Trampas en las redes

La pandemia hizo crecer el juego online. El dilema del ajedrez y otros deportes por las trampas y el uso de módulos informáticos de ayuda.

Trampas en las redes

Por:Jorge Luis Fernández (*)
MF de la FIDE

En 1947, se realizó un match por radio entre las selecciones de ajedrez de Argentina y España. Era la revancha de uno realizado el año anterior, que finalizó con el triunfo español por 8 a 7. El encuentro se realizó en el Jockey Club de Buenos Aires, con la presencia del embajador español en Argentina. Equipo nacional contó esta vez con los mejores jugadores de ese momento. Luego de 10 horas de juego el presidente de la Federación Española mandó un último telegrama: "El sol de Madrid contempla la gran victoria argentina". El score fue 13 a 2 a favor de Argentina (11 victorias y 4 empates). Unos días después el campeón español declaraba a la prensa que estaban mejor posición en todos los tableros dando a entender que los argentinos jugaron en consulta.

En 1970 durante el encuentro URSS versus Resto del Mundo, el húngaro Lajos Portisch fue acusado de dar un inexplicable empate en una posición muy superior frente al por entonces soviético Viktor Kortchnoi. Resto del Mundo perdió por la mínima diferencia. Se habló de presiones sobre Portisch para que cediera el empate.

Estos dos ejemplos, entre muchos posibles, no hacen más que mostrar el complejo mundo de la competencia para el jugador de ajedrez. Un eximio maestro, Savielly Tartakower, decía: "Nunca le gané a un rival sano". La verdad es que es normal que el derrotado se queje de factores externos, de estar enfermo o de la maldad del rival. Sucede en los deportes individuales. Incluso una definición que escuché de un jugador de bridge era: "Un jugador de bridge es quien tiene por compañero a un necio y por rivales a unos tramposos". Y los del bridge saben también lo que es hacer trampas, porque han luchado y lo siguen haciendo contra ese flagelo.

El ajedrez de elite volvió a practicarse. Una pantalla separa a los jugadores.

Ahora bien, en ajedrez parece suceder lo mismo como si fuera algo novedoso. En recientes entrevistas por Internet, declaraciones de maestros y vídeos subidos a Youtube, se explican trampas y formas de evitar los controles por parte de los jugadores y se acusan con nombre y apellido en algunos de estos casos. Esto es grave en un sentido: si hay un perjuicio real en obtener una victoria por medios deshonestos.

Jugar ajedrez por Internet es gratis. No hay premios materiales por lo general. Entonces vamos a pensar un poco: si la partida es por nada, que un jugador gane con la ayuda de un módulo no le aporta nada al ganador y tampoco tiene valor para el vencido, pues en el primer caso no es su verdadera fuerza y en el segundo perder hoy con el módulo es normal. Es como correr una carrera a pie contra una moto.

Magnus Carlsen y el apoyo informático para el campeón del mundo.

La cosa cambia cuando hay metálico de por medio o si se está en juego la permanencia de un equipo en una determinada categoría; en esos casos la expulsión del ajedrecista o del equipo rival, es suficiente. Esto es lo lógico, pero hay que tener en cuenta un pequeño detalle: ¿se puede probar? Se debe avisar antes de la prueba también, para obligar a los posibles perjudicados a que extremen las medidas de seguridad.

Si un jugador flojo juega toda la partida con un nivel muy superior al suyo, es fácil detectar que "se ayuda" con un módulo, o sea con un programa de ajedrez. Si hace una secuencia de cinco o seis jugadas con una combinación de movidas tremenda que define el partido, también. Pero si un maestro, o sea un jugador de buen nivel como mínimo, usa en forma intermitente un módulo no puede ser detectado fácilmente porque la diferencia de juego es muy sutil. Como no hay un sistema que puede detectar con seguridad algunos casos de ayuda externa, poner premios en efectivo es un riesgo asumido. El uso de la tecnología cambió las formas de competencia en el ajedrez. En los torneos presenciales, los árbitros andan con detectores de metales y obligan a entregar los teléfonos celulares. Pero en la web no es posible. Tratar de castigar a un maestro porque mira al costado de la pantalla como se intentó hace poco es absurdo. O bien permiten el uso de módulos o bien no pongan premios en metálico. Una solución es pagar honorarios a la participación, no a la escala de posiciones finales.

El otro tema que está concatenado con éste, es el uso de las redes para la denuncia. No puede haber denuncias anónimas, porque se vulnera el derecho de defensa. No se puede defender de quien lo acusa en el caso que la acusación sea falsa. Para eso existe la reserva de la identidad, que protege al denunciante mientras se comprueba la veracidad.

Hay otro problema mayor. En el marco institucional donde se juega el ajedrez, generalmente federaciones o clubes, los estatutos no suelen estar actualizados o no figuran los procedimientos adecuados y no se cuida que se cumplan las garantías constitucionales. Entonces, se aplican sanciones a diestra y siniestra sin respetar el debido proceso configurando una ilegalidad.

También cabe el sayo para aquellos comentaristas, periodistas y demás "aves libadoras" de la parte de las plantas fanerógamas donde se encuentran los órganos reproductores, entiéndase troquilinos, que amparados en la red no verifican lo que dicen los invitados, no editan y no se hacen responsables de difundir un mensaje, al menos, erróneo. Se confunde la libertad de prensa con libertad de expresión y son dos cosas distintas. No hay derechos absolutos en nuestro país. La libertad de expresión debe ejercerse con responsabilidad. La prensa tiene el derecho de resguardo de las fuentes, pero también tiene la responsabilidad de verificar que lo que dice sea medianamente posible o razonable, porque están en juego valores individuales de otras personas.

En conclusión, todos deben asumir que no hay posibilidad de controlar eficientemente el ajedrez por Internet en este momento y poner premios en metálico es un problema. Tampoco se debería decir lo que venga en gana en las redes. Toda la vida, los ajedrecistas se han quejado alguna vez de lo injusto de una derrota. Dejarse llevar por esas habladurías es poco serio.

Una sociedad con instituciones fuertes, con dirigentes responsables, es fundamental para cualquier orden democrático, puesto que garantizan la libertad de expresión y garantizan el respeto de los ciudadanos y sus derechos, sean ajedrecistas o no.

Volvemos al viejo refrán: la culpa no es del chancho si no del que le da de comer.

(*) MF Jorge Fernández es Master Fide de ajedrez. Abogado. Profesor y entrenador de ajedrecistas.