El violento oficio de escribir (en Mendoza)

El violento oficio de escribir (en Mendoza)

Por:Christian Sanz
Secretario Gral. de Redacción (click en autor)

Esta es una columna incorrecta, inquietante como se verá. Escrita en primera persona, como jamás debe hacer un periodista, y con un título que refiere al gran Rodolfo Walsh.

A mi favor: la escribo como nota de opinión; ergo, los lectores están avisados. Respecto al autor de Operación Masacre, sepan tomar el título como un “homenaje”, como se estila decir en estos agitados días.

No pretendo victimizarme, solo hacer algo de catarsis para contrarrestar —si es que es posible tal pretensión— la presión que vengo sufriendo hace varios días solo por hacer lo que hago: periodismo de investigación.

No es algo nuevo, cada tanto me ocurre y lo sufro en sus diferentes formas: amenazas, juicios penales, cartas documento, llamados de abogados, mails, confección de blogs que me injurian, etc. Ciertamente, nada nuevo bajo el sol.

Tengo claro que es parte de mi trabajo como hombre de prensa, aunque tengo poca tolerancia cuando se me acumulan demasiadas “presiones” al mismo tiempo. Por caso, en el año 2009 llegué a juntar una veintena de juicios penales por parte de funcionarios oficiales (solo dos de ellos provinieron de la misma persona: Aníbal Fernández).

Finalmente, terminé ganando casi todos los litigios —aún me restan unos tres o cuatro— y eso me alivió, pero en el momento en que llegan todos los aprietes al mismo tiempo, uno se siente ahogado, sofocado, superado por la situación.

Algo de ello me ocurre en estas horas, luego de haber desnudado las estafas de la firma Nu Skin a través de varias notas de investigación publicadas en Mendoza Post.

No soy un recién iniciado: antes de meterme en ese tema, consulté a varias docenas de fuentes de información, analicé documentación sobre la misma firma y hasta hurgué en sus finanzas y datos laborales. Luego, indagué respecto de la filosofía de las estructuras piramidales y multinivel.

Luego de todo ello, decidí avanzar en mis artículos periodísticos, donde claramente expuse y demostré la imposibilidad de ganar dinero “trabajando” en ese tipo de empresas. De inmediato me llegaron ataques de todo tipo: algunos me insultaron, otros me amenazaron con buscarme y darme una paliza, y unos pocos intentaron refutarme asegurando que habían ganado buen dinero gracias a Nu Skin.

A los que me agredieron y amenazaron, los ignoré; a los que me juraron que ganaban mucho dinero, los desafié a mostrar la facturación del último año, para demostrar que esto era así. Ese desafío luego lo hice extensivo a todos los distribuidores de Nu Skin: nadie aceptó.

Pregunto: ¿No es raro que ninguna de las cientos de personas que aseguran haberse forrado en dinero gracias a esa empresa admita tan simple reto?

Hay una sola realidad: los únicos que se llenan de plata son los que están en la cúspide, no más de cinco o seis personas. Todos los demás —el 95% o más— jamás lograrán siquiera recuperar los $13.200 que han puesto para ingresar allí.

Dicho sea de paso, ¿no es contradictorio que alguien tenga que pagar para poder trabajar?

Las revelaciones sobre Nu Skin, enojaron a mucha gente, muchísima. Llovieron cartas documento, llamados de famosos que están allí metidos e incluso abogados de Estados Unidos. Hasta ahí, bien, es parte del juego que uno acepta.

Luego, vino el ataque personal, la injuria y la mentira, a través de blogs anónimos que me acusan poco más de ser un criminal y asesino. ¿Alguien puede creer realmente que yo pueda tener siquiera una mácula en el marco de mis duras denuncias contra propios y ajenos?

No necesito defenderme, tengo una reputación intachable, solo superada por mi propia pobreza económica, producto de haber elegido una profesión que paga poco y arriesga mucho.

Como sea, no tengo drama en que se me ponga en el banquillo, pueden acusarme de lo que se les cante, pero es claro que se está girando el eje de la discusión. Lo que debe discutirse es lo que hace Nu Skin —aún espero el juicio penal que me prometieron iniciar— y cómo ello afecta a los que cayeron en sus redes. Lo demás, es pura espuma.

Entonces, volviendo a la discusión de relevancia: ¿No les interesa a los que me atacan conocer los datos de alguna de las 47 personas que me dieron su testimonio en primera persona? ¿Acaso no les gustaría ver qué documentos tengo en mi poder?

Es sospechoso que ninguno de ellos pregunte esos datos esenciales. También genera suspicacias que a nadie llame la atención que una empresa de la magnitud que ostenta Nu Skin solo tenga declarado un empleado ante al AFIP.

En ese contexto, lo más sencillo es atacar al mensajero, a quien desnudó esas y otras contradicciones, con lujo de detalles y documentos.

Y allí es donde aparece otro inquietante interrogante: ¿Por qué los medios casi no hablan de Nu Skin? Y la respuesta es atroz, reveladora: todo lo logra la feroz presión que hace la empresa sobre el periodismo, generando potencial temor y consecuente mutismo.

Insisto: solo en Mendoza, hay cientos y cientos de damnificados por esta firma, no obstante lo cual los medios locales casi no han hablado del tema. ¿No es sintomático de lo mal que está la prensa mendocina?

Lamentablemente, el de Nu Skin no es el único caso. Hay cientos de ejemplos, no solo de omisiones de temas sensibles, sino además de la presión con la que trabajamos los pocos periodistas de investigación de la provincia cuando nos metemos con gente "poderosa".

Todavía no es para alarmarse, sí para poner atención y empezar a analizar el problema. Como dijo alguna vez el ya citado —y admirado— Rodolfo Walsh, “el periodismo es libre o es una farsa”.