Madre no siempre hay una sola

Tres casos de madres que, a pesar de ser únicas, no son “las únicas”.

Madre no siempre hay una sola

Por:Ana Montes de Oca
Periodista

Hermana-madre prostituta

Se hace llamar Tamara. Es altísima “pero deberías verme con tacos”, desafía, súper flaca y hermosísima. Tiene 25 años y desde hace tres años es prostituta “de alta gama”, según ella misma define.

Tamara fue la mayor de tres, vivía en Castelar, “bastante bien”, aclara, íbamos todos a escuelas privadas y nunca nos faltó nada. “Mi mamá murió de cáncer y tres años después mi papá. Yo tenía 19 años y mis hermanos 8 y 10. Yo estaba estudiando Relaciones Internacionales en la universidad y mis hermanos todavía estaban en el colegio”.

“Cuando mi papá se murió yo me morí un poco con él, todos mis planes quedaron enterrados con él, no tenía más familia, ni tíos, ni abuelos, nada. Yo sabía que tenía que cambiar mi vida porque mis hermanos todavía eran chicos, y eso hice. Los primeros meses fueron durísimos porque los tres nos tuvimos que aguantar el dolor y ponernos a tomar decisiones: el colegio de los chicos se iba a pagar hasta que terminara el año, pero después iban a ir a la pública. La casa la pusimos en venta sin tener idea de dónde íbamos a vivir, pero sabíamos que era demasiado para nosotros tres. Y yo empecé a buscar trabajo como vendedora o secretaria, pero tampoco podía trabajar tantas horas y dejar a los chicos solos, entonces conseguí trabajo atendiendo la barra de un boliche y, como trabajaba de noche, hacía que mis hermanos se quedaran a dormir en casas de compañeros. Siempre tuvieron dónde quedarse porque todos sabían cuál era nuestra situación y nos ayudaban mucho, incluso los vecinos”, recordó fumándose hasta el filtro del quinto cigarrillo.

“Como al mes de estar trabajando en el boliche conocí a Miguel, me llevaba unos 20 años pero me trataba como una reina, siempre estaba para mi, se preocupaba por mis hermanos, me llevaba y me traía de trabajar, era una maravilla. Como al año de estar de novios empezó a llevarme a fiestas de empresarios, de gente de mucha plata con la que él tenía relación aunque yo no entendía mucho de dónde. Yo nunca fui de preguntar demasiado de nada. Bueno, me llevó a cinco o seis fiestas y un día me dijo de frente que uno de esos empresarios le había ofrecido una cantidad de plata bastante interesante por acostarse conmigo”, relató haciendo una mueca de sorpresa.

“Obviamente me ofendí, le dije de todo, nos peleamos y me fui a hablar con mi mejor amiga para contarle todo y ella me dijo que yo había exagerado y que si el tipo que había ofrecido la guita estaba bueno ni lo pensara, tampoco era tan grave. Y para hacértela corta, tenía razón, de última es mi cuerpo y yo no le hago daño a nadie, y era buena plata, así que podíamos seguir viviendo en la casa y pagando la escuela”, explicó.

“Ahora viajo por todo el país, tengo clientes que me llaman de acá (por Mendoza) y me piden que me quede un día o un mes. Mis hermanos están estudiando, van al club, tenemos una señora cama adentro que los tiene impecables, yo paso con ellos todo el tiempo que puedo y cuando viajo nos conectamos siempre por Skype o por teléfono. Yo no soy la madre de mis hermanos pero haría todo por ellos”, sentenció.

“Yo quiero que mis hermanos terminen el colegio y que después estudien y trabajen, ya les dije que yo no puedo mantenerlos para siempre, que me tienen que ayudar cuando sean mayores de edad, y entonces yo voy a poder dejar de viajar y terminar mi carrera para poder trabajar en otra cosa, porque en este rubro tenés que ser jovencita, después de los treinta empezás a declinar porque van entrando las nuevitas y viste cómo es… los hombres pagan más por carne fresca”.

Maestra-madre luchadora

Silvia Minoli tiene tres hijos, dos varones, de 30 y 33 años, y una mujer de 20. Pero desde el 4 de septiembre de 2012 tiene una hija más, desaparecida, a quien no va a dejar de buscar nunca.

Esta maestra hizo lo que nadie hizo por Johana Chacón: la quiso. La quiso y la quiere hasta el punto de ocuparse de su búsqueda como si fuera una más de sus hijos. Enarboló la bandera de Johana porque nadie más se preocupó por ella.

“Tanto Johana como sus hermanos siempre tuvieron mucha atención nuestra en la escuela porque eran chicos con sus derechos muy vulnerados, pero Johann destacaba por su aplicación, por su alegría y su voluntad. Siempre destacó en la familia”, recordó.

“Johana y sus hermanos no tenían una mamá presente ni nadie de la familia, y eso se nota a la legua, los chicos que carecen económicamente son una cosa, pero los que no tienen familia, ni ningún apoyo, son carentes en serio”.

“Desde ese 4 de septiembre encontrarla es una obsesión, no dejo de pensar en cómo estará, qué le estará pasando, siempre la pienso viva, aunque desde la justicia me digan que probablemente ya no esté, yo no me resigno, siempre seguiré buscándola hasta que me digan qué pasó con ella”.

Silvia nunca tuvo intenciones de ser famosa en los medios, y aseguró que “ser la cara de esto te fortalece por momentos y te hace tocar fondo en otros, si yo hubiera querido estar en los medios hubiera sido actriz o cantante, pero nunca imaginé esto, y tuve que aprender mucho, como por ejemplo a hablar para determinado grupo de personas. Los medios ayudaron mucho a que Johana fuera de todos, sin su ayuda no se hubiera logrado esta tremenda búsqueda”.

Y en lo más personal, en lo más íntimo, confió que sueña con abrazarla y contarle cuánta gente se preocupó por ella.

“Si Johana apareciera no dudaría en traerla a vivir conmigo”, aseguró Silvia. “Recuerdo ese últmo día, estábamos en la mesa del comedor y yo la veía como preocupada y le preguntaba qué le pasaba y ella me decía, que nada, que nada… Esos chicos, los Chacón, siempre fueron muy metidos para adentro, como si tuvieran una orden de no contar nada. Yo no dejo de pensar que tendría que haberle sacado a Johana qué le pasaba. Yo siempre creí que ella, así como era, lo iba a lograr, ella iba a tener un futuro”.

Madre biológica y madre adoptiva

R. siempre supo que era adoptada, pero cuando empezó la adolescencia y la rebeldía, comenzó a preguntar por su madre biológica. “Uno siempre idealiza un poco a la madre biológica, más aún cuando empezás con la rebeldía y sentís que te ponen límites que tal vez tu otra madre no te pondría”, confesó.

Así fue que a los 14 años, R. les dijo a sus padres adoptivos que quería conocer a su madre biológica, y como todo se había hecho a través de un médico, lo llamaron y la encontraron.

“Se hizo una reunión en mi casa, primero con mis padres (adoptivos) y después me llamaron para que yo fuera. Nunca hubo reproches, ni pedir explicaciones porque desde el principio yo supe que mi mamá biológica me había entregado para que yo tuviera una vida mejor. Ni siquiera el padre de ella supo que había estado embarazada, la madre la mandó a la casa de una familia y la escondió hasta que me tuvo”.

“Después fuimos armando la relación, mi madre biológica tenía pareja y otros hijos, y nosotras nos juntábamos pero no para hablar del pasado sino para hacer un vínculo, y después ella se fue a vivir a España y ahora tenemos contacto por whatsapp o por FACE”, aclaró.

“Yo he tenido la suerte de poder cerrar mi historia, pero hay muchos casos como el mío de adopciones directas donde no se pudo cerrar. Ahora además si tenés cierta edad automáticamente te dicen que te hagas los estudios por si sos nieto de desaparecidos, y las adopciones directas se dieron y se dan desde siempre”, aseguró con toda razón.

“El tema es que no está en nuestra cultura que una madre entregue a su hijo, la sociedad las tilda de yeguas, cuando en realidad es un acto de amor, de amor al hijo para darle otras oportunidades, y de amor hacia sí misa a esa mujer que se dio la oportunidad de seguir con su vida, es necesario que entendamos que entregar a un hijo no está mal”, expresó.

“Acá se ve como que el padre que da en adopción es el victimario, el niño la víctima y los padres adoptivos los salvadores, y no es así. Yo veo tantos chicos abandonados, con malos tratos y pienso que por qué no los entregan, hay tantas familias que quieren adoptar, o mujeres u hombres solos que nunca tienen la posibilidad, y es necesario que se sepa que una chica embarazada puede dar a ese niño sin ser mala persona”.

R. tiene razón, ya que la ley contempla la adopción directa sin ninguna traba, cualquier mujer puede dirigirse al registro de adoptantes y decidir dar a su hijo, e incluso elegir con quién quiere que se crie el niño e ir al registro civil a ceder sus derechos.

“Si esto estuviera más difundido, no se comprarías chicos ni habría adopciones ilegales”, aseguró R.

Esta mujer que también es madre, hoy puede contar que pudo compartir una mesa con sus dos madres, la biológica y la adoptiva, que les manda los mismos mensajes por whatsapp a ambas, que sabe que una es “la madre que le dio la oportunidad y otra la que le dio las oportunidades”.

Aunque para R. el dicho de que “madre hay una sola” sigue siendo así. “Mi mamá es la que me crió, eso nunca va a cambiar, yo a mi madre biológica la tengo como una íntima amiga con la que tenemos muchas cosas en común, incluso físicamente, pero mi mamá es la que me adoptó”.

Nota: esta nota se basa en el libro “Madre Argentina Hay Una Sola” de Rodolfo Braceli, uno de los mejores libros que leí y un gran homenaje a todas las madres.