La espía, espiada, el viaje a la F1 y la interna "inteligente"

En un hecho insólito, le hackearon el Whatsapp a la jefa de la SIDE de Corrientes, con un burdo engaño que expuso una interna delicada en los servicios de inteligencia. Qué ocurrió.

La espía, espiada, el viaje a la F1 y la interna "inteligente"

Por:Florencia Silva
Secretaria de redacción

 En este conventillo los grandes temas de la política y la economía se mezclan con vecinos excéntricos, perros mágicos que administran el lugar y una saga de sucesos con límites difusos entre la ficción y la realidad.

Hechos, datos y personajes reales, relatados con elementos de ficción para digerirlos mejor. La realidad siempre supera a la ficción.

"Hola, ¿cómo estás? Quería hacerte una consulta, estoy vendiendo 3.000 dólares en efectivo, ¿te interesa? ¿O conocés a alguien de confianza que quiera comprarme algunos?". Cristina Llevaba una hora viendo reels de Instagram cuando el mensaje la sacó del adormecimiento. Le pareció frío el tono pero tampoco tenía una relación profunda con la mujer que lo enviaba. Por otro lado, los pesos en Mercado Pago andaban rebotando y decidió aceptar la oferta para comprarse una freidora de aire por Temu

Le vaciaron la cuenta.

La correntina vivía al final del pasillo del conventillo. Se sentaba todas las mañanas en el escaloncito de la entrada de su habitación, con el mate calabaza, su gato anaranjado y el paquete de Mañanita  siempre al lado, mientras escuchaba al histórico Juan Carlos Fernández en la LT7. Nadie sabía nada de ella. Era silenciosa, misteriosa y bonita. Un combo infalible para llamar la atención desde el más profundo ostracismo.

Días atrás le hackearon el Whatsapp a la jefa de la SIDE de Corrientes y tuvo que advertir el hecho en una reunión con otros jefes regionales.

Pero como ocurre en la naturaleza, no todas las panteras le ganan a las sombras. Hay algunas lentas, torpes, enredadas. Y a la correntina la mandaban a espiar y tocaba el timbre. Era una jefa de la SIDE, el organismo que nuclea áreas como la Agencia de Seguridad Nacional, el Servicio de Inteligencia Argentino y la Agencia Federal de Ciberseguridad. Se supone que estaba entrenada para "volar" pero se le escapaba la tortuga muy a menudo. Días atrás recibió una llamada muy cordial con algunas instrucciones, llegó incluso a recitar en voz alta el código de verificación que envía WhatsApp e inmediatamente cayó en una estafa virtual.

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 Muerta de vergüenza, la correntina asistió a una reunión con los delegados de la SIDE del interior del país y  tuvo que alertar que alguien estaba pidiendo dinero por ella. La reacción osciló entre el malhumor y las chicanas. La espía, espiada.

Pero, aunque nadie lo admitió, había también mucha preocupación por la situación interna del organismo. Algunas noches atrás, muy tarde, el jefe, Sergio Neiffert "el señor 5", recibió en su casa a su segundo, José Lago Rodríguez. Dicen que fue a pedirle la renuncia por orden de Santi Caputo, porque ni a él ni a Karina les había gustado que tomara cierto vuelo de autonomía. El "señor 5", en calzoncillos, se peleó a gritos con el joven abogado y al otro día pidió su renuncia.

Dicen que Lago Rodríguez también recibió el mensaje del WhatsApp hackeado de la correntina, pero al parecer se quedó en el molde porque en septiembre, junto al director de Servicio de Inteligencia Argentino (SIA), Alejandro Colombo, viajaron a una misión oficial en Azerbaiyán. Andaban tan distraídos que cuando se dieron cuenta, estaban en el Gran Premio de Fórmula 1 de Bakú, con plata de la SIDE.

José Francisco Lago Rodríguez y el director de la SIA, Alejandro Colombo.

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Al final, la historia de la correntina hackeada era apenas el tráiler de una película mucho más rara: una SIDE convertida en un laberinto donde hasta las sombras se tropiezan. Arriba, en Martínez, el "Señor 5" discutía en calzoncillos como si estuviera echando a un vendedor de ollas, mientras su segundo sostenía el ultimátum de Caputo con la dignidad de quien sabe que lo mandaron al muere. Abajo, en el interior profundo, una jefa regional recitaba en voz alta el código de verificación como quien abre la puerta del conventillo creyendo que golpearon para pedirle azúcar. Espías que no espían, jefes que no mandan y un organismo que, si fuera película, sería una mezcla entre "Esperando la Carroza" y "Tinker Tailor Soldier Spy".

Y así, entre carreras de Fórmula 1 disfrazadas de misiones oficiales, renuncias pedidas a los gritos y agentes que confunden ciberseguridad con buena fe, la SIDE terminó pareciéndose a esas casas viejas donde nadie sabe quién tiene la llave del portón, pero todos aseguran que la dejaron "por acá nomás". Caputistas, karinistas y menemistas se empujan en la escalera mientras abajo se cae el techo, y cada tanto aparece alguien avisando que lo hackearon de nuevo. El organismo que alguna vez ostentó operar en silencio hoy hace más ruido que la radio del conventillo al amanecer.