Escalofriante entrevista a cuidador de cementerio de Mendoza

Escalofriante entrevista a cuidador de cementerio de Mendoza

Por:Christian Sanz
Secretario Gral. de Redacción (click en autor)

¿Puede alguien imaginar algo más tétrico que el trabajo en un cementerio, por la noche? Es decir, uno ve películas de terror donde siempre aparece esa referencia, el lugar donde la gente es enterrada y se supone que pululan las almas en pena.

Baste recordar la célebre película “cementerio de animales”, basada en el libro de Stephen King. Aún hoy provoca cierto "miedito" en muchos de aquellos que la vieron hace 30 años.

Está claro que se trata de un tópico cubierto de cierto misterio y turbación.

Es el mejor contexto para describir la siguiente entrevista realizada a alguien que supo cuidar el cementerio de la Ciudad de Mendoza, policía él. Se trata de Darío Donoso (foto), quien ofició de “sereno” durante no pocos meses. Algo temporal, pero allí estuvo al fin.

-¿Qué hacías puntualmente?

-Muchas cosas, pero lo que a vos te interesa tiene que ver con mis recorridas por el cementerio por las noches, ¿no?

-Sí, es cierto. Soy un tipo escéptico y presumo que no pasaba nada en realidad. ¿Qué lugar puede ser más tranquilo que un cementerio?

-Bueno, te equivocás. Es el lugar donde pasan las cosas más sorprendentes.

-¿Cómo qué?

-Te llaman, te silban, bebés que lloran, es lo más normal. Te podría contar casos de personas que me llamaban por mi nombre, "Darío".

-¿Y vos estabas solo frente a esa realidad?

-No tanto, hay perros que te acompañan y ladran cuando sienten que hay algo raro.

-¿Por ejemplo?

-Hay una parte nueva, otra antigua y una tercera histórica en el cementerio. Una noche los perros salieron corriendo a la parte histórica. Ladraban y volvían, como que veían algo.

-¿Vos no lo veías?

-Es un lugar donde no hay luz. Me acerqué a ver qué era, porque a veces se metían a robar. Llegamos a un rincón, el noroeste del cementerio, un habitáculo sin techo (muchos van a dormir ahí) y me encuentro un cajón de entierro de bebé abierto.

-¿Y vos qué hiciste?

-Nada, siempre hay empleados que suelen robar huesos, pensé que a lo mejor se trataba de algo así. Volví a llevar el cajón a su lugar.

-¿Eso no te dio miedo? ¿Qué te da miedo?

-Hay muchas cosas que me dan miedo. Por ejemplo, a veces sentís que te empujan.

-¿Alguna anécdota puntual que puedas contarme a ese respecto?

-La peor que me pasó: un día me voy a una parte que está en la sección oeste, en la calle Mitre. Estoy en la garita, tipo 3 de la mañana. Me pongo de espaldas a la entrada, en una colchoneta.

Un perro, el “Gringo” estaba ahí, sentí que abrían la puerta y pensé que era el Gringo, pero no. No podía moverme, sentí que algo me retenía.

-¿Y vos qué hiciste?

-Puteaba a eso que no sabía qué era y no me dejaba mover. Lo puteaba, lo desafiaba, hasta que logré darme vuelta.

-¿Viste algo?

-Siempre lo mismo, una persona de blanco.

-O sea que no es la primera vez que veías algo así.

-No, es lo más normal. Son como fantasmas que pasan a velocidad y desaparecen después.

-Ahora, yo podría decirte que estás fabulando, que ese día no te pasó nada. O que fue algo que imaginaste.

-No solo lo vi yo, estaba con un viejito que vio lo mismo.

-¿Cómo manejás el miedo?

-Mi abuela me decía que no tenga miedo. A veces funciona, a veces no.