Bajo el sol del Mato Grosso, las dos elefantas africanas que vivieron años de cautiverio en Argentina iniciaron el delicado camino hacia una vida en compañía.
El emotivo reencuentro de Kenya y Pupy, las elefantas argentinas
Bajo el sol del Mato Grosso, las dos elefantas africanas que vivieron años de cautiverio en Argentina iniciaron el delicado camino hacia una vida en compañía.
Después de días de adaptación en el santuario brasileño, Kenya protagonizó el pasado viernes un encuentro clave con Pupy, la otra elefanta proveniente del Ecoparque porteño. Aunque el primer acercamiento fue tenso, el segundo intento marcó el inicio de una relación que se irá construyendo paso a paso.
La historia de Kenya comenzó a tomar un nuevo rumbo el pasado 4 de julio, cuando dejó Mendoza rumbo al Santuario de Elefantes ubicado en el estado de Mato Grosso, Brasil. Fueron necesarios siete años de entrenamiento especializado, basado en refuerzo positivo, para que pudiera enfrentar el traslado sin traumas.
[AHORA] Así fue el encuentro de Kenya, la última elefanta del exzoológico de Mendoza, con "Pupy", que vivió durante décadas en el Ecoparque y hoy se encuentra en el santuario de Mato Grosso, en Brasil. https://t.co/09apAPYPlIpic.twitter.com/7UcuSYeAmq
Según Ignacio Haudet, director de Biodiversidad y Ecoparque de Mendoza, su partida fue considerada un verdadero "acto de humanidad". La travesía de la elefanta africana estuvo supervisada por expertos como Scott Blais, fundador del Global Sanctuary for Elephants, la veterinaria Trish London y el entrenador Marcos Flores. Kenya llegó extenuada, pero en condiciones óptimas para comenzar su nueva vida en este espacio natural certificado por la Global Federation of Animal Sanctuaries.
Mientras Kenya se aclimataba a los recintos de entre 40 y 400 hectáreas del santuario, Pupy, que había llegado desde Buenos Aires en abril, ya mostraba curiosidad desde su propio corral. Las dos compartieron espacio por primera vez separadas por una valla, una medida clave para reducir el estrés y observar sus reacciones.
El primer contacto fue tenso. Kenya, fiel a su energía habitual, fue demasiado efusiva y Pupy se sintió intimidada, retrocediendo al instante. Kenya "retumbó", una forma característica de comunicarse en su especie. El equipo del santuario decidió entonces pausar el encuentro y ajustar la estrategia.
El segundo intento fue muy diferente. Kenya mostró una actitud más relajada, acompañada de sonidos suaves y gestos típicos de acercamiento. Esta vez, Pupy no escapó, sino que permaneció cerca, observando y midiendo la situación. Desde el santuario explicaron que los elefantes africanos tienden a ser más expresivos y físicos que sus pares asiáticos, por lo que estos encuentros pueden parecer más bruscos de lo que realmente son.
Kenya se acercó a Pupy en el Mato Grosso.
La interacción fue breve, pero prometedora. Ambas se acercaron, sin signos de agresividad ni huida. "No están obsesionadas una con la otra, lo cual es un buen punto de partida", señalaron los cuidadores.
En este nuevo entorno, ambas tienen algo que nunca antes habían tenido: la libertad de decidir. Si se convierten en compañeras inseparables o simplemente aprenden a convivir, será decisión de ellas. Lo cierto es que, por primera vez en mucho tiempo, pueden elegir.
La experiencia del santuario apuesta a que estos encuentros sean guiados, pero no forzados. El objetivo es que la manada se forme naturalmente, con vínculos auténticos, lejos de la soledad de los viejos recintos en cautiverio.
Kenya y Pupy han dado el primer paso hacia una vida más libre y digna. Desde Mendoza hasta Brasil, su historia refleja que la empatía también se expresa en la forma en que tratamos a otras especies.
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