Luego de dos días, la presidenta decidió hacer un análisis sobre la marcha del 18 de febrero pasado. Lejos de escuchar los reclamos ciudadanos, apostó por la arrogancia y dejó algunas dudas en el aire.

El #18F y la arrogancia de Cristina

Por:Christian Sanz
Secretario Gral. de Redacción (click en autor)

Cristina Kirchner sorprendió hoy, una vez más, a través de sus redes sociales. Allí, publicó una ¿reflexión? sobre la marcha del miércoles en homenaje a Alberto Nisman.

Lo curioso es que, en su extensa misiva, definió al Poder Judicial como "un súper poder por encima de las instituciones surgidas del voto popular" que intenta "desestabilizar al Poder Ejecutivo" y "desconoce las decisiones del Legislativo".

¿Realmente cree eso la presidenta o solo lo dice para desacreditar una voluminosa manifestación que dejó expuestas las broncas ciudadanas contra su gobierno?

Independientemente de la respuesta a esa pregunta, hay una duda aún más relevante: si Cristina cree de manera cabal que alguien quiere quitarla del poder, ¿por qué no hizo la denuncia judicial pertinente?

Nadie le quita a la jefa de Estado la potestad de cuestionar a quienes convocaron a la marcha —algunos de ellos incluso entorpecieron la causa AMIA desde la Justicia—, pero son incuestionables los reclamos de la ciudadanía. ¿O cree la mandataria que la sociedad intenta dar un golpe de Estado?

Cristina gusta descalificar las marchas ciudadanas argumentando que son opositoras

Ciertamente, el gobierno demostró una ostensible eficacia a la hora de llevar toda esta discusión a un terreno tan limitado como el de la mera convocatoria. A ese respecto, cuestionó a la oposición, a los medios críticos y hasta a los fiscales.

Sin embargo, ¿es más importante quién convocó a marchar o las quejas de la ciudadanía en la misma manifestación?

Lo que reclamó la sociedad es claramente atendible: que mejore la institucionalidad, que funcione la justicia, que se acabe la inseguridad, que merme la impune corrupción, etc.

Ninguno de esos tópicos fue de interés de Cristina en su carta de hoy. Todo lo contrario: "No fue para nada un acto de homenaje a una persona trágicamente fallecida", dijo la presidenta en su característico “autismo”.

El problema de Cristina no es tanto lo que dice sino cómo lo dice

Por si fuera poco, cuestionó incluso la cantidad de asistentes al 18F: "Basta mirar las tapas de ambos diarios [Clarín y La Nación] del día 19 de febrero y sus documentos fotográficos para que la cifra mencionada de ¡400.000 personas!, resulte patéticamente absurda y políticamente armada".

¿Importa acaso cuánta gente fue a marchar? ¿No es más importante lo que dijo esa marea humana?

Entre la catarata de desaciertos que ofrendó Cristina este sábado, se destacó su acusación a la justicia vernácula: "El 18F no es el homenaje a un Fiscal, ni siquiera un reclamo insólito de justicia, sino el bautismo de fuego del Partido Judicial".

La marcha aglutinó diversas broncas de la sociedad

¿Cuál sería el problema de que hubiera una incipiente agrupación política que aglutinara a jueces y fiscales? ¿Es ilegal?

Está claro que el gran problema para Cristina radica en ese punto, la Justicia. No parece casual que ocurra en momentos en los que diversas causas de corrupción jaquean a sus funcionarios y a ella misma.

En los albores del kirchnerismo y durante toda una década, la jefa de Estado jamás levantó una queja semejante. Ni siquiera cuando los mismos jueces federales que hoy cuestiona, salvaban las papas a sus hombres. Ahí no había queja alguna.

Cristina critica al poder judicial pero jamás habla de las trapisondas de Oyarbide

Nunca dijo nada la mandataria cuando Norberto Oyarbide —sobre cuya figura jamás se pronuncia— la sobreseyó junto a su marido por enriquecimiento ilícito, en un hecho escandaloso a nivel judicial. Entre otras irregularidades, en esos aciagos días del año 2009, el magistrado aceptó incorporar como perito al contador de los Kirchner, Víctor Manzanares. Algo nunca visto con anterioridad.

La falta de apego a la realidad por parte de Cristina no deja de sorprender, aún cuando es algo insistente y reiterativo.

La sociedad espera algo más de sus gobernantes. Por caso, que estén a la altura de las circunstancias, aunque más no sea con palabras de ocasión.

En el caso de la presidenta, ello no ocurre. Su única reacción ha sido impulsar una “contramarcha” para el 1º de marzo, como una suerte de pulseada contra el #18F para ver quién moviliza más gente en las calles. Esa arrogancia no es buena.

La lección la dio hace miles de años el filósofo griego Sócrates y se resume a una de sus mejores frases: “El orgullo engendra al tirano. El orgullo, cuando inútilmente ha llegado a acumular imprudencias y excesos, remontándose sobre el más alto pináculo, se precipita en un abismo de males, del que no hay posibilidad de salir”.