Inesperadamente una tormenta eléctrica húbose desatado sobre ese silente pueblo. Aún el cielo la anunciara, aún los movimientos de los nubes que saben anticiparla, los parroquianos, estaban ocupados en sus quehaceres y no se dieron cuenta de lo que se les estaba por venir encima de sus casas, encima de sus techos. Cierne la tormenta.
(Me gusta frotarme las manos de vez en cuando. No por frío, sino por gusto. Al escribir y contar lo que me dictan hay veces que paro a frotarme las manos, y también paro, a frotarme las piernas, y me doy calor y aliento a mí mismo. Y me acerco con una mano, generalmente la izquierda, unos sorbos largos de café a la boca.... ¡Yo me doy por la boca!)
¡Es eléctrica! Entonces. La tormenta inesperada. Y es el cielo el único médium que la anuncia. A los gritos sordos y pelados. Esas nubes incestuosas se recargan de más nubes. Y es una cadena de pompones blancos y azulados que terminan anulando al sol. Y lo hacen por deformación y no por mudanza. Lo escuenden al sol. Y cuando lo escuenden es una maravilla. Verles amodorradas sobre el calcio. La nubes se anaranjan. Y llevan escondido entre sus vientres al sol, y oculto se lo pasan de regazo de una a otra nube; por eso de la magia, que tiene el movimiento mareante de las nubes, esto sucede. Sol niño amarillo de oro. Lo mecen algodonales aéreos al niño santo. El sol está secuestrado por las nubes. Y el niño amarillo de oro...
La imagen es bellísima. No me digan que no. Al menos eso quisiera transmitir con lo que escribo. La belleza de las nubes encapotadas sobre el pueblo, que es todo mi mundo en ese suelo. Cielo parco. Bigotudo y altanero. Las veo formar una masa turbulenta de aire comprimido; y también veo que con apenas unos dejos de lluvia la garúa se acentúa con sus púas sobre mi corazón. Todos los santos días esas nubes amenazan. No es frecuente ver caer agua en el desierto. Puro amague es ese nubarrón pasajero que amaga, y será que deba, en otros suelos, largar toda su furia encapsulada. Y, ya se sabe. Aquí es la piedra y la arena, y es la tierra cuarteada y su polvo quienes mantienen fantasmalmente su presencia, la presencia de esa nada. La cuestión del despegue del arriba hacia abajo, y que caiga.
Frente a la intemperie y la desolación no queda ni un santo, ni un profeta que camine por la arena. Nadie, parece, creerle más a nadie en este suelo. Por lo visto y lo que se escucha, nadie, posee un horizonte en el cual acodarse a filosofar el porvenir, y repasar la historia de las acciones humanas que han hecho los hombres y las mujeres de estas lejanías. El desierto es la misma nada ¿Es el desierto el fantasma real de una imaginación esquizofrénica? Y ya se dijo, ausentes los profetas que supimos ver peregrinar hacia la meca. No se ven las siluetas de los profetas ni las sombras de sus promesantes. Y tampoco se ven los contornos de sus camellos. Antes, cuando todo esto era viña, los camellos ondulantes paraban en lo alto de la duna. Pero la duna ha desaparecido en el ondularse de la vista por causa de un maléfico espejismo. A la duna donde aquel camello se paraba, quizá, la haya modificado el mismo viento.
Cosa e mandinga.
Qué será la vida del profeta, pregunta, paranoico y descentrado, un amigo al que de pibe lo apodaron el profeta. Y yo le respondo que el profeta ya no está. Que el profeta se ha muerto. Tocando y tocando su batería china con sus palitos chinos importados. Y nadie sabe si el ausente profeta mencionado está sepulto, o lo han dejado como Creonte dejó al cadáver de Polinices, hermano de Antígona, al aire libre, abandonado, que destilara su hediondez por considerarlo traidor y acusado de quebrantar el orden de su ciudad, y que sea tan solo alimento de rapiña. Antígona, la del mito, se resistió. Sí que resistió a tal destrato con su hermano. Le hizo frente a la orden de Creonte y sepultó a su hermano Polinices en secreto. Pero bueno... Ya pasó, ya paso. Dejemos de llorar esa tragedia. Ante hechos como estos de público conocimiento griego, digo, habrá que asumir la desdicha de Antígona y también la malaventura de sus hermanos y la de toda la ciudad de Atenas. La de sus parientes todos y toditos en esa guerra fratricida que de ahí se desprendió. Porque Creonte...
Y los vientos, Ay... los vientos, ¡Qué belleza!
La belleza de los vientos. Título de la obra que me gustaría escribir (y ya lo hice) una vez se lo dije a MM y, luego se lo conté una noche a MR. Que quería escribir una novela o algo semejante, un alegato largo, una descripción plagada de eufemismos y de buena prosa, sobre los cuatro vientos cardinales. Pero ellos me dijeron que ya lo había hecho antes, en otro tiempo, en otras obras sobre otros vientos. Yo no me doy cuenta ni encuentro en mi recuerdo dónde fue que yo lo hice. No me acuerdo si eso lo escribí en algún papel o en un cuaderno viejo, de los que saben de estar amontonados en los aparadores juntando mugre por la casa. Entonces, pienso, que si ellos (MM y MR) dicen que lo hice, y yo no lo recuerdo, lo tendría que hacer de nuevo. Porque a mí me gusta escribir dos veces lo que veo. Escribir es reescribir y leer es releer. Lo demás es entretenimiento. Puro cuento. Desgracia a primera vista.
Vacaciones en la playa con Marisa y sus tres hijos adolecentes. Ella lee una novela hecha y derecha para sentirse mejor, y los hijos adolescentes de Marisa se han de ir al mar con unos amigos a nadar mar adentro, y no creo vuelvan hasta la noche a la hora de cenar. Marisa lee cosas lindas desde que se separó de su marido, y yo le digo, como aquel presidente de la nación: "decime cosas lindas, Marisa".
Y también se lo dije y le conté, pero por otras vías, quizá astrales, o por vía telegráfica, al vikingo CK. Se lo dije una tarde en mi casa mientras nos bajábamos tres botellas de vino tinto y nos comíamos un pollo al espiedo con papas. Él es quien supo hacerlo, sí. Y no estoy hablando del pollo, porque lo compramos hecho al pollo. Él, en su islario de geografía universal rejuntó ínsulas reales y existentes en un libro, pero también incluyó en ese islario, cayos imaginarios, estrechos y lagunas inexistentes de toda geografía, como el espejismo de SIWA, que, según dicen, queda en Libia. Y que va mucho turismo ecológico de plata y de vacaciones. Guiris. Pijos. Judíos alemanes y holandeses. Gente de guita de Francia.
Si uno se fija en el mapa, pegadita a Egipto, está esa tenebrosa laguna mencionada, SIWA. Las Malvinas Argentinas, aparecen en ese islario, como tantos otros deltas. Pero es en los relatos de Darwin que a las Malvinas se las nombra. Y el vikingo CK aprovecha, y lo cita a Darwin para referirse a ellas. No una, varias veces lo cita para referirse a las Malvinas. En su evolución, esas islas, -cuenta el vikingo CK que dijo Darwin-, "se irán agrandando por el efecto del descongelamiento, y se unirán a la Antártida hasta ser un continente de pólderes, y abrazarán golfos y penínsulas. Bahías".
Darwin deliraba. Le habían convidado un brebaje que aquí se usa cuando viene a conversar un conquistador, sea este sabio o investigador o estudioso ¡Es un conquistador! Y al conquistador no se le succiona el miembro, ojo. Sí, es cierto, que lo saben hacer algunas tribus a modo de reverencia. Y que cuando llegan los extranjeros y a modo de bienvenida, una tribu en particular se la chupa toda al conquistador. Lo descargan de vitalidad. Porque en el sur, los indios patagones, usan un veneno hecho licor pa conversar. Y es desde ahí que Darwin...
Espejismos de la literatura.
El libro de los vientos, o algo así, aparecería ulteriormente en la Revista Barton donde el vikingo CK hizo de su arte un ministerio. El vikingo fue un orfebre de los textos. Lo llamaban a cada rato cual plomero, para que solucione dificultades del gas en las cañerías de una obra en construcción. Cuestión (y disculpe el lector tal confesión) Que (yo) no puedo hacerlo, digo, al libro de los vientos. Estoy negado a describir la belleza de las simples cosas. Mi situación de escribiente no me lo permite. Es el autor denominado escritor quien puede darse tales licencias. Ese gusto y ese goce no me pertenecen. Sin embargo, yo disfruto con lo que me dictan. Y cuando me canso, esta máquina no para, porque se me aparece el amanuense que por oficio sabe cuándo intervenir con su estilete sobre el texto. Estoy cansado, dije. Escribo porque mi trabajo se trata de esto, de cansarme escribiendo por una miserable paga. Con lo cual puedo decir que ya formamos un cojonudo equipo, una tríada involuntaria y perfecta, inseparable. Escribiente, amanuense y las voces que nos dictan, integran esa triada.
Las voces no paran de indicar. ¿Ambientan ese idílico momento en la supuesta creación? ¿Toda vocación lleva en su vientre la posibilidad de una creación autentica e independiente del afuera? Pero a veces, uno, no tiene vocación para nada. Y pienso en lo largo que se hace llegar al nervio óptico de un cuento cuando uno no tiene vocación. Se me demoran los dedos sobre el teclado, y yo, me quedo mirando el ventilador del techo, primero como excusa para divagar sobre los vientos, que no veo ni escucho retumbar en las chapas de las casas. Pero no. Vaya uno a saber de qué se trata esto del crear, cuando lo que hace uno lo hace tan solo pa morfar. Amor fatti entonces. ¿Porqué no pensar que las estrategias de supervivencia de todo escribiente llevan a la inconsciencia y que la misma inconsciencia abre la canilla y aparezcan las voces de la misma creación?
En diferentes condiciones, la creación es anónima y silenciosa. A uno le dictan, y al copiar, puede hacer trampa. El dictado de un texto largo, digamos, por nombre novela, permite se ejercite la trampa. En la literatura de las grandes obras está inscrita la trampa. Pierre Menard, el autor del Quijote. En el desarrollo del meollo, aun no se deje ver ese meollo está el julepe del texto. El hoyo del queque. Acaso nadie crea ya en la trampa de la literatura. La literatura está llena de agujeros negros por donde pasan los autores publicados. Esto lo dice Orangel en uno de sus libros, y sé, que Orangel, no es santo de la devoción de la academia, ni mío. Pero aun ese prejuicio con Orangel, Orangel lo dijo y pasó inadvertido Orangel con lo que dijo, y por eso es que se traumó Orangel al punto que el alcohol...
Porque nombran a la literatura con ese nombre: LITERATURA, es que las cosas y los dichos se apocan en el lenguaje y en el idioma de los argentinos. No se puede detectar ese apocamiento así como así al principio. Es sutil su espectro, ante los ojos de alguien que no existe. El autor es el único que cobra existencia real en la jungla de la empresa editorial. Y es él quien alimenta a los que sostienen su causa de héroe para salvar a la editorial. Mas no actúa así el escribiente. No. Y mucho menos un amanuense.
Estamos en condiciones de celebrar ¿Estamos en condiciones de celebrar? Un texto se termina y se publica. Nosotros estamos agazapados. Nosotros, con el amanuense, estamos en una situación de guerra con el autor y también estamos en guerra con la cultura. Y la empresa del autor que lo sostiene es parte de la cultura a la que nos enfrentamos. La empresa es la empresa. Una editorial no es más que una empresa que "pretende" determinadas cosas y "persigue" específicos objetivos, los supone comunes a escritores y por ende se lleva puestos a sus lectores, lectores de los libros de la empresa editorial. Aun les de vergüenza decirlo, una editorial es un negocio en la literatura nacional (la discusión de lo rentable o no, es otro cuento) Nadie hace nada por amor al arte de la editorial. Aun se trate de una edición artesanal es un pequeño negocito de arte conceptual. Kiosquitos. Donde venden, chupetines artesanales pa los niños.
Y por oficio, el oficio de escribiente y de amanuense alternadamente sabemos dónde está la trampa. El nido. El tesoro. El grial. El dorado que no se ve y permanentemente buscamos. Usamos a la trampa en la vida cotidiana así como en el truco y en los juegos. Nos hemos acostumbrado de niños a la trampa. La trampa es condición para ser parte de ellos y poder participar en ese juego, en esa "ilusio". Porque el juego incluye a la trampa, si no la aceptas quedas afuera del juego y de todo, hasta del texto, en los márgenes de la escritura, en las afueras de la literatura nacional. En el conurbano de las letras. No obstante sabemos meter púa, y lo que se nos da la gana metemos cuando nos dan por encargo un material escrito de largo aliento. Porque después, dada la calificación que tenemos los escribientes en la superestructura cultural, nadie que le presta atención el escrito final y concluyente, para ir, digamos por ejemplo, a una prueba de galera. Y es ahí donde la trampa se hace evidente y se pronuncia, aunque borrosa, se habilita. Y de la trampa, la literatura hace una trama de lenguaje. A veces teje, laberintos incompresibles de palabras y des-bordes. Pero la trampa está ahí, en la trama impensable de la trampa, que se hace trauma escritural y rodeo psíquico por la no compresión de lo dado y lo hecho. Lo imaginado y proyectado. El por-venir.
Podríamos decir ahora, sí, ahora, en este momento y en este espacio del escrito, que, la traición ES literatura. La cultura ES el enemigo. Y escribir ES síntoma de algo que no se sabe. Una enfermedad, digamos, producto de la propia literatura que se inocula como un virus. Ya se dijo que hay literaturas que enferman. No es el caso de Marisa, que lee cosas lindas.
Sirva todo este rodeo para contextuar al monstruo, del cual vamos a contar algunas cosas. Cada comunidad, cada barrio -no quiero decir sociedad porque la sociedad no existe menos que menos hoy. La sociedad es una abstracción sin comunidad. No existe la sociedad como no existe la opinión sin comunidad. Opinar existe en el cara a cara, pero en la abstracción, la opinión pública, así se le dice al conjuntos de opiniones, cobra existencia por alquimia de la trampa- crea a su propio monstruo, a su síntoma colectivo. Y de ahí viene esta trama, de la cual advierto, contiene imágenes sensibles, y algún que otro sentimentalismo de pueblo en su dislexia en los personajes que a continuación se les presente, en esta obra teatral.
Vamos a los hechos, entonces, porque así fue lo que ocurrió en este pueblo, en medio de la inesperada tormenta eléctrica.



