¿Necesitas un abrazo más que nunca? Tiene explicación científica

La ciencia dice que son muy buenos para combatir el estrés y sentirnos mejor.

¿Necesitas un abrazo más que nunca? Tiene explicación científica

Por: Mendoza Post

En plena cuarentena y aislamiento social, si bien en muchos lugares se ha flexibilizado, el contacto físico todavía no es seguro. Sin embargo, según los abrazos serían un gran aliado en momentos de cuarentena y en una situación de crisis como la que estamos viviendo.

Es que el contacto físico nos hace sentir más seguros y sentimos la necesidad del afecto a través del tacto. 

Solamente con tocar a otra persona se puede aumentar la confianza y la autoestima y, además, a combatir la depresión y la soledad. 

El hecho de no abrazar a otra persona puede tener, por lo tanto, consecuencias negativas, sobre todo para aquellas que viven solas.

"Los abrazos acompañan a las emociones negativas (una despedida en un aeropuerto, por ejemplo) y a las positivas (la bienvenida en el aeropuerto también valdría de ejemplo). Es interesante porque se han hecho estudios en los que se ve que cuando emoción positiva se comparte y se acompaña con un abrazo dura más. En cambio, cuando se hace con una emoción negativa, esta dura menos", dijo Ángel Aledo Serrano, neurólogo, a Hipertextual.

A nivel neuroquímico, el médico indicó que se ha observado que durante los abrazos se libera oxitocina, una de las hormonas implicadas a los lazos afectivos como la pareja sentimental.

"Perder la posibilidad de abrazarnos nos limita todas estas funciones y puede ser muy desagradable". Y, añadió que, si lo sumamos al contexto de la pandemia, con el sufrimiento y emociones negativas que muchas personas están viviendo, los beneficios del abrazo serían aún más importantes.

Los abrazos pueden ayudar también a combatir el estrés, otra de las consecuencias provocadas por la crisis del coronavirus.

La necesidad de abrazo tiene hasta un término específico: el hambre de la piel. Se trata de la necesidad biológica del tacto humano y explica por ejemplo la necesidad de los recién nacidos a ser abrazados. Varios estudios apuntan a que la falta de contacto físico en bebés y niños puede llegar a tener efectos negativos a largo plazo en su desarrollo cognitivo-emocional.






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