MendoExit: No se trata de la economía, se trata de la cultura de trabajo

La independencia y la libertad van de la mano del trabajo y los mendocinos lo sabemos bien.

MendoExit: No se trata de la economía, se trata de la cultura de trabajo

Por:Ana Montes de Oca
Periodista

Alfredo Cornejo siempre fue un buen lector de eso que llaman "el clima social" y sabe además cómo y cuándo lanzar la primera piedra. Así, el ex gobernador dijo lo que muchos pensamos: que Mendoza puede vivir como un país independiente.    

Cornejo hizo referencia a lo económico y varios economistas analizaron las variables fiscales y los balances comerciales, incluso haciendo una analogía como cuando los hijos están en condiciones de irse de la casa. 

Pero los hijos no se van de la casa porque les da el sueldo para mudarse solos. Se van de la casa porque se hartan, porque depender de los padres se hace insoportable cuando el costo es la propia libertad

Esto está pasando con los mendocinos.

Mendoza es un milagro económico gracias al trabajo del hombre. Un oasis productivo creado en medio del desierto a fuerza de trabajo duro, constante y bien planificado. 

El buen uso de los escasos recursos como el agua, el petróleo, la minería y el saber que son escasos redobla el trabajo y obliga a planificarlo mejor. La vid no crece fácilmente en el desierto, de hecho en Mendoza los inmigrantes trajeron cepas y otros cultivos que necesitan más cuidado, pero que son más rentables. Y así se convirtió en un emblema del vino a nivel mundial.

El mendocino tiene, además, la conciencia del largo plazo. Por eso pudo hacer crecer su economía permitiendo el ascenso social de aquellos inmigrantes que llegaban a trabajar de contratistas no por un sueldo sino por tierra y así, se convirtieron en dueños que, a su vez, ayudaron a otros a convertirse en dueños. 

Por eso en esta provincia no se cree en las promesas políticas sino en las muestras, las acciones, y cuando una administración no cumple se la cambia sin ningún problema por otra contraria. La alternancia de gobiernos radicales y peronistas, y la negativa a la reelección indefinida de los gobernantes es muestra de ello. 

El mendocino no soporta la vagancia, la excusa, la queja. Ha trabajado desde tiempos remotos contra la helada, el granizo, la sequía, el Zonda y el calor infernal sin pedirle a nadie que le solucione esos problemas sino planificando la menor pérdida posible, sabiendo que puede perderlo todo en un santiamén

El Mendoza nadie le echa la culpa a la helada...

El pensamiento de gran parte del resto del país se fue deteriorando a medida que ser empleado público se convirtió en algo más tentador que ser dueño de un terruño o de un negocito, o de una pequeña empresa que le pueda asegurar su subsistencia y también dejarle algo a los hijos. Una buena educación, como mínimo, para que ellos puedan también, a fuerza de trabajo y constancia, ser dueños. 

Acá todavía no es el sueño de una mayoría ser empleado público o funcionario. Acá todavía existe el orgullo de trabajar para uno mismo, de ser independiente. Así cueste cruzar la cordillera a pie o a caballo.

Desde entonces, la idea de la independencia en Mendoza no es económica, es una idea de libertad sanmartiniana. Primero el trabajo, después el fruto, no al revés. 

Mendoza se hartó. Ahora no piensa en las cuentas y en si le da para "irse de la casa de los viejos". Tiene otro pensamiento, otra cultura, otra forma de ver la vida y de solucionar los problemas por su cuenta, sin que venga otro a decirle cómo. Mucho menos uno que le ponga trabas a sus propias soluciones. 

Y escucha a San Martín gritando "Seamos libres, que lo demás no importa nada".