El crimen perfecto de la "Ficha limpia"

Sea cual sea la interpretación, los ciudadanos fueron burlados una vez más por los políticos agazapados en todos los bandos en pugna.

El crimen perfecto de la "Ficha limpia"

Por:Jaime Correas

"En lugar de una hermenéutica, necesitamos un erotismo del arte."

Susana Sontag, "Contra la interpretación" (1964)

En 1969 la editorial Seix-Barral de Barcelona publicó un volumen de ensayos en cuya contratapa aparecía la foto de su joven autora de 34 años. Se anunciaba que había estudiado en las universidades de Chicago y Harvard, publicado dos novelas y colaborado en diarios como "The New York Times" y en varias de las principales revistas estadounidenses. Acababa de publicar un libro sobre su viaje a Vietnam del Norte, "Trip to Hanoi" y estaba filmando una película. El libro reunía una serie de ensayos cortos y llevaba el título de uno de ellos: "Contra la interpretación". Era la introducción al castellano de Susan Sontag, quien se transformaría en una de las pensadoras más influyentes de la cultura planetaria hasta su muerte a fines de 2004. Aquella pequeña pieza que le servía de presentación y daba título a su libro está enfocada en su visión de la interpretación del arte a lo largo de la historia y la situación en su tiempo, en función de quien recibe la obra artística. Leída hoy sigue siendo sumamente desafiante y sugestiva. Ya no sólo frente a su propósito, la hermenéutica (teoría de la interpretación de los textos) artística sino también, por extensión, a cualquier tipo de actividad interpretativa en otros campos de la vida humana. Aseguraba la autora: "La interpretación presupone una discrepancia entre el significado claro del texto y las exigencias de (posteriores) lectores". Parafraseando a la ensayista se podría decir que en estos tiempos los hechos reales dan paso a las "exigencias posteriores de los intérpretes". De ese modo esos hechos se desdibujan y la sociedad se sume en la incomunicación y la discordia a través de los intérpretes. Para acotar su análisis, la propia Sontag advertía: "No hablo de interpretación en el sentido más amplio, el sentido que Nietzsche acepta (adecuadamente) cuando dice: 'No hay hechos, solo interpretaciones'. Por interpretación entiendo aquí un acto consciente de la mente que ilustra un cierto código, una ciertas ‘reglas' de interpretación". Paradójicamente, en la Babel actual, cruzada por infinitos discursos difundidos por los medios y, sobre todo, por las redes sociales a través de internet, han desaparecido esas "ciertas reglas de interpretación". Ha sido demolido lo que se llamaba con sintética ingenuidad "buena fe". Hoy es casi todo barro, insulto, gritos y malentendido deliberado. Sontag, con su reflexión sobre el arte, parece cuestionar la sentencia nietzscheana: ¿es cierto que no hay hechos sino sólo interpretaciones? Si fuera así, no hay más de qué hablar. Adelante entonces con la legitimación de las fake news, de las mentiras, de las simplificaciones absurdas, de las interpretaciones que usan a los hechos para confirmar prejuicios, etcétera. Bastaría con invocar que esos hechos no existen y que todo es interpretación como valor de verdad. Sontag, como toda pensadora relevante, quizás sin habérselo propuesto en el momento de su ensayo, da una salida que hoy puede extenderse al resto de las actividades humanas, además del arte, entre ellas la política: "En determinados contextos culturales, la interpretación es un acto liberador. Es un medio de revisar, de transvasar, de evadir el pasado fenecido. En otros contextos culturales es reaccionaria, impertinente, cobarde y asfixiante". Parecería que en la actualidad se vive en la segunda opción, porque las interpretaciones no son liberadoras sino reaccionarias. Basta ver la deliberación pública sobre cualquier tema central como la política, la educación o la salud. ¡Si hasta se llegan a poner en cuestión las evidencias en función de las creencias y los deseos poniendo en juego interpretaciones! Ya en ese lejano 1964 Sontag presagiaba un momento como el actual: "El mundo, nuestro mundo, está ya bastante despoblado y empobrecido. Desechemos, pues, todos sus duplicados hasta tanto experimentemos con más inmediatez cuanto tenemos". Es inquietante pensar que a través de las nuevas tecnologías llegó esa experiencia extrema de la inmediatez y, sin embargo, los hechos parecen esfumarse aún más detrás de las interpretaciones que los reemplazan. Ya no hay hechos, sino eso que Sontag llama "duplicados" y que se podrían denominar también "falsificaciones", "mentiras", "timos", "engaños".

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La inesperada caída de la "Ley de ficha limpia" es un claro ejemplo. Las recriminaciones cruzadas hicieron que las interpretaciones ocultaran el hecho duro: la Argentina decidió por medio de sus representantes que es factible ser corrupto y aspirar a cargos públicos. Ese es el hecho que debería angustiar, incluso a los votantes contra la ley, y que sin embargo queda en la nebulosa justamente a causa de las interpretaciones. Las hay para todos los gustos y, como suele ocurrir, las más evidentes en su falacia ocultan mejor la realidad. Tranquilizan a muchos. El gobierno le echa la culpa al Pro, el Pro al gobierno y mientras tanto el peronismo del Senado festeja. No sólo el kirchnerismo, como algunos análisis sostienen, sino el panperonismo permanente, con sus múltiples y cambiantes caras. Desde 1983, a través de una liga amplia de provincias controla sin interrupción esa cámara y, por lo tanto, buena parte de las decisiones cruciales del país. A la hora de conjeturar se podría ensayar incluso una interpretación más compleja a las expuestas por los contendientes: los K arreglaron con el mandamás de Misiones Carlos Rovira para que sus senadores dijeran que iban a votar a favor y después se dieran vuelta. Carlos Pagni atribuyó esta posibilidad a arreglos electorales en el peronismo misionero, que sugestivamente se llama Frente Renovador, con aires de la cara massista del peronismo. Todo con la "vista gorda" del gobierno. El motivo sería que el oficialismo quiere mantener viva a Cristina porque prefiere confrontar con ella. En público condena la sucedido y en privado deja pasar una "traición" de legisladores que venían votando todo con el gobierno a cambio de jugosos fondos nacionales. Eso explicaría por qué no apuntó a esos legisladores sino a su rival actual, el macrismo. Se podría agregar en la confusa ensalada la ingenuidad de quienes sí querían que la ley saliera y dejaron que corriera hasta ser rechazada. Confiaron en quienes no deberían haberlo hecho. Eso da cabida a que el gobierno diga que el Pro fue a votar sin tener los votos seguros y que el Pro diga que siendo un proyecto del Ejecutivo que había reemplazado al original de ellos, impulsado por Silvia Lospennato, era el oficialismo quien tenía que garantizar los votos o frenar el proceso legislativo. Con lo sucedido la iniciativa perdió estado parlamentario y vuelve a alejarse en el tiempo. ¿De qué sirven todas las interpretaciones si lo fáctico es que el proyecto se cayó y ganaron los malos? Sea cual sea la interpretación, los ciudadanos fueron burlados una vez más por los políticos agazapados en todos los bandos en pugna.

Rovira y los dos senadores de Misiones.

En medio de los agrios debates se sugirió aplicar al análisis de lo sucedido la lógica de la literatura policial. Hubo quien dijo que había que buscar al mayor beneficiado para descubrir al asesino de la "Ley de ficha limpia". Ese mecanismo servía en la novela inglesa de enigma, cuyo objetivo era encontrar al autor del delito. Pero la novela negra reveló que más allá de quién es el asesino, la tarea es descubrir los móviles del crimen. Ese descubrimiento pone en evidencia que casi siempre hay varios culpables, porque por distintas vías se benefician de un mismo cadáver. No todos gatillan, pero sí salen ganando más de uno a la vez. Intereses concurrentes, aún de presuntos enemigos.

El de la "Ficha limpia" es por ahora un crimen perfecto: no tiene culpables. Hay indicios fuertes pero en la práctica nadie paga ningún costo, nadie va preso. O, al menos, eso parece. Las elecciones de la semana próxima en CABA, que aparecen como uno de los móviles a tener en cuenta para desentrañar la trama, serán muy decidoras. Tan baja está la vida política argentina que una elección distrital produce daños institucionales nacionales. Mientras los sospechosos juegan su juego, el precio lo paga la ciudadanía y su credibilidad. Cuando los testigos son tan poco confiables como Rovira el panorama se complica. Por eso se puede pensar que la política en su conjunto asesinó a la ciudadanía. Unos por vivos, otros por tontos, unos por acción y otros por omisión. El juego de la política mató. Hay un cadáver, pero no se puede identificar categóricamente al autor material y al autor intelectual del crimen. Cada uno tiene su respuesta, las interpretaciones los ponen a salvo a todos. Por ahora al menos. Hay un ejército de interpretadores conjeturando sin pruebas concluyentes. Y en este clima, las pruebas parecen no importar, tal es la disolución y la distancia entre hechos y palabras. Ese es el estado moral de la Argentina: se puede matar a la vista de todos sin que esa atrocidad tenga mayores consecuencias.

El ensayo de Susan Sontag tiene 10 apartados. El noveno se remata con una conclusión conceptual: "La finalidad de todo comentario sobre el arte debiera ser hoy hacer que las obras de arte (y, por analogía nuestra experiencia personal) fueran para nosotros más reales, al menos. La función de la crítica debiera ser mostrar cómo es lo que es, incluso qué es lo que es, en lugar de mostrarnos su significado." Parece describir la situación que dejó en carne viva la caída de la "Ficha limpia". El significado, la interpretación, ha ocupado el lugar de lo sucedido. Sugestivamente, el apartado décimo del escrito tiene una sola línea con una propuesta: "En lugar de una hermenéutica, necesitamos un erotismo del arte." Es decir, se necesita dejar las interpretaciones y volver a una experiencia de piel, inmediata, real. Menos explicación y más acción. Porque las explicaciones no le mejoran la vida a nadie, las acciones, virtuosas o malvadas, sí.