El mendocino que les da más que pelea a los hipermercados

Rubén David es gerente de Oscar David, mayorista que hace 6 meses ataja penales y hace goles en el supermercadismo. Historia de un arquero hecho empresario.

El mendocino que les da más que pelea a los hipermercados

No recuerdo a ningún miembro del CEM (Consejo Empresario Mendocino) que haya jugado en la primera división del fútbol de Mendoza. Rubén David tiene 42 años y ostenta ese logro deportivo de dos décadas atrás, con orgullo y simpleza.

Hoy gerencia al único player local dentro de un mercado global más que competitivo aquí en Mendoza. Es que no existe en todo el país una proporción tan marcada entre cantidad de habitantes y cantidad de hipermercados. Ni siquiera el pionero del supermercadismo en Mendoza, Ernesto Pérez Cuesta, podría haberlo imaginado mejor allá a finales de la década del 60: Mendoza también pareciera una isla en este hábito de consumo entre el resto de argentinos.

Rubén David encabeza la segunda generación de una empresa familiar, creada por su padre Oscar, aunque también su madre, que en los comienzos atendía un negocio en su propia casa, mientras el marido hacía camino como distribuidor. La segunda generación de esta empresa no choca con la primera. Bien al contrario: hasta parecieran ser complementos ideales. En esta charla con el empresario sobrevuela ese espíritu de emprendedor tantas veces ponderado en el oeste de Argentina. Y una advertencia: "en otros lugares gastas 4 mil pesos y acá  compras lo mismo pero por 3 mil".

- El contacto directo con proveedores, pese a la enorme expansión de la empresa, ¿es el secreto del éxito de Oscar David en esta nueva etapa?

- Nosotros tenemos afinidad con el cliente. Hay distintos formatos de fidelización. Desde tarjetas de créditos a tarjetas personales, a sistemas de ganar puntos. Nuestra manera es seguir la filosofía de una empresa familiar: estar con el cliente a través del contacto diario. No hacemos promociones. Es una etapa distinta. Nosotros nos sentamos con el cliente, mano a mano, frente a frente. Y así solucionamos los problemas. Evitamos la burocracia, no nos escondemos. Llevamos 40 años en este negocio, especialmente en la distribución. Y en los últimos 10 nos desarrollamos como mayoristas. La llegada de tantas empresas de supermercados, multinacionales del sector, nos obligó o cambiar. 

- ¿Naciste en Mendoza?

- Sí. Somos todos de acá, desde mi abuelo. Y vivimos acá. Y todas nuestras inversiones y empresas están en Mendoza.

- Tus padres crearon un bloque muy sólido en el sector. ¿Con el crecimiento han deslindado algunas de sus responsabilidades?

- No. Mi papá sigue abriendo este negocio todos los días. A las 7 de la mañana está acá. Eso sucede porque la mayoría de nuestros clientes que tienen sus negocios vienen temprano, ya que tienen que abrirlos al mediodía.

- ¡Tu padre abre él mismo este lugar de 13 mil metros cuadrados!

- Si no es mi padre es alguno de mis hermanos. Pero acá siempre abre alguien de la familia.

- ¿Qué edad tiene?

- (Calcula) 66 años.


"Mi papá sigue abriendo este negocio todos los días"



- Estamos hablando de una persona que, luego de tantos años de trabajo, hoy bien podría estar de vacaciones, disfrutar.

- (Ríe). No, no. El tiene una pasión con esto. Es más: su sector es atender al cliente y a algunos proveedores. Y hasta pelearse por precios, mercaderías. Muchísimas personas que vienen aquí han progresado en sus negocios e incluso vienen con sus hijos, que siguen la actividad. Y para todos ellos todavía es Don Oscar. El atiende a todos. Charla, toma café. Y también hay gente que viene por primera vez que no puede creer que el dueño del negocio esté atendiendo en persona esta empresa.

- No tiene vacaciones.

- Muy pocas, la verdad. Ahora se fue unos días, pero la verdad es que le cuesta irse. Le gusta el contacto con las personas. El se hizo muy de abajo.

- ¿Es cierto que comenzó siendo repartidor de Coca Cola?

- Sí, claro. Ahí está la foto (señala a su izquierda de escritorio, mostrando una fotografía en blanco y negro, en la que aparece su padre en esa tarea). Y no empezó como repartidor, sino descargando los cajones. Después estuvo a cargo de un camión de reparto y después pasó a ser fiambrero, ya que los clientes de Coca Cola también le compraban. Un primo le prestó una cámara de frío para conservar el fiambre. Y así empezó con un reparto, con otro. Y mi mamá que atendía el negocio que estaba en mi casa. Mi papá siempre estuvo acompañado de gente que hasta el día trabaja en la empresa. Hay personas que llevan 30 años de trabajo con nosotros. Y no tiene perfil de jefe autoritario. Al contrario. Y eso se lo reconocen y nosotros lo apreciamos mucho.

- Volvemos a que el contacto directo con los clientes es clave en tu negocio.

- Y sí. Me suelen preguntar cuál es la diferencia entre nosotros y una multinacional como Makro. Siempre respondo que es nuestra preocupación el servicio personalizado. Eso explica el éxito. En el resto todo es más o menos igual que la competencia. Y por suerte la gente que trabaja aquí también continua esta forma que viene de nuestra familia. Una cosa es decir o publicitar que uno tiene el mejor servicio. Y otra cosa es hacerlo. Y que las personas vivan esa experiencia. A mi papá le venís con un problema, una queja o algún reclamo, y te lo soluciona. A él como le puede tocar a cualquiera de nosotros. Es nuestra filosofía y nuestra práctica.

Servicio personalizado, la clave del éxito

- Hace poco más de medio año, antes de inaugurar este gigante, dijiste: “Somos locales aquí y vamos a dar pelea”.

- Como hicimos siempre. La primera etapa de nuestra carrera como mayoristas coincidió con la llegada de todos los monstruos del rubro, las grandes cadenas. En ese escenario derrumbaron a todos los comercios chicos. Y empezamos a dar pelea y a darla más y más. Nos hicimos más fuertes en fiambres y lácteos, aprovechando que esta clase de negocios eran los que habían sobrevivido a esa “invasión”. Pudimos dar pelea y así pasamos ese momento. Y empezamos a trabajar al revés: qué problemas tenían los otros para ver cómo solucionábamos los nuestros. Hoy ya estamos dando pelea en las grandes ligas. Pero cuesta. Estamos todo el día, todos, muy abocados a tener los mejores precios, productos y calidad. Mi papá recalca sobre lo mismo: cantidad de mercadería y calidad en la atención.


"Estamos dando pelea en las grandes ligas"


- ¿Cuál fue tu primer trabajo?

- Yo empecé acá (ríe). Soy contador.

- ¿Mientras jugabas al fútbol como arquero?

- Jugué en la Primera de Murialdo, San Martín y Talleres. A mi papá le gustaba mucho el fútbol. Y fue presidente de esa comisión, cuando Murialdo era un club muy popular, en el tiempo que se hizo la cancha. Así es que yo trabajaba en la mañana con mi familia. Me iba a entrenar a las dos de la tarde. Volvía. Y a las siete tenía Facultad. Por suerte me recibí muy joven, con 23 años.

- ¿Ahí dejaste el fútbol?

- Dejé en marzo y me recibí en abril. No jugué más porque ya era otra etapa y me había sacado el gusto. Debuté en El Algarrobal. Después fui a Huracán Las Heras. Andes Talleres. Volví a Murialdo...

- Canchas ásperas la de los dos primeros equipos.

- (Risas) Imaginate, yo venía de jugar en Murialdo y debuté en El Algarrobal. Y el primer día que jugué para Huracán me traje todo el auto rayado (más risas). La verdad que el fútbol a mí me gustaba mucho. Empecé a jugar a los 6 años. Siempre de arquero. Jugué con varios grandes, como el Lechuga Alaniz o Diego Rivarola.

- Sos hincha de Murialdo, imagino.

- (Piensa) Mi abuelo paterno hizo con otros amigos la cancha de Chacras de Coria. A puro tractor, con algunos otros contratistas más de esas fincas que habían entonces allí. Y mi abuelo materno era de Luján, así que me llevaba a la cancha del Bajo, aunque yo jugase en Murialdo. Íbamos todos los domingos. Pero soy hincha de Murialdo, sí. Era otra época. Ahora sigo jugando. Y también corro y hago trekking. Lo hago con mi esposa y tenemos un grupo de amigos con los que compartimos salidas. Tenemos un entrenador y hacemos distintos circuitos porque corremos varias carreras en el año.

De arquero a empresario

"En Argentina tenemos mentalidad inflacionaria y no podemos quitarla de nuestra cultura" 


- Pasando a temas menos felices. ¿Cómo explicar la inflación en Argentina y no morir devaluado en el intento?

- Es difícil explicar la situación. Por los estudios que he hecho, ya que me gusta leer sobre Economía, he intentado entender el fenómeno. Y tampoco me resulta fácil. He analizado otras experiencias, en otros países, sumándola a la nuestra. Y uno podría decir que el aumento del consumo hace que los precios suban. Sería una respuesta. La otra, en mi opinión, es que en Argentina tenemos mentalidad inflacionaria y no podemos quitarla de nuestra cultura. Distinto sería si cuando anuncian un aumento de nafta del 10 %  nadie cargara, en protesta y para obligar a frenar el aumento. Vemos, en cambio, colas y colas para cargar nafta. Parece que cuando anuncian un aumento consumimos más. Otras sociedades y países, ante esta situación, buscan alternativas, opciones. Los chicos de 6 años ya se educan con la inflación, cuando en otros lugares esa palabra apenas la escucha quien estudia economía. Una de las soluciones para controlar la inflación es que necesitamos reglas claras para la inversión. Gran parte del combate contra la inflación es producir más para que exista más oferta. En algún momento vamos a tener que sentarnos todos alrededor de una mesa, empresarios, sindicatos, gobierno, opositores, y resolver seriamente esto que beneficia a pocos y perjudica a muchos. Tenemos que sincerar nuestra economía y no mentirnos más. Hay economistas que son partidarios de alentar el consumo. Y no está mal. El problema es que cuando se estiran tanto estas variables, sin solucionar la macro economía, surge la inflación. Si emitimos sólo para aumentar el consumo, sin crecimiento en la oferta de productos, sucede lo que vemos mes a mes.

- ¿No suena a queja?

- No, de ninguna manera. A nosotros nos está yendo bien, a quienes trabajan con nosotros también. Esto no quita que en algún momento debamos resolver los problemas estructurales, entre ellos también la inseguridad. Soy apasionado de Mendoza, de Argentina. Pero he sufrido tres robos y en uno de ellos me pusieron un revólver en la cabeza y otro en el pecho y yo miraba de reojo el gatillo. Eso fue estar en el límite. No podemos vivir esperando que alguien pueda dispararnos o no. No, no nos quejamos. No lo hemos hecho en las peores épocas, menos ahora.

- ¿Vivirías en otro lugar que no fuera Mendoza?

- No, de ninguna manera. A veces cuando uno pasa por esos incidentes que mencioné se desanima, se enoja. Cuando me asaltaron la segunda vez dije que no iba a esperar a que me pasara algo así de nuevo, ni a mí ni a mi familia. Y me volvió a pasar. Y tuve una época de muchísimo enojo. Pero yo soy un tipo que le pone muchas ganas a los proyectos. Todos aquí tratamos de hacer mejores cosas siempre en Mendoza. Aquí está el sacrificio de todos. Por eso duele cuando uno vive esos momentos.

- Cuando llegué a las oficinas leí un cartel que está a la vista de todos. Dice: “Sacrificio. Unión. Esfuerzo. Razón. Trabajo. Esperanza”. Quisiera preguntarte qué es lo que te impacta de tu padre hoy, en la actualidad.

- Mi papá tiene un feeling… (piensa). Te voy a decir lo que me dijo un competidor. “Tu papá es como si tuviera una atracción con la gente. A todos les cae bien”. Y es cierto. Es de la vieja escuela y firma los papeles porque hay que firmarlos. Pero él le da muchísimo valor a la palabra. Y si dice que eso es negro, va a ser negro, aunque se funda o tenga que trabajar 50 horas más. Es un tipo de palabra y no le gusta que la gente no la tenga con él. Es lamentable que hayamos perdido esa confianza entre nosotros, que siempre ha existido en este país. Me acuerdo que cuando yo iba a la escuela, los viernes lo ayudaba y salía con él al reparto. Luján y Chacras. La recompensa era que en el último almacén que visitábamos había metegol. Llegábamos a las 11 de la noche. Lo impresionante era que los clientes esperaban que llegara mi papá para invitarlo a cenar en sus casas. Y mi papá nunca cambió. Cambió su situación económica, pero sigue siendo el mismo.


Roles familiares

Rubén es el hijo mayor de esta empresa familiar y es quien cumple el rol del gerenciamiento. Su hermana Analía está a cargo de cobros y atención al cliente, área que comparte con Cristian. Y Hernán es el responsable de distribución, ya que también poseen reparto de sus propios productos. “Pero mi papá y mi mamá siguen estando al frente de los negocios”. El esquema de un negocio más que familiar.