La tragedia olvidada detrás de la selfie con el avión de Potrerillos

El lugar de la peor tragedia aérea de Mendoza del Siglo XXI se convirtió en un punto de interés para senderistas y aficionados que buscan una foto con los restos del avión. Las causas del accidente ocurrido en febrero de 2010 en las cercanías de Potrerillos.

La tragedia olvidada detrás de la selfie con el avión de Potrerillos

Por: Santiago Montiveros

Volar es el único deporte en el que el castigo por una falta grave es la muerte. Al principio, parece algo espantoso y el público queda horrorizado al enterarse de que un piloto ha muerto a consecuencia de un error imperdonable. Pero esos son los términos que esa afición establece para los pilotos (Richard Bach).

Cada fin de semana, excursionistas se embarcan en una caminata de 15 kilómetros a través de los impresionantes paisajes de la zona de Potrerillos. Al final del recorrido, llegan hasta el "avión caído", una especie de atracción turística convertida en un punto de encuentro superficial, sin conciencia de lo que realmente sucedió allí hace 15 años: la peor tragedia aérea del Siglo XXI en Mendoza

El 6 de febrero de 2010, un Piper Warrior (LV-AZR) cayó en un cerro cercano a Potrerillos. A bordo iban Luis Giorgio (51), el piloto; Rogelio Hidalgo (75), el copiloto; y Carlos Bau (50), un fotógrafo que había sido invitado a capturar imágenes desde el aire. Dos murieron en el acto y uno sobrevivió unos minutos y alcanzó a avisar al primer rescatista "se plantó, se plantó", en referencia a la falta de potencia del motor. 

La entonces Junta de Investigaciones de Accidentes de Aviación Civil (JIAAC) elaboró un informe que sorprendió a muchos: el viento, que algunos apuntaron como la causa del siniestro, fue descartado. La verdadera razón fue mucho más cruda: una sucesión de errores humanos y negligencia que, efectivamente, habían derivado en la falta de potencia del motor que relató uno de los tripulantes y la posterior caída.

Senderistas encima de los restos del avión.

En primer lugar, el informe de la Junta remarcó que el avión volaba a una altura peligrosamente baja, por debajo de los límites establecidos para esa zona. En ese contexto, el piloto había agotado el combustible de un tanque y no pudo cambiar al otro por la escasa altitud en la que volaba, lo que impidió la reactivación del motor. A los 22 minutos de vuelo, el avión se precipitó a tierra. Pero este error de cálculo fue producto de otra falla humana, que se produjo en tierra.

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La investigación apuntó a la imprudencia de los tripulantes al no revisar adecuadamente la cantidad de combustible antes del vuelo. De hecho, la junta alertó que el procedimiento de carga de combustible en el Aeroclub Mendoza fue otro factor crítico. Las planillas que deberían haber sido firmadas por los pilotos no lo estaban, y el personal no cumplió con los protocolos de control adecuados.

Para tener noción de la cantidad de combustible que había en cada ala del avión, los pilotos "se guiaban por lo que se observaba en la regla/varilla de madera graduada que introducen en el tanque antes de despegar para conocer la cantidad de combustible". El problema, más allá del método rudimentario, fue que el piloto no hizo esa medición, sino el copiloto, por lo que no habría tenido conciencia plena de cuánto combustible había en cada ala para cambiar el "selector" de tanque a tiempo, antes de que se vacíe uno y el avión se quede sin potencia.

Restos de un asado junto a un ala del avión caído.

Así plantearon dicho error los investigadores: "Al no estar presente quien iba a desempeñarse como piloto al mando (Giorgio) durante la carga de combustible, surgiría una incorrecta ejecución de los procedimientos de inspección visual, que normalmente realizan todos los pilotos para preparar la aeronave".

La aviación, como muchas otras actividades, lleva consigo inherentemente ciertos riesgos. La tragedia fue una combinación de circunstancias que, de manera aislada, no habrían tenido consecuencias graves, pero combinadas fueron fatales.

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Hoy, lamentablemente, la caída de ese avión es vista, por algunos, como una simple atracción más, un punto de encuentro para excursionistas que pasan por allí sin pensar en la historia que hay detrás: se perdió completamente el sentido de lo que ocurrió allí. Lo que debería ser un espacio de reflexión y homenaje a las víctimas, se ha transformado en un simple lugar de paseo para los que se aburren el fin de semana.

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