Su familia es dueña de supermercados Atomo. A los 27 años ella es responsable del cambio de una bodega casi centenaria involucrada en lo contemporáneo: Toneles.
"En Mendoza somos muy cerrados y más en el ambiente del vino"
Para llegar a su oficina hay que sortear algunos laberintos, de los más donosos de Mendoza: los de una bodega fundante dentro de la industria emblema. Así es como en uno de los rincones surge la oficina de Melisa Millán, Hospitality Manager de bodega Los Toneles. Hay dos cuadros pintados por ella y el resto es sobrio y blanco, despojado, como casi todas las oficinas contemporáneas. En la oficina de su padre, el jefe de esta empresa de Guaymallén, también hay cuadros de su autoría.
Melisa tiene 27 años, casi flamantes, respondiendo al Piscis de cualquier definición astrológica que puedan encontrar a mano. Su familia levantó una marca que cada vez posee más sucursales en cualquier rincón de Mendoza, los supermercados Atomo. Pero ella reporta en tiempo y pasión en esta bodega. Y lidera equipos de trabajo en los cuales es casi siempre la menor en edad, aunque, claro, no en actitud. El cambio de imagen de la bodega y de sus productos la ha tenido como protagonista. Ha sido un proceso suave y altamente satisfactorio, si se lo mide por la respuesta del consumidor. Su hermana más grande lidia con ese oficio misterioso y riguroso que es la enología, mientras que uno de sus primos es el encargado del comercio exterior para Europa y Asia. Pero Melisa es, en términos pugilísticos, la esperanza blanca de esta unidad de negocios.
Se apasionó por el vino. Acaba de llegar de la Disney del enoturismo, Napa Valley. Es una degustadora sensible y aguda de vinos pero, muy especialmente, de espumantes. Y en este sector existe una fuerte apuesta para el 2015, que incluye una serie de novedades que juré no revelar, al revés de los periodistas que buscan primicias. Cuando fui a entrevistarla no estaba buscando más que presentar a una empresaria mendocina de la new power generation. Suelo salir de estas notas más esperanzado. Eso pasa cuando uno cumple 45 y tiene enfrente a alguien de menos de 30 y que uno intuye que no va a parar hasta encontrarle una quinta pata al gato. Pisciana debía ser.
Perteneces a una familia con trayectoria de emprendedores. Sos una de las personas más jóvenes de este grupo. ¿Cómo es lidiar con tanto pasado exitoso y delante de tanto desafío contemporáneo?
Depende de cómo uno se lo tome. También depende del contexto, de la situación. La verdad es que yo soy una persona muy libre en muchos aspectos y trato de vivir, coleccionar experiencias. Soy muy despojada de prejuicios. E intento vivir mi vida como a mí me gusta. Y me rodeo de lo que me hace bien.
Y esta actitud, dentro de una empresa tan clásica...
Es difícil romper con lo que ellos ya tienen incorporado, incluso su forma de vivir. Por eso a estas cosas hay que darle la relevancia que a uno le importe, en la medida de no perder la felicidad. Y si bien he tenido una educación bastante rígida tengo la suerte de tener unos padres que son dueños de mentes muy abiertas. Han sido estrictos pero nunca estructurados. En mis estudios jamás revisaron mis notas y en ese aspecto hice lo que quise.
"Yo nací responsable"
Obviamente que debes haber respondido con responsabilidad.
Por supuesto. Yo nací responsable. Así que en eso no han tenido que preocuparse nunca (ríe).
¿Cómo te integraste a la dinámica de esta empresa, con varias actividades al mismo tiempo?
En mi familia existe una ley para todos: "lo que vos querés o deseas, te lo tenés que ganar". No sabemos lo que es ir al shopping, comprar algo y pasar la tarjeta para que después la paguen otros. Por eso desde muy chica siempre quise tener mis cosas, hacer mis salidas del modo que yo quería. Ser independiente. Y eso implica salir a trabajar. Así que estoy acostumbrada a tener lo que quiero por mis propios medios. Cuando estaba estudiando Diseño, ya que soy licenciada en esa área, con el mejor promedio de mi promoción, me quedaba poco tiempo para trabajar. Pero aún así le dije a mi papá que quería empezar a trabajar. Y así me incorporé a trabajar con una tía en la cartelería y señal ética de la empresa. Me inicié dentro de Millán diseñando carteles para góndolas en todas nuestras sucursales. Carteles para pasillo, salidas de emergencia, todas las normas de Seguridad. Tenía 20 años y estuve en esa área 18 meses.
¿Y el próximo salto te llevó adónde?
Me di cuenta que estaba buenísimo hacer eso, me gustaba, era entretenido, incluso tenía 3 personas a mi cargo, pero lo que quería era tener más contacto con lo social, relacionarme con gente. Quería aplicar lo que había estudiado, que era muy creativo, en otras zonas. Y en ese momento la bodega estaba gerenciada por otra persona. Mi primera propuesta fue la de hacer aquí espectáculos artísticos. Me dijeron que lo intentara. Y así empecé en Los Toneles, un día de marzo de hace 5 años atrás.
¿Saliste de la secundaria sabiendo que ibas a estudiar Diseño?
Sí, aunque en verdad también me gustaba mucho Arquitectura. Pensaba dentro de las actividades artísticas lo que podía tener mejor salida laboral. Hice un año de esa carrera y luego me cambié, con la suerte que me validaron muchas de la materias que había rendido. Aquí ahora diseño todo: cartas, folletería, escenografía de los eventos, luminotencia. Estoy re metida en todo eso (ríe).
"Todo el tiempo trato de aprender y me gusta escuchar a la gente"
¿Esas actividades van en paralelo con tu puesto de Hospitality Manager?
Sí, aunque igual no lo tengo todavía tan incorporado. Sé que tengo que aprender muchísimo. Tengo la suerte de tener amistades y conocidos que ocupan esa misma área en otras empresas y les agradezco las sugerencias, el aprendizaje. Esto me permite crecer y para mí tiene un valor extra. Todo el tiempo trato de aprender y me gusta escuchar a la gente.
Para el diseño y el arte la bodega es casi perfecta, por su planteo arquitectónico, su tradición casi centenaria.
Eso está buenísimo. Estamos en una bodega antigua considerada patrimonio cultural de Mendoza. Hemos desarrollado un proceso increíble de restauración del espacio. Estas condiciones nos han enseñado a tener mucha mano y mucho ojo en la restauración.
No hay tantos lugares así hoy en la industria.
Coincido. Creo que Trapiche vendría siendo una hermanita de Los Toneles, en cuanto a su arquitectura. Y lógicamente que cada bodega tiene su particularidad. La nuestra es la cercanía con el centro de la ciudad de Mendoza y que es una bodega multiespacio, con eventos, turismo, gastronomía. En Toneles planteamos una experiencia muy versátil para el público.
"En Toneles planteamos una experiencia muy versátil para el público"
Me extraña que asumiéndote tan sociable ahora no hables mucho.
(Risas) Ni siquiera es por estar nerviosa, sino que soy más de escuchar que de hablar. Quizá con más edad pueda hablarte demás cosas, pero por ahora siento que debo oír (risas).
Para trabajar en la industria vitivinícola se supone que hay un plus, que es el relacionado a la experiencia personal con el vino, justamente. ¿Cuál es la tuya?
El amor comenzó cuando entré a Los Toneles, pero no tan inmediatamente. Al principio veía todo este mundo de la producción y la elaboración como algo ajeno. Incluso lo decía abiertamente: "me encargo de lo social, las públicas, pero con el vino nada que ver". No participaba de degustaciones. Nada de nada (risas). Y muy de a poquito, día a día, empezas a enamorarte del vino (más risas). Hasta que cuando estás adentro de ese mundo ya sabes que eso es lo que te gusta. Ahora ya estoy pensando en hacer varias especializaciones. La primera será de sommelier. El mundo del vino no se termina nunca.
"Muy de a poquito, día a día, empezas a enamorarte del vino"
¿Cómo es trabajar con tu padre como jefe?
Es excelente. Me va muy bien con él. Es una persona muy abierta, muy innovador y a veces yo debo frenarlo a él en un montón de cosas. Y lo más genial es que deja que yo pueda desarrollar proyectos y acciones con total libertad. No puedo decir nada de él y, en este aspecto, es lo mejor que me puede pasar.
¿Y es de darte consejos?
El me baja ciertas directivas, claro. Con algunas se enoja porque no se las cumplo de todo (risas). A veces no lo hago porque pienso que él está equivocado, pero cuando pasa el tiempo me doy cuenta que es al revés. Hablando más en serio me sucede que cuando él me plantea algún proyecto lo escucho y pienso que es muy difícil de lograr. Pero con el tiempo siempre tiene razón.
¿Cuánto tiempo te ocupa el trabajo aquí?
Depende y es relativo. Nunca menos de 7 horas por día. Y cuando preparamos eventos o lanzamientos nunca menos de 12 horas.
¿Has pensado en mudarte de Mendoza, aún por una temporada?
Me encanta Mendoza y no me mudaría ni loca a ninguna parte del mundo. Me encanta vivir aquí. Me gusta viajar, conocer otros lugares, una o dos veces al año, si puedo. Pero no cambio a Mendoza por nada. Es muy lindo, muy tranquilo, hay mucha potencia para desarrollar. Tengo familiares que viven en Estados Unidos, pero jamás me iría de Mendoza.
"Cuando yo escucho que tengo que hacer un viaje agarro vuelo en el instante"
Acabas de llegar de Napa Valley. ¿Fue el debut?
A Napa sí, aunque ya había estado en California. Y Napa me voló la cabeza. Todo surgió porque un día estábamos con mi papá viendo unos documentales sobre los vinos Rioja. Los dos solos. Extrañamente no había nadie más en mi casa. Y salían unas bodegas tremendas. Y me dice, así, de repente: "Deberías hacer un viaje por Napa". Cuando yo escucho que tengo que hacer un viaje agarro vuelo en el instante (risas). Y me dijo que fuera a conocer el trabajo que hacen los americanos en enoturismo.
¿Y cómo fue el periplo en aquel reino del marketing?
Son expertos en eso. Visité 26 bodegas en 10 días. Me fui sola. Nunca antes lo había hecho. Mi mamá estaba preocupada, me decía que no llorara. Yo le decía: "mamá, me voy a Napa, lo menos que voy a hacer es tener ganas de llorar" (carcajadas). Estuve dos días antes en San Francisco y durante todo el viaje por Napa no paré de sorprenderme. Alquilé un auto y así sola recorrí todo lo que pude. Hablé con todo el mundo. Aprendí muchísimo. Ha sido una experiencia increíble, en muchos aspectos.
¿Qué fue lo primero que te impactó?
El orden. La programación dentro de las bodegas. Está todo organizado para un turismo vitivinícola sin baches. Es un valle de 40 kilómetros con bodegas a cada paso. El tren que comunica distintos establecimientos. La arquitectura. La calidad con la que trabajan no la he visto nunca.
¿Estuviste en la bodega de Francis Ford Coppola?
Esa fue la primera a la que fui. Allí me recibió Gemma Kochis, de Hosptality, y Enrique Herrero, director de los viñedos. Anduvimos en los carritos de golf por toda la propiedad de Coppola, entre los viñedos, viendo un lodge, la casa, los varietales. Lo bueno es que como él es mendocino hablamos muy fluidamente en español, para no perder detalles que quizá en inglés sí, aunque considero que también lo hablo muy bien. Es una de las pocas bodegas que organiza eventos, lo que también me gustó. Me mostraron las obras de arte, los vitraux y cómo evolucionaron desde los primeros dueños de la bodega hasta que la adquirió Coppola.
Y todos los accesorios que fueron escenografías de varias de sus películas.
Claro. Está ese auto, amarillo...
El de "Tucker, un hombre y su sueño".
¡Exactamente! Y, por supuesto, hicimos un tasting de los vinos, con un personal a cargo muy experimentado y capacitado. Y continué el viaje (risas).
Pensando en el enoturismo como una actividad económica central para Mendoza, ¿podemos lograr la profesionalización de Napa?
Acá hay bodegas que han logrado ese nivel de Napa, sin duda. Igual hay que tener cuidado con estos paralelos. Por ejemplo, nuestro mercado no tiene esas características. Allá hay bodegas que apenas reciben a 8 turistas por día, como la del dueño de Concha y Toro. Y el valor de los vinos comienza a partir de los 150 dólares.
"Nunca vamos a poder lograr aquí un turismo con el nivel adquisitivo de los que viajan a Napa"
¿En Mendoza deberíamos pensar en un enoturismo más popular?
Creo que sí. Nunca vamos a poder lograr aquí un turismo con el nivel adquisitivo de los que viajan a Napa. ¿Estamos acostumbrados en la Argentina a tomar una botella de 150 dólares un sábado a la noche? No. Nosotros aquí elaboramos vinos excelentes, de enorme calidad, pero las realidades son muy diferentes. Yo no fui a copiar nada de Napa Valley, sino a abrir la mente. Y hay que tomarse ese tiempo para abrir la cabeza. En Mendoza somos muy cerrados y más en el ambiente del vino, lo que no viví ni vi allá. Quizá nosotros acá tengamos que relacionarnos más, organizar más en conjunto, aprovechar las fuerzas y dejar las debilidades. Los vínculos entre bodegas nos ayudan a crecer a todos.



