El duelo de compadritos sólo conduce a sombrías tinieblas

Suele haber en la Argentina una corriente de incomprensión y malos entendidos entre las usinas porteñas y extranjeras y las situaciones provincianas.

El duelo de compadritos sólo conduce a sombrías tinieblas

Por:Jaime Correas

 "En aquel duelo delicado que sólo adivinamos algunos íntimos no hubo derrotas ni victorias, ni siquiera un encuentro ni otras visibles circunstancias que las que he procurado registrar con respetuosa pluma. Sólo Dios (cuyas preferencias estéticas ignoramos) puede otorgar la palma final. La historia que se movió en la sombra acaba en la sombra."

Jorge Luis Borges, "El duelo"

La detención el 24 de marzo de 1976 del escritor y periodista Antonio Di Benedetto en la redacción del diario Los Andes de Mendoza produjo estupor y mucho silencio a su alrededor. El primer sorprendido fue él porque desde su puesto de dirección del matutino no lograba comprender las causas de su apresamiento. Nunca las supo y hasta el día de hoy son difusas. Quizás porque no existieron y fueron una sucesión de malos entendidos. Las consecuencias fueron tenebrosas. No militaba políticamente y mucho menos participaba de alguna organización armada. Se habló de venganzas personales, pero lo cierto es que murió en 1986 sin respuesta a las causas de su martirio. Primero fue la cárcel, la tortura psicológica y física, y después el exilio europeo hasta el regreso a la Patria en 1984. Ya alejado de la Argentina publicó en 1978 en España un volumen de cuentos: "Absurdos". Allí aparece por primera vez un texto que se transformará en uno de los más elogiados de su obra: "Aballay". Ese cuento fue celebrado por Borges, Cortázar y Mujica Lainez. Borges le escribió en 1980: "María Kodama me leyó su cuento en Madrid. Usted no se ha limitado a evitar victoriosamente los riesgos arqueológicos de una ficción que ocurre en otro tiempo. Usted ha escrito páginas esenciales que me han emocionado y que me siguen emocionando". Luego y hasta hoy "Aballay" ha abierto líneas de análisis que lo ponen en contacto con algunos puntos neurálgicos de la cultura argentina. Ahí está su diálogo con el "Martín Fierro" y la literatura gauchesca, pero también su elevamiento a la problemática filosófica de la culpa y la penitencia. Uno de los puntos más sobresalientes es que Di Benedetto también pone en contacto a esa tradición vernácula con el mundo griego, algo que ya había ensayado Leopoldo Lugones en "El payador".

La trama de "Aballay" (cuento que por lo elaborado y ambicioso parece haber sido escrito antes de su cautiverio) se inicia con toda claridad en la Capilla de Laguna del Rosario en Lavalle, al norte de Mendoza. Hay una misa por los festejos de la Virgen del Rosario y el cura en su sermón alude a los "estilitas". Eran monjes cristianos de Medio Oriente que a partir del siglo V se subían a una columna ("stylos" en griego) para orar y expiar sus culpas. Nunca más se bajaban y la tradición dice que algunos célebres murieron montados a esa especie de cárcel. Aballay, que está buscando, escucha con atención y luego dialoga con el sacerdote.

El personaje del cuento de Di Benedetto guarda un secreto, fundacional en la literatura argentina a través de Fierro, el personaje de José Hernández: ha matado a un hombre. Tomando el ejemplo escuchado en la misa, decide subirse a su caballo y hacer penitencia allí. La condición es no volver a pisar la tierra de los hombres, no bajarse nunca. Correrá aventuras Aballay sin apearse de su monta. Con sus acciones entra en tensión la aridez del desierto y la expectativa de marchar hacia la Pampa. Pero Aballay retorna, aun cuando está a punta de sumarse a un convoy al que acompaña un trecho. Distintos avatares del cuento, marcados por la violencia y el azar, llevan a la escena dramática del duelo final entre Aballay y el hijo de su víctima. Ya es un hombre, que de niño ha presenciado el momento de la muerte de su padre y vuelve para vengarlo.

La profusa crítica sobre "Aballay" ha analizado diversos aspectos, pero sobre todo ha vuelvo sobre un tópico central en los estudios literarios e históricos argentinos: el problema del centro y las márgenes y del puerto y sus alrededores y el interior. Es curioso como en general han aceptado que se trata de un gaucho y muchos no han advertido su residencia en el desierto mendocino, remitiendo al personaje a claves que son pertinentes en la Pampa pero no en el desierto. Sea dicho que Antonio Di Benedetto escribió en su autobiografía "Soy argentino, pero no he nacido en Buenos Aires". Además se negó sistemáticamente a residir en la ciudad junto al río inmóvil hasta que las crueldades de la existencia lo llevaron a pasar sus últimos dos años allí. Cuando ya era un ser acabado y muy triste, que sobrevivía como podía en un medio que no dejaba de mostrarle una enorme indiferencia, salvada sólo por algunas amistades a las que se aferraba.

En general los mayores desaciertos críticos se han dado desde afuera de Mendoza. Suele haber en la Argentina una corriente de incomprensión y malos entendidos entre las usinas porteñas y extranjeras y las situaciones provincianas. Aballay a todas luces no es un gaucho, el propio Di Benedetto lo aclara en el texto y es desoído en el afán de asimilarlo a una concepción gauchesca pampeana adoptada de antemano: "Desde su carretón ambulante, el mercachifle lo convocó con una voz: ‘¡Gaucho!', que Aballay no reconoció para sí o lo predispuso contra la intención de quien lo nombraba de esa manera, por unos cuantos aplicada con menoscabo. Iba a desentenderse de él; no obstante, el otro, a gritos para hacerse oír, sólo quiso preguntarle si tenía plumas."

Es destacable que la palabra "gaucho" en "Aballay" aparece sólo dos veces y la segunda es para que el personaje nuevamente rechace su condición de tal. Cuando le preguntan: "¿Quién sos?", responde "Un pobre".

Ver: La absurda amenaza de Nacho Torres y el recuerdo de Paco Pérez

Una sordera similar de ida y vuelta se está produciendo en estos días entre el gobierno nacional y las provincias. Como en toda discusión cada parte invoca un pecado previo del otro. Por desgracia la escalada ya llega a ribetes bélicos, volviendo a tiempos preconstitucionales del siglo XIX. Por eso quizás valga imaginar modos de diálogo y de interpelación que eviten males mayores y que modernicen y hagan más constructivo el contacto. Sobre todo porque no debe olvidarse que cuando la Nación ha estado al borde de la disolución por los enjuagues cercanos al Obelisco han sido las provincias las que han mantenido la unidad. Sólo hay que seguir el proceso del 2001 para comprenderlo. Eso no quita los malos manejos provinciales, incrementados por las necesidades electorales de quienes han estado en la Casa Rosada, que sin empacho han multiplicado las mal formaciones para tener el control de los votos. Lo sucedido en todo el período democrático con la Coparticipación Federal (una de las claves de la decadencia argentina) y los fondos discrecionales (otro cáncer del desarrollo posible del país) ilumina que hay una perversa necesidad de mantener lo malo para garantizar el acceso y permanencia en el poder. El populismo por eso ha llevado hasta el extremo el entramado corporativo que se está intentando desmontar con el DNU y la Ley Omnibus. Carlos Gervasoni ha analizado esta problemática con gran profundidad. 

Ambas normas, ahora en disputada, fueron ideadas con el liderazgo de Federico Sturzenegger por un amplio equipo de especialistas que trabajaron desde 2022 en desentrañar el laberinto de la decadencia nacional de raíz corporativa.

Basta tomar un ejemplo de algo sucedido hace pocos días y cómo debería haber evolucionado. Durante años desde Nación se pagó un muy mal complemento en los salarios docentes a través del Fondo Nacional del Incentivo Docente (FONID). Malo porque es una cifra pequeña que no cambia el salario, que se paga en negro, contradiciendo cualquier buena práctica salarial, y, fundamentalmente, porque con lógica populista le da una migaja a todos (fue pensado sólo para docentes de aula y de las provincias que hicieran los deberes para mejorar el sistema) no cambiando la situación salarial de nadie y destinando una enorme masa de recursos que se restan a los necesarios programas nacionales que deberían existir. Se gasta mucho dando poco a todos y se pierde la posibilidad de aplicar con esa gran masa de recursos políticas que beneficien al sistema, sobre todo a quienes deben aprender, que son los alumnos. El FONID se sostenía en una normativa tan precaria que el gobierno de Javier Milei ni siquiera debió derogar nada sino simplemente dejar caer una extensión que Alberto Fernández firmó hasta diciembre de 2023. De hecho hay provincias que ya han sumado ese monto a sus arreglos salariales para que mañana empiecen las clases. En el caso de Mendoza pagando los aportes correspondientes para blanquearlo.

Pero acá surge la pregunta del millón. ¿Está asegurado que esa masa de recursos que se usaba de pésima manera con el FONID vaya a los necesarios programas educativos que la actual Secretaría de Educación está elaborando, como el vital Programa Nacional de Alfabetización? Por desgracia la respuesta es no e inevitablemente se mezcla con la pelea de guapos entre Nación y gobernadores que hace acordar a los duelos de compadritos orilleros de Borges.

Las provincias están administradas de diversa manera. Por eso unas han podido acomodarse mejor a cuanto está sucediendo y otras han entrado en crisis profundas de inmediato. La raíz está en aquella mala distribución de la coparticipación y en el perverso juego electoral que ha condicionado a que haya provincias a las que no les convenga desarrollarse y mantener gobiernos feudales. Ellos aseguran con la moneda de cambio de los votos legislativos un estado de cosas pútrido. Por la pelea actual importa más el recorte de los fondos del FONID que el destino final de ese dinero. Y eso condena a la educación a una decadencia de la que le cuesta salir y todo se mezcla con todo creando bandos impensados de autodefensa.

Sarmiento ya lo explicó con brillantez. La educación es la única rama de la actividad humana donde no impera la ley de la oferta y la demanda, clave para la comprensión de las ideas de la libertad que propugna el presidente Milei. Quien tiene hambre pide comida, el que tiene frío pide abrigo, el enfermo pide salud, pero el ignorante no pide educación, todo lo contrario. La piden más quienes ya la tienen porque saben que los mejora y se alejan de ella los que no la poseen porque no la valoran. Este razonamiento genial explica el por qué de la necesidad de políticas estatales nacionales activas y bien dirigidas para abordar el tema educativo. Subsumir la educación en un ministerio llamado "de Capital Humano" parte de una incomprensión básica. Se debería llamar en todo caso "Ministerio de Educación" y Capital Humano ser un adjetivo. Lo cual no quiere decir mantener el statu quo que traíamos sino enfocar bien el asunto. El punto de partida es la educación, porque como decía Sarmiento "en una república todos los problemas son problemas de educación". El grave peligro de hoy es que el árbol está tapado el bosque y se cree que el problema es que Nación no pague más el FONID, lo cual es una buena medida si va atada a la clara asignación de esos recursos a las necesarias políticas estatales que apuntan primordialmente a quienes no reclaman educación porque no conocen su valor. Creer que es un problema fiscal y no cultural es errar el tiro de una manera mortal. Para que esto se entienda y no se cometan errores que atrasen aún más se requiere el diálogo de quienes detentan la motosierra con quienes tienen los GPS bien orientados y tienen las competencia. Algo similar a lo sucedido con el diálogo entre Bergoglio, "el representante del maligno en la tierra", con "Adolfito" (en alusión a un pequeño Hitler) Milei, mutado en un encuentro sereno entre "el argentino más importante de la historia" y "Javier, ¿te cortaste el pelo?". En los dos extremos hay sobreactuaciones innecesarias que derivaron del exceso de belicosidad original. No estuvo mal mutar en un encuentro entre personas que parecen enfocarse al bien común sin tanta pirotecnia.

Es imperiosa la construcción de vasos comunicantes directos entre el presidente y los gobernadores. Sin intermediarios ¿Quién garantiza que esta payada de lenguaraces va a llegar a buen término? Como dice Borges, la historia que se mueve en la sombra acaba en la sombra. Quizás un poco de luz no vendría mal, sobre todo cuando el diagnóstico que está marcando Milei con el trabajo de Sturzenegger muestra con contundencia que hay mucho malo para reparar. De ahí que no sea aconsejable empujar a las garras de las corporaciones y sus intereses a quienes podrían colaborar en construir un futuro mejor. Depende en exclusividad de Milei, porque es la cabeza. Que tenga la templanza de producir un milagro como el romano de mutar insultos por palabras. Con la apertura de escuchar no sólo los acordes que le son familiares sino otras músicas cercanas que mientras más amplias y armoniosas sean es mejor. No parece ir por ahí el presidente, sino por el enfrentamiento en búsqueda de la capitulación del otro. El encuentro vaticano muestra que hay otros caminos.