En la víspera del día del periodista, Claudio Bonadío decidió resolver que Cristina Kirchner sí es abogada. Lo hizo en un trámite tan exprés como suspicaz, sobre la base de un supuesto analítico que carece de los mínimos rigores que debe ostentar un documento público.
No lo digo yo, sino Fernando Lionel López, perito calígrafo público nacional que hizo un estudio del certificado ante mi pedido. Entre otras cosas, el profesional advirtió que existían “al menos cuatro grafías diferentes” y también “manchas y tachaduras que no están testadas, lo cual, es inadmisible en un documento público”.
A ello se suman otras particularidades, como el hecho de que las materias y las correlatividades son imposibles, que faltan varias materias en la currícula, que aparecen fechas de examen donde está probado que la universidad no funcionó y que la segunda hoja del “analítico” carece de dato alguno que mencione a Cristina.
A ver… no voy a ser soberbio: si me equivoco pediré las disculpas del caso, como hice en su momento respecto de una nota errada sobre Sergio Massa.
Sin embargo, debo mencionar que en el caso de Cristina hice todos los chequeos de rigor antes de decir que no es abogada: hablé con no menos de 40 fuentes de información, entre las cuales se destacan autoridades de la Universidad de La Plata, ex compañeros de la otrora presidenta, militantes que la acompañaron en los 70 y 80 —Rafael Flores y Eduardo Arnold son dos de ellos—, funcionarios que fueron de su escudería e incluso docentes de la UNLP, uno de los cuales es el célebre referente radical Jorge Vanosi.
Todos los que he consultado —todos— me juraron que Cristina no era abogada.
No obstante ello, insistí: hablé con eminencias del derecho a efectos de que me dijeran si, a su entender, la exmandataria conocía algo de abogacía. Todos dijeron que no, incluidos el constitucionalista Daniel Sabsay y Edmundo Reggi, exjuez de la Corte Suprema de Corrientes y, a la sazón, autor de la denuncia que terminó “archivando” Bonadío.
Lo que sugirieron los especialistas es terminante: no es que Cristina desconoce algunos puntos del derecho, sino que ignora lo básico de esa profesión.
Hay más: analicé los pocos documentos que pude conseguir, uno de ellos la ficha de entrega de título de la expresidenta, que otro perito —un profesional, insisto— determinó que estaba enmendada y en realidad correspondía a un tal Valentín Olmos, de la provincia de Salta.
A todo lo dicho se suma la averiguación —y comprobación— de que Cristina jamás representó a nadie como abogada, ni tampoco estuvo inscripta en ningún colegio público de abogados del país.
¿Qué más puede hacerse en pos de investigar un tópico como este, tan sensible a la ciudadanía?
Ver además: ¿Es válido el analítico de CFK? Esto dice un perito calígrafo
Ayer mismo, hablé con la fiscalía de Carlos Rívolo, donde, según me confirmaron, aún no habían recibido el fallo de Bonadío. Pedí que no lo refrendaran sin antes ver la documentación que tengo en mi poder y que el juez jamás había observado.
Lo hice luego de conversar por teléfono con Reggi, el denunciante de Cristina. Se mostró sorprendido por la medida de Bonadío: “En la ampliación de mi denuncia solicité que si aparecía algún documento (analítico, diploma o lo que fuera) se procediera vía pericial a determinar su autenticidad, nada de lo cual creo se hizo”, me dijo.
Luego llamé al juzgado del propio Bonadío, quien no quiso atenderme y me derivó a un secretario. “¿Cómo es que cerraron tan pronto la causa?”, le pregunté. No supo responderme.
Acto seguido, le planteé que tendrían que haber hecho lo mismo que yo: contratar a un perito calígrafo para constatar que el analítico de marras fuera inobjetable. Me guardo la respuesta.
Hablé incluso con Omar Lavieri, el periodista de Infobae que publicó el certificado suspicaz. Le dije que me parecía sospechoso que avalara la validez de semejante documento. “Es más trucho incluso que la ficha de entrega de título”, le dije. “Yo no avalo nada”, me respondió amablemente.
Luego, le pedí disculpas —en la misma conversación— si se había sentido agraviado por mí en algún momento.
¿Cómo sigue la historia? Como le prometí a la fiscalía de Rívolo —quien, dicho sea de paso, está de vacaciones hasta el viernes que viene— aportaré la prueba que tengo en mi poder: documentos, peritajes, entrevistas y mucho más. No tengo intenciones de imponer nada, solo deseo que la Justicia analice de una vez toda esa “evidencia” que todavía no ha visto.
En su veloz sobreseimiento, Bonadío pasó por alto muchas de esas cuestiones, inclusive se abstuvo de llamar a declarar a personas cuyos testimonios hubieran sido esclarecedores en el expediente ad hoc, como docentes de la UNLP y autoridades de la misma casa que me han admitido que Cristina jamás había finalizado la carrera de derecho.
¿Salvará estas omisiones el fiscal Rívolo? Imposible saberlo. Pero haré el intento.
Una cosa más, para aquellos pocos kirchenristas residuales que me atacaron ayer: el fallo de Bonadío no está firme, hay varias instancias de apelación y, como dije, el fiscal aún no ha refrendado el fallo del juez.
Si así fuera, si finalmente todas las instancias coinciden en decir que Cristina es abogada, me retractaré, como debe hacer todo periodista honesto.
Mientras tanto, hay que seguir adelante, no por capricho, sino porque la propia Cristina juró que amasó su enorme fortuna como “abogada exitosa”. Hay varios millones en juego… no es poco.



