Para no repetir el fracaso hay que atender el contexto

La actualidad argentina, con sus turbulencias, se puede mirar en el espejo de la historia de otros países. Para que las cosas marchen es necesario no sólo encaminar los problemas económicos sino atender a los contextos donde habitan los ciudadanos.

Para no repetir el fracaso hay que atender el contexto

Por:Jaime Correas

 "La mayoría de las cosas fracasan porque nuestra especie tiende a pensar en términos de problemas definidos estrechamente, y suele prestar poca atención a la característica más importante de estos problemas: el contexto más amplio en el que están inmersos. Cuando pensamos que estamos resolviendo el problema, en realidad estamos alterando el contexto. Así, la mayoría de las consecuencias no serán las deseadas".

Martín Gurri, "La rebelión del público. La crisis de autoridad en el nuevo milenio"

Cuando en 2006 se cumplieron veinticinco años del intento de golpe de Estado en España, encabezado por el tristemente célebre teniente coronel Tejero, un diario italiano le pidió al novelista Javier Cercas escribir un artículo rememorando aquellas jornadas. No imaginaba, como nadie puede imaginar en el presente con precisión algo que vendrá en el futuro, que ese pedido lo iba a llevar tres años después a publicar uno de sus mejores libros: "Anatomía de un instante". Y mucho menos que iba a empezar por escribir una novela sobre los sucesos del 23 de febrero de 1981 para finalmente desecharla y encarar una obra muy curiosa que cabalga entre el ensayo, la crónica periodística y, por qué no, la novela. Como sucede cada tanto con algunos notables escritores, dan a luz un gran libro que se torna inclasificable. Y lo más curioso y que define esta obra es que Cercas construye una investigación minuciosa del contexto de aquella fecha que hoy es histórica para poner en foco algo extraordinario y aparentemente menor. Recorre las circunstancias y las personalidades de muchos de los protagonistas con el único objeto de intentar entender un momento, aprehender una actitud y valorarla. De ese modo se transforma a lo largo de más de cuatrocientas cincuenta páginas en una suerte de detective en la búsqueda de una clave.

Los hechos sucedieron en el hemiciclo del Congreso de los Diputados en Madrid. Allí irrumpieron los golpistas, armas en mano, intentando frenar el proceso democrático que se había iniciado tras la muerte del dictador Francisco Franco. Era por entonces España uno de los países más pobres y atrasados de Europa y comenzaba el proceso que lo llevaría a estar entre los más adelantados y ricos de ese continente.

Aquellas jornadas fueron de enorme tensión y los sucesos se extendieron por todo el territorio español, sobre todo en las guarniciones militares. Hubo una intervención televisiva del entonces joven rey Juan Carlos I que, según la versión oficial, fue determinante para terminar con la refriega y salir con la democracia fortificada. En los procesos judiciales posteriores surgió también la hipótesis de que el monarca estaba al tanto de lo que iba a ocurrir y lo dejó correr y los más osados lo acusaban de haber estado en la conspiración. Ríos de tinta se han escrito sobre aquellas dramáticas horas.

Curiosamente el libro más famoso es el de Cercas, que ha trascendido las fronteras ibéricas y tiene una particularidad enfocada desde el título. Reconstruye las complejas circunstancias para poner el ojo en un instante. El jefe de gobierno, Adolfo Suárez, había renunciado y se debía votar por segunda vez la investidura de Leopoldo Calvo Sotelo para reemplazarlo. La primera votación había fracasado. Mientras esto estaba sucediendo ingresaron los golpistas armados y cuando arreciaban las balas dentro del atónito recinto los parlamentarios se tiraron al piso. Hubo tres excepciones que permanecieron en sus lugares: el general Gutiérrez Mellado, el líder comunista Santiago Carrillo y el jefe de gobierno saliente Adolfo Suárez. En tiempos de tecnologías bastante más precarias que las actuales quedó encendida una cámara de Televisión Española que registró todo lo sucedido. Y en esas imágenes se puede ver lo que interesó a Cercas: Adolfo Suárez sentado muy erguido en su banca mientras el resto ha desaparecido gateando bajo sus escaños. Ese gesto llevó a la revalorización del papel jugado en aquel proceso, no sólo en ese día, por ese personaje gris que con el tiempo se transformó en una de las claves del presente español. Ese gesto de hidalguía marcó a la democracia hispánica y por eso un notable escritor se centró en él y tituló su libro "Anatomía de un instante", para rendirle homenaje a su osadía y entereza.

Ver: El presidente del Gobierno español repudió la visita de Milei

Toda la indagación de Cercas fue para entender ese momento en que Suárez decidió no guarecerse y enfrentar el chubasco en su lugar, sin alterarse y marcando la diferencia con el resto. La actitud de los otros dos personajes, Gutiérrez Mellado y Carillo, contiene al gesto del ex jefe de gobierno porque eran los extremos de la España que él intentaba representar: el franquismo que había entendido lo que se venía con la democracia y el comunismo que intentaba entrar en el sistema luego de años de proscripción y penurias. Todos ellos deponían sus posiciones de origen en la búsqueda de un destino común. Algo difícil de imaginar hoy en España y... en la Argentina. Los españoles lo lograron y vivieron la llamada "Transición", con sus claros y sus oscuros. Hoy parecen esmerados en tirarlo todo por la borda, pero esa es otra historia. La Argentina nunca lo ha logrado porque los "instantes" argentinos siempre han sido de ruptura y a cargo de personajes rutilantes, llenos de brillos efímeros. Demasiados dirigentes han hablado de unidad nacional, pocos se la han propuesto en serio.

Desde aquellos tiempos del 23F a la actualidad mucho ha cambiado. Sobre todo con la irrupción de internet y las nuevas tecnologías que han mutado la relación entre los gobiernos y los ciudadanos. Cuando se piensa que en aquel entonces debió quedar una cámara prendida para que se conocieran los hechos y hoy hubieran sido cientos los celulares grabando y múltiples las cámaras televisivas, se comprende la dimensión del cambio. En ese entonces se veía poco de los hechos públicos más profundos, hoy se ha creado la falsa ilusión de que se ve todo. En 1981 no hubo casi conexión entre el adentro del hemiciclo y el afuera. Todavía son célebres el mensaje del rey intentando frenar el golpe y una edición del diario "El País" que inundó Madrid como elementos determinantes en favor de la democracia. Esos hechos pertenecen a una Atlántida perdida. Hoy un discurso en televisión y un diario papel pasarían desapercibidos en el río caudaloso de internet, donde todo es confusión e infinito. Las mentiras y las verdades se multiplican sin parar, al punto de confundirse y confundir al público. Los seres humanos que antes recibían mensajes identificables hoy son bombardeados por un sinnúmero de estímulos imposibles de procesar. El ser humano está empachado y no hay tirada de cuerito a la vista.

Cercas se propuso reconstruir el contexto para hacer foco en un instante a fin de encontrar la clave del papel de un personaje decisivo en un tiempo pasado. En la cita que encabeza estas líneas, Martín Gurri, autor del imprescindible ensayo "La rebelión del público. La crisis de autoridad en el nuevo milenio", analiza premonitoriamente el tiempo en que comenzaba a ser decisiva la influencia de las redes sociales y los celulares en la vida de las personas y de los gobernantes. Y explica por qué fracasa casi todo a raíz de ese empacho humano que se topa con el fracaso de las gestiones para resolver los problemas concretos. Igual ocurría antes, según la hipótesis de Gurri, lo que sucede es que ahora el fracaso transcurre a la vista del público y en tiempo real. Su hipótesis es que justamente se hace lo contrario de lo propuesto por Cercas. De algo particular se deviene lo general y se olvida el contexto. Por eso muchas de las rebeliones actuales son la amalgama de problemas individuales detrás de consignas colectivas difusas. Y los resultados son decepcionantes. Mientras que los cambios positivos tardan en llegar, los fracasos son inmediatos porque los plazos se han acelerado y las insatisfacciones corren más de prisa que las soluciones.

En ese contexto la Argentina vive un proceso novedoso. Javier Milei es el típico caso de estos tiempos de un presidente que ha llegado al poder en un mundo muy diferente al del 23F español. Hoy son importantes las redes sociales y la institucionalidad está debilitada. La incidencia de la prensa es mucho menor que en el pasado y la dirigencia está desorientada. Pero sin embargo su ambicioso proyecto de reformas se ha topado con ese pasado como muestran las trabas que está padeciendo en el Congreso. Sus propuestas van más rápido que las posibilidades de concreción de alguien que no tiene la cantidad adecuada de legisladores y que no ha dado pasos efectivos para conseguir el suficiente apoyo. Más bien lo ha espantado.

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Apenas asumido, Milei puso en marcha el riguroso programa económico que avanza y a pesar de las inclemencias desatadas recibe enorme apoyo. Él está obsesionado con el déficit fiscal y quienes lo apoyan valoran la bajada vertiginosa de la inflación. Por mucho menos, presidentes del pasado hubieran volado por el aire. Pero también están ahí sus menguadas Ley Bases y el DNU 70/2023 que apuntan a los verdaderos cambios de fondo, sin los cuales el equilibrio fiscal no se corporizará en mejorías reales para las vidas de los ciudadanos. El avatar de esas piezas legislativas ha demostrado que todavía existe una arcaica institucionalidad a respetar. Y más allá de las múltiples extravagancia del presidente nadie puede objetarle que estos temas no vayan por los carriles correctos, los mismos de antaño: ahí están el Congreso y las trabajosas negociaciones. Se le puede achacar impericia política, pero no haber tomado atajos antidemocráticos. Haciendo historia contrafáctica se podría decir que sin tanta intervención presidencial a lo Milei mucho de lo que se discute podría estar más avanzado y con más apoyos.

Este panorama actualiza la cita de Gurri del principio y abre interrogantes. Milei parece tener muy enfocada la economía. Si está acertando o no lo dirá el transcurso del tiempo. Tiene apologetas y detractores. Y a todos los alimenta con su decisión y osadía para ponerlos de un lado o del otro. ¿Tiene enfocado el contexto en los términos que plantea Gurri? Eso implica conocer el país, su diversidad, su historia, sus circunstancias, la importancia de temas como la educación y la salud, por sólo nombrar dos cruciales. Hay quienes creen que la economía lo es todo y desprecian el resto, creyendo que la política y el devenir cultural de la sociedad dependen sólo de ella y marcharán con sólo arreglarla. Milei por ahora parece enrolado en ese grupo. Especulan que solucionándola todo el resto se encaminará. La bendita omnipresencia del mercado. Otros, como Gurri y Cercas, saben que las sociedades transitan un estrecho camino que une lo individual con lo colectivo y que están inmersas en contextos complejos. Contextos que no son sólo de cifras macroeconómicas. Y que hay fracasos económicos por la política, así como hay fracasos políticos por la economía. De la buena lectura de los gobernantes de turno depende que se superen las dificultades y se conquisten los objetivos. De que logren hacer sintonizar del modo más armónico posible el contexto con los ciudadanos depende el futuro. Ese que nadie puede prever aunque todos deseen que vaya en una dirección o en otra.