Pancitas llenas: cuando hay hambre las mujeres son las proveedoras

En el límite entre Godoy Cruz y Maipú hay un comedor que funciona gracias que mujeres del barrio ponen el cuerpo a la hora de parar la olla.

Pancitas llenas: cuando hay hambre las mujeres son las proveedoras

Por:Constanza Terranova
Periodista

En el medio de una manzana sin casas, se sostiene un viejo caserón. En la parte de adelante unas maderas sirven de medianera y frente. Enganchada a unos clavitos hay una tela con la frase "Pancitas llenas".

Es el comedor que dirige Soledad Lencinas que, hace unos meses, decidió proveer a quién se acercara de una copa de leche o una porción de comida.

En el espacio que improvisaron para darle cocina a "Pancitas llenas" hay una mesa de madera y algunas sillas. Las mujeres, que colaboran con el comedor se quedan cerca, escuchan mientras ordenan y lavan los platos del almuerzo que dieron más temprano. Con voz firme Soledad comenta que la comida no se le niega a nadie.

La mayoría son niños - más de 100-, adolescentes, ancianos, mamás solteras, en época de lactancia y hasta familias enteras. Este no es un comedor barrial, sino que todos los martes y jueves gente de todos los barrios puede acercarse y buscar su plato de comida.

"No hay una edad para comer"

Y cómo no hay una edad para comer, tampoco hay una edad para el frío, uno de los principales enemigos de la carencia. Hacen falta donaciones de comida, cualquier tipo de alimento, sí. Pero también de abrigo, mantas, ropa, estufas, cualquier elemento que ayude a pasar el invierno es bienvenido.

La idea del comedor Pancitas Llenas surge desde Soledad que comenta que muchas madres solteras, que perciben la asignación universal por hijo, no llegan a alimentarse todo el mes. Son las mujeres las que paran la olla en este lugar, por una u otra razón son ellas las proveedoras de cientos de niños, adolescentes, ancianos y familias enteras.

A veces, la poca comida que queda se destina a familias que los días que el comedor no funciona, no tienen la certeza de la comida diaria.

El frío es crudo entre las bolsas de nylon que ofician de techo y las maderas que actúan de paredes. Cuando se termina la garrafa social, toca cocinar con leña, comenta Soledad a la vez que muestra algunas quemaduras que se lleva mientras cocina.

Ahora no tienen la olla grande para cocinar, quien se la prestaba la necesita, y toca cocinar para cientos de personas en pequeñas ollitas que Sole tiene en casa. La necesidad, es la madre de la creatividad, dicen. Pero ser creativo alrededor del hambre es más complejo de lo que suena.

"Si falta algo lo pongo yo" dice Soledad "o la gente se acerca y colabora, un panadero dona el pan o las tortitas, a veces recibimos pollo o carne. No siempre".

Pero la labor de "Pancitas llenas" no sólo queda en el barrio. Los chicos que comen martes y jueves, a veces también los sábados, asisten a una escuela cercana, la escuela Raúl Scalabrini Ortiz.

El comentario de que a veces los estudiantes de primaria llegaban y se quedaban dormidos porque no habían cenado ni desayunado llego a Ivana Alonzo, que decidió acercarse y ver en qué podía colaborar. Rápidamente, Ivana se convirtió en un pilar fundamental para Soledad y el comedor.

"Hoy no teníamos carne para cocinar e Ivana, que nos está ayudando de una manera increíble, anoche con su Plata compró la carne para hoy poder abastecer a los chicos con lentejas"

La labor que hacen estas mujeres es irreemplazable, fundamental. Al encontrarse en los límites entre Godoy Cruz y Maipú, ninguno de los municipios ayuda en nada. Por existir comedores en el barrio o a los alrededores, acceder a algún tipo de ayuda se convierte en un imposible. Parece que se permite un comedor, una cierta cantidad de gente con hambre, por barrio.

Pancitas llenas necesita colaboración con alimentos de todo tipo, cualquier tipo de implemento de cocina, ropa de abrigo y calzado para todas las edades. Para colaborar, comunicarse con el teléfono +54 9 261 322-7555

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