Kunio Maekawa, influencias del brutalismo japonés en las obras de Brugiavini.

En la década del sesenta, cuando Mendoza empezaba a imaginar su modernidad universitaria, el arquitecto Juan Augusto Brugiavini proyectó los dos edificios con una mirada que se valía de muchas fuentes, pero que encontraba en el Japón de posguerra una brújula estética y ética.

Según detalla el "Diccionario de Arquitectos" realizado por investigadores del CONICET y coordinados por la doctora Cecilia Raffa, Brugiavini fue hijo de inmigrantes italianos, formado en San Juan, Brugiavini supo tender puentes entre el racionalismo europeo y la sensibilidad oriental. "Racionalidad, durabilidad y economía", eran sus premisas, pero detrás de ellas había también una búsqueda de belleza silenciosa, donde el hormigón mostraba la sensibilidad imperfecta.

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Su primer proyecto escolar, la Escuela de Comercio "Martín Zapata", culminado en 1962, fue una pieza clave de esa visión. Aquel edificio -levantado luego de una disputa con los enólogos de la vieja Quinta Agronómica que impidieron su emplazamiento inicial- se alzó finalmente en el Barrio Cívico, sobre un terreno que alguna vez estuvo reservado para el Poder Legislativo.

Allí, Brugiavini, inspirado en los arquitectos japoneses de su tiempo, comenzó a trabajar con elementos prefabricados in situ, como barandas y marcos de ventanas de apenas cuatro centímetros de espesor, donde la precisión y la simpleza le daban características que marcarían un estilo propio.

El brutalismo con notas orientales de Brugiavini y los característicos canteros con un jacarandá y un ciruelo del patio del Martín Zapata.

Poco después, el CUC, inaugurado en 1967, llevaría esa influencia a una expresión más profunda. En su diseño, el arquitecto mendocino dio protagonismo a la estructura a la vista, con columnas-tabiques inspiradas en los perfiles de la ingeniería japonesa, concebidas para resistir los movimientos sísmicos que marcan el pulso de esta tierra en el lejano oriente.

El resultado fue un edificio que parece sostenerse en equilibrio entre la fuerza y la ligereza, donde las sombras de las escaleras y los juegos volumétricos del hormigón componen una suerte de haiku arquitectónico: sobrio, silencioso, perdurable.

El CUC y sus tradicionales tabiques, barandas y escaleras.

Cada generación que pasa por el CUC o el Zapata deja su huella sobre un paisaje de concreto que ha visto crecer a miles de jóvenes mendocinos: estudiantes que después serían científicos, artistas, funcionarios o docentes que se desempeñan en distintas áreas. 

Todos ellos atravesaron la misma puerta, escucharon el eco de sus pasos sobre los mismos pisos fríos, respiraron el mismo aire impregnado de historia.

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Hoy, cuando la ciudad cambia, los nuevos edificios se alzan tapando el sol que caracterizó siempre a Mendoza y los viejos edificios parecen anclados en otro tiempo, sus estructuras siguen firmes. 

No solo porque fueron pensadas para resistir los temblores de la tierra, sino también el paso del tiempo. El CUC y el Zapata aparecen como parte del paisaje y la historia local.

El arquitecto Felipe Fiorentini junto a Brugiavini en la explanada de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNCuyo.

Brugiavini -que proyectó también la Facultad de Artes y la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNCuyo, la Biblioteca Central y el Comedor Universitario de la misma casa de estudios- dejó un legado que trasciende lo material: la idea de que la arquitectura puede ser, al mismo tiempo, ciencia y contemplación.  

En los días de otoño, cuando la luz dorada del amanecer o la tarde cae sobre los muros del CUC o del Zapata y pinta con ese color la llegada o la salida de los jóvenes que llegan a forjar su futuro, se puede ver que algo de Japón aún vive allí.

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Se trata de un modo de vincularse con el paisaje, de integrarse con la ciudad, de honrar la materia y hacer un uso racional, pero estético del espacio .

Porque en Mendoza, entre el paisaje de montañas, el polvo del desierto y las sombras de los ciruelos y los jacarandás, también hay un rincón donde el hormigón sabe hablar en japonés.

El patio del Martín Zapata, uno de los legados imborrables de Brugiavini.

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