De Nietzsche al sindicato de camioneros: la pelea por la inteligencia artificial

Lo sucedido en los supermercados con las patotas sindicales es tan absurdo que el jefe de los camioneros reconoce que no tienen competencia para controlar.

De Nietzsche al sindicato de camioneros: la pelea por la inteligencia artificial

Por:Jaime Correas

Nicholas Carr en su imperdible libro "Superficiales. ¿Qué está haciendo internet con nuestras mentes?" (2010) cuenta una anécdota de Frederic Nietzsche muy sugestiva. El filósofo trágico, con su salud muy disminuida, inicia un peregrinaje luego de haber renunciado a su cátedra de Filología de la Universidad de Basilea. Tiene 34 años y por el deterioro de su vista y los grandes dolores de cabeza casi no puede escribir ni leer. Encarga entonces una joya tecnológica, una Writting Ball Malling-Hansen, novedad en máquinas para escribir inventada por Hans Rasmus Johan Malling-Hansen, director del Instituto de Sordomudos de Copenhague. Un detalle que parece de hoy es que se la entregan en su casa, con un servicio de delivery similar a los actuales. Pero lo más significativo es que Nietzsche vuelve a escribir, al menos por un tiempo, pues su salud sigue un camino declinante. Aprende a tipear con los ojos cerrados y pronto sus dedos danzan en las teclas conformando nuevos textos. Un diario de Berlín anuncia su regreso a la escritura y su amigo Henrich Köselitz le escribe suponiendo que el novedoso instrumento podría alumbrar un nuevo idioma, pues, le argumenta "mis pensamientos, los musicales y los verbales, a menudo dependen de la calidad de la pluma y el papel". Köselitz había notado un cambio en el estilo de su camarada, su prosa con el nuevo artefacto se había tornada "más estricta, más telegráfica". Nietzsche le contesta: "Tenéis razón. Nuestros útiles de escritura participan de la formación de nuestro pensamiento". Basta imaginar si el uso de Writting Ball generó ese efecto en Nietzsche, lo que puede haber producido internet y el mundo digital en las personas.

La anécdota vale para evaluar el efecto de las nuevas tecnologías en la actualidad, con la posibilidad del uso de inteligencia artificial en los procesos de gobierno de los estados y en las gestiones concretas de temas cruciales como la educación, la ayuda social o las relaciones laborales.

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El libro de Carr citado plantea con mucha sagacidad y amplitud lo que puede estar sucediendo en cada humano con la irrupción de internet. No la demoniza, pero advierte sobre los efectos, incluso genéticos, que puede estar produciendo sin ser debidamente advertidos. El autor es un gran defensor de la red, pero sabe que su generalización en las relaciones humanas no es inocua, sino que representa ventajas enormes, indudables, y peligros diversos. No los dramatiza, pero los apunta. Hay que estar preparados para conjurarlos o, al menos, atenuarlos. Para eso no vale la pena ponerse en contra de las posibilidades que se abren y que llegarán igual, pero tampoco es aconsejable ser pasivos frente a la irrupción de un elemento nuevo que desafía a la especie como quizás pocas veces lo hizo una tecnología hasta hoy. Su velocidad y la masividad con que inunda a la población mundial son novedosas. Carr alerta: "El modo mismo en que mi cerebro funcionaba parecía estar cambiando. Fue entonces cuando empecé a preocuparme sobre mi incapacidad para prestar atención a una sola cosa durante más de dos minutos. Al principio pensé que el problema era un síntoma de degradación mental propia de la madurez. Pero mi cerebro, comprendí, no estaba sólo disperso. Estaba hambriento. Exigía ser alimentado de la manera que lo alimentaba la Red, y cuanto más comía, más hambre tenía. Incluso cuando estaba alejado de mi computadora (también del celular, se podría agregar hoy a la redacción original del autor), sentía ansias de mirar mi correo, hacer clic en vínculos, googlear. Quería estar conectado. Al igual que Microsoft Word me había convertido en un procesador de textos de carne y hueso, Internet, me daba cuenta, estaba convirtiéndome en algo parecido a una máquina de procesamiento de datos de alta velocidad, un HAL humano. Echaba de menos mi viejo cerebro."

En el caso de la educación hay dos planos donde lo tecnológico, con los cuidados del caso, como nos advierten Carr y muchos otros pensadores, puede colaborar para mejorar. En primer lugar, con un sistema digital, nominal y en tiempo real, se puede avanzar en el buen gobierno del sistema educativo, proporcionando información precisa de escuelas, alumnos y docentes para mejorar no sólo la organización escolar sino también los aprendizajes. Mejores escuelas, más organizadas y mejor administradas y además herramientas para enseñar. A través de los muchos métodos computacionales que ya existen y que con buenos desarrollos (que la Argentina al día de hoy tiene escasamente y Uruguay, por ejemplo, sí con el Plan Ceibal) pueden contribuir con la tarea docente. Como ya se ha expresado en esta columna, el mero uso de computadoras no garantiza mejores resultados, pero nadie duda que ellas son un camino imprescindible si se les suma lo necesario. Esto es buenos docentes, bien formados y con la capacitación y elementos necesarios para hacer su tarea. Además de buenas remuneraciones, para que la carrera docente sea atractiva, y adecuada infraestructura en las instituciones.

Mientras esto sería un buen programa a desarrollar con seriedad y competencia, el gobierno nacional arrastra al Congreso de la Nación a debates absurdos y las discusiones públicas son acerca de patotas de camioneros que presuntamente controlan precios y abastecimiento en los supermercados y organizaciones sociales que debaten con el gobierno por la caída de ciento cincuenta mil planes sociales a raíz de la imposibilidad de constatar la identidad de los beneficiarios. Acá cerca, al otro lado de la cordillera de los Andes, Chile organizó en estos días un congreso sobre el futuro. No es que que en Santiago no tengan problemas, pero mientras tanto el gobierno y el Senado, con un conjunto de organizaciones estatales y privadas, entre ellas significativas empresas de diversos rubros, promueven pensar en las nuevas tecnologías para mejorar la vida de los ciudadanos. Hace años que el país transandino organiza este encuentro y no ha dejado de hacerlo con el cambio político que llevó a Gabriel Boric a la presidencia.

Lo interesante es que, con las previsiones del caso, por temas como los planteados por Carr, internet le está dando a la humanidad, a través de la inteligencia artificial, una herramienta enorme para salir de sus problemas. Como se ha dicho, las relaciones laborales están en el umbral de cambiar de un modo que pueden favorecer el empleo si la tecnología se maneja con tino y la atención de las problemáticas sociales podría ser mucho más efectiva que esa tímida acción de dar de baja lo que era una evidente estafa.

La pregunta es si resulta razonable que un gobierno que tiene una aplicación como "Mi Argentina" que le permite al ciudadano tener en su celular la certificación de sus vacunas, con número de lote, marca y lugar y hora de la aplicación, o su carnet de conducir y DNI, a la par apela a arcaísmos como recurrir al sindicato de camioneros para controlar abastecimiento de supermercados y está a merced de las acciones extorsivas de cierta dirigencia de movimientos sociales por planes fantasmas que alimentan mafias sectoriales y políticas. Es exquisita la pelea entre los distintos referentes de esos grupos piqueteros por el inhabitual rapto de buena administración de la ministra del área. Unos a favor de la medida porque seguro no les tocaron "sus" planes y los otros trinando porque se les caerá parte de su clientela.

Lo sucedido en los supermercados con las patotas sindicales es tan absurdo que el jefe de los camioneros, después de que han salido las imágenes intimidatorias de sus fuerzas de choque a la luz, reconoce que no tienen competencia para controlar. Que sólo son una suerte de "delatores" que advierten al gobierno quien se porta mal. Si eso fuera así, lo ideal hubiera sido mantener la acción en secreto, sin hacerse ver, recabar la información y discretamente pasarla a las autoridades. ¿Realmente alguien puede creer que esa farsa sirve de algo para contener la inflación? No. Lo que sucede es que entra en el mismo varieté de negación del uso de la tecnología que recortaría de cuajo el poder del clan que controla el transportes terrestre en la Argentina. No sólo de camioneros, sino también del artificial gremio que mantiene el viejo sistema de peajes operado por humanos para conservar su poder, como se vio en el conflicto que tuvo en los últimos días con el gobernador de Buenos Aires, quien luego de la paralización del servicio que repercutió sobre quienes necesitaban transitar "aceptó" negociar.

Todas estas malformaciones se asientan en la no utilización virtuosa de las tecnologías de barreras automáticas en el caso de peajes y de logística en el caso de camiones que pondrían en jaque a los dinosaurios que mientras hacen sus negocios perjudican a los ciudadanos, tanto impidiéndoles el libre tránsito como afectando a las empresas creadoras de riquezas a las que condicionan en su funcionamiento. Cuando no se dedican a tareas insólitas como controlar consumo. Todo en nombre "de los trabajadores", quienes día a día ven recortarse sus salarios por la inflación, mientras los sectores que trabajan con las herramientas de la inteligencia artificial van sacando cada vez más ventaja.

Es como si Nietszche en vez de conseguir la novedosa máquina se hubiera resignado a no escribir nunca más y hubiera formado un sindicato para defender los derechos de los filósofos casi ciegos.