La cobarde intrepidez del pavo y los tres tristes muertos

El voto determinará qué lugar ocupa cada una de esas tres muertes para cada ciudadano. Por eso es que no es inocuo ni inocente no votar o hacerlo meramente por enojo.

La cobarde intrepidez del pavo y los tres tristes muertos

Por:Jaime Correas

"No te des por vencido, ni aun vencido, 

no te sientas esclavo, ni aun esclavo; 

trémulo de pavor, piénsate bravo, 

y arremete feroz, ya mal herido. 

Ten el tesón del clavo enmohecido 

que ya viejo y ruin, vuelve a ser clavo; 

no la cobarde intrepidez del pavo 

que amaina su plumaje al primer ruido. 

Procede como Dios que nunca llora; 

o como Lucifer, que nunca reza; 

o como el robledal, cuya grandeza 

necesita del agua y no la implora... 

¡Que muerda y vocifere vengadora, 

ya rodando en el polvo, tu cabeza!"

"Piu avanti", Almafuerte

Los días previos a la elección primaria de hoy cayeron sobre la ciudadanía tres muertes conmocionantes. Inevitablemente, se colaron en las noticias y tiñeron el proceso electoral. La primera frenó las campañas. El trío se metió en la consideración pública a la hora de decidir el futuro de la maltrecha Argentina. Los fallecimientos desataron reacciones encontradas de acuerdo a quien se ocupó con preferencia de cada una de ellas. Es curioso como aún ingresando las tres en el proceso eleccionario, dos de ellas fueron claras en cuanto a los hechos y la tercera se sumió en un cono de sombras al que ya la población está acostumbrada. En esa zona sombría se debatieron los motivos de la muerte y los antecedentes del muerto. Dos circunstancias que en los otros dos decesos estuvieron tan claros como el agua clara.

La primera muerta fue Morena, una niña de 11 años, asesinada por los golpes que le dieron dos motochorros en Lanús, provincia de Buenos Aires, para sacarle la mochila y un celular. Sucedió frente a la escuela Almafuerte donde la niña estaba por entrar a clases. Las informaciones hablan de dos hombres mayores drogados, que tras robar una moto, salieron a seguir robando para comprar más droga.

El segundo muerto fue Facundo Molares, de 47 años. Las imágenes en las inmediaciones del Obelisco lo muestran en el piso, descompensado, detenido por la policía en una manifestación justamente contra las elecciones democráticas. El prestigioso médico Alberto Crescenti, director médico del SAME, el servicio de emergencias de CABA, adelantó que la causa de la muerte fue un infarto masivo, lo cual fue corroborado luego por la autopsia: hemorragia pulmonar que llevó al colapso cardíaco. No presentaba golpes ni heridas. El hombre tenía antecedentes de salud que derivaron en su final. Sin embargo, la justicia investiga las causas de la muerte de Molares, que militaba en una agrupación llamada Rebelión Popular, por la sospecha de un episodio de violencia policial. Se deberá esclarecer.

El tercer muerto fue el médico Juan Carlos Cruz, de 52 años. Era el jefe del servicio de guardia del Hospital Ramón Carrillo de Ciudadela, provincia de Buenos Aires. Tres ladrones lo ejecutaron para robarle el auto frente a su casa en Morón. Según el testimonio de su hermana y una compañera de trabajo era común que el cirujano atendiera a víctimas del delito y a delincuentes cuando llegaban a sus manos heridos en una zona brava del conurbano bonaerense.

Ver: Quincho: Hoy puede ser día de sorpresas, caras largas y miedo en la política

En su más reciente libro, el francés Emmanuel Carrère recrea los juicios por la matanza cometida por un grupo de yihadistas el viernes 13 de noviembre de 2015. Fue perpetrada en tres puntos en París, pero el más célebre fue en la sala Bataclan, donde se desarrollaba un recital de música. "V13. Crónica judicial" le permite a su autor, como suele suceder en sus textos, realizar múltiples indagaciones a partir de ciertos sucesos conmocionantes. En este caso analiza, entre otros aspectos, la problemática del conflicto del creciente mundo islámico en su país y en el resto de Europa, el terrorismo desatado e incontrolable, el debate moral sobre apropiarse de vidas de inocentes para concretar una venganza religiosa con marcados tintes políticos, etcétera. Y también se proyecta en una de las obsesiones de su obra: víctimas y victimarios. Reflexiona Carrère: "Es preciso confesarlo: a la gente aficionada a los juicios, cronistas judiciales de profesión u ocasionales como yo, más que las víctimas les fascinan los culpables. Compadecemos a las víctimas, pero tratamos de comprender la personalidad de los culpables. Son sus vidas las que escudriñamos para detectar el punto del desgarrón, el punto mismo en el que se desviaron hacia la mentira o el crimen." Y recuerda el pensamiento de Spinoza: "No juzgar, no deplorar, no indignarse, únicamente comprender". A continuación recuerda la reacción del primer ministro francés Manuel Valls en tiempo de los atentados: "Comprender ya es disculpar". Remata Carrère: "No estoy de acuerdo con Manuel Valls".

El escenario trazado por el gran escritor galo puede ser aplicado a la situación argentina actual. ¿Se puede avanzar sin comprender? ¿Comprender es disculpar? ¿Comprender no es el paso más importante para actuar? ¿Comprender no es ante todo distinguir, separar, analizar, valorar? Frente a las tres muertes que se meten adentro de los sentimientos de la mayoría de la población con su carga de angustia, ¿no es imprescindible la comprensión para no equivocar la reacción? Pero la realidad es que las reacciones de casi todos los argentinos distan de toda comprensión. Se guían por los sentimientos más primitivos.

Hay minorías intensas que pretenden usar un hecho dramático para llevar agua turbia a su molino. Ayer nomás ciertos sindicatos docentes bonaerenses llamaron a un paro por el presunto "asesinato" del hombre frente al Obelisco, pero habían guardado un ominoso silencio frente al confirmado asesinato de Morena, a pesar de ser una alumna a punto de entrar a su escuela. ¿No es imprescindible comprender una situación así para saber cómo pararse frente a ella y saber cómo actuar frente a quienes reaccionan de ese modo atroz? En la discusión que está hoy vigente con respecto al futuro del país: ¿se pueden acordar políticas con esos grupos y lo que tienen detrás o se requiere de un conflicto con ellos para que no se salgan una vez más con la suya? Desde ya que no se trata de un conflicto en los términos que esos grupos plantean, como autitos chocadores y con violencia, física y simbólica, sino de un necesario enfrentamiento programado, donde las vicisitudes y consecuencias estén pesadas y medidas. Es fácil sobreactuar el reclamo, con cierta demagogia, de acuerdos y consensos sin explicar cuáles y con quién. Más difícil es pararse con firmeza.

Uno de los hechos más indeseables que muestran estas tres muertes es que los muertos en la vía pública en situaciones violentas de inmediato se ideologizan y por lo tanto se los usa bastardamente. Y lo peor de todo es que se lo hace desde los puestos más encumbrados de la dirigencia política y social. Basta repasar las noticias de las últimas 96 horas para espantarse. Un gran cambio sería empezar a curar esa enfermedad que ha sido inoculada en el tejido social deliberadamente en los últimos años. El mal consiste en sopesar una muerte no por el drama que representa sino por el provecho que se le pueda sacar. Los casos más patológicos y que deberían servir como antídoto fueron el de Santiago Maldonado y el del fiscal Alberto Nisman.

Ver: Este voto es mío

Existe en la Argentina la expresión de triste memoria "tirar un muerto". Es cuando se usa la violencia con finalidades políticas. Al parecer no existe en otras sociedades, es otra originalidad argentina, siempre creativa con lo necrológico. Su utilización ha sido moneda corriente y en estos últimos tres días hubo un intento deliberado de volver a operar esa herramienta asquerosa.

Hay hechos duros, concretos, que anteceden a las muertes. Morena era una estudiante, el médico Juan Carlos Cruz era alguien al servicio de la comunidad y Facundo Molares, el manifestante, tiene un amplio prontuario por su protagonismo en la sangrienta guerrilla colombiana de las Farc y otras insurgencias. Hoy se vota. El voto determinará qué lugar ocupa cada una de esas tres muertes para cada ciudadano. Por eso es que no es inocuo ni inocente no votar o hacerlo meramente por enojo.

El dilema es desorden contra orden. Retraso contra progreso. Decadencia contra cambio. Violencia contra paz. Nadie debe morir injustamente. Aunque ese es un ideal que no sucederá, se debe buscar. El modelo del estudio y la curación es más cercano a conseguirlo que el de la guerrilla y la agitación. Parece ser más cercano al que prefieren la mayoría de los argentinos. El otro responde a esas minorías intensas que sirven para vetar cambios que a su vez favorecen a ciertas corporaciones beneficiadas. Basta ver las reacciones encadenadas de estos día para comprenderlo.

Para que la democracia republicana tenga alguna posibilidad, más allá de todas las críticas que pueda llevarse con razón la política y los políticos y los enojos individuales de una mayoría, ojalá hoy muchos argentinos voten. Y que la elección esté marcada por la comprensión de lo que está pasando más que por el enojo y el desencanto. Porque si no, ganará el desorden, como lo viene haciendo. Ojalá retumben los versos de Almafuerte, el patrono de la escuela de Morena, la alumna asesinada: "Ten el tesón del clavo enmohecido /que ya viejo y ruin, vuelve a ser clavo; /no la cobarde intrepidez del pavo /que amaina su plumaje al primer ruido."