Cuando llega el calor, cambian las preparaciones y también las copas. Estas son las formas de adaptar esta bebida a las comidas de esta estación y así poder disfrutar de su sabor.
El maridaje ideal: cómo elegir el vino perfecto para cada plato en primavera
En la gastronomía, pocos placeres son tan armónicos como un buen maridaje. El vino, con su diversidad de aromas, texturas y acidez, logra acompañar los sabores de la comida sin dominarlos. Mientras las bebidas destiladas o las cervezas imponen su carácter, el vino se adapta, realza y transforma cada bocado.
Una de las claves de un buen maridaje clave es no servir un solo vino en una mesa con varias cosas para comer. Porque ese vino se va a comportar distinto con los diferentes platos. En este sentido, con el cambio de estación, los platos livianos reemplazan a los guisos del invierno. Preparaciones como ceviches, ensaladas, o carnes grilladas demandan vinos frescos, blancos o rosados, que acompañen sin invadir. Los tintos jóvenes también ganan espacio cuando se trata de carnes suaves o asados de primavera, donde los taninos equilibran las grasas y resaltan el sabor. Son ellos los que marcan el paso del vino por la lengua, aportando firmeza y carácter.
En este contexto, hay muchos varietales para elegir, blends, vinos con mayor o menor crianza en roble, de tal o cual valle, más joven o más añejo, donde las combinaciones que ofrece el vino para cada plato son infinitas.
La estacionalidad también marida
La elección del vino no solo depende del plato, sino también del clima. Cuando sube la temperatura, los espumosos y blancos frutales resultan opciones ideales por su frescura y ligereza. Un Brut de Pinot Noir se luce junto a embutidos, mientras un Extra Brut Charmat acompaña ensaladas y picadas gourmet. En tanto, los rosados, cada vez más populares, son aliados naturales de las carnes grilladas o las comidas al aire libre.
El ceviche, símbolo de la cocina fusión peruano-japonesa, es un claro ejemplo de esta tendencia. Su acidez y picor encuentran equilibrio en vinos blancos vibrantes o en naranjos jóvenes, que amplifican la frescura del plato sin opacarlo.
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Más que una bebida, una experiencia
Un buen maridaje no se trata de reglas rígidas, sino de sensibilidad. La secuencia ideal -bocado, vino, agua- permite apreciar los matices de ambos y mantener el paladar fresco. Así, el vino deja de ser un simple acompañante para convertirse en un puente entre los sabores y las sensaciones.
En definitiva, maridar es encontrar el punto justo donde comida y vino se realzan mutuamente. Y cuando eso ocurre, la mesa se transforma en un escenario de disfrute, equilibrio y celebración.
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