Karl Oenike y el tesoro oculto durante un siglo: así fue su viaje por los Andes

Este fotógrafo y pintor alemán viajó por nuestro país y dejó un registro de cómo era la vida en aquellos tiempos. Paisajes, arte y su legado que recorre el continente.

Karl Oenike y el tesoro oculto durante un siglo: así fue su viaje por los Andes

Por:Juan Manuel Lucero
Periodista

Hasta comienzos de agosto, el Museo Casa de San Martín de Mendoza albergó una muestra tan singular como conmovedora: las obras rescatadas de Karl Oenike, pintor, ilustrador y fotógrafo alemán que, a fines del siglo XIX, recorrió a lomo de mula las provincias andinas y el noroeste argentino. 

Durante casi un siglo, sus dibujos, acuarelas y fotografías permanecieron guardados en depósitos del Linden Museum de Stuttgart, Alemania, sin clasificar y lejos de la mirada del público.

Karl Oenike.

Hoy, gracias a una paciente investigación encabezada por su bisnieto, Roberto Liebenthal, junto al Centro de Documentación de la Inmigración de Habla Alemana (Centro DIHA), aquel tesoro oculto salió a la luz en una exposición itinerante que ya pasó por Salta, Buenos Aires y Mendoza, y que ahora se presenta en Paraguay y tiene como curadora a la doctora Inés Yujnovsky, quien es profesora e investigadora de la Universidad de San Martín (UNSAM).

Oenike, nacido en 1862, se formó en la prestigiosa Academia de Arte de Berlín. En una época en que muchos artistas europeos buscaban inspiración en Italia, Francia o el Mediterráneo, él optó por una ruta menos transitada: América del Sur. Entre 1887 y 1891 vivió cuatro años en la región, con Buenos Aires como base, y emprendió viajes hacia el interior, registrando paisajes, pueblos y costumbres con una mirada que combinaba precisión documental y sensibilidad artística.

Los dibujos y fotografías de Oenike recorren América del Sur. (Foto SaltaSur)

Su periplo más célebre fue junto al geólogo alemán Ludwig Brackebusch. Durante casi cuatro meses en 1888, atravesaron desde San Juan hasta Salta las cordilleras nevadas, los desiertos y cañones -como el de Talampaya-, y visitaron minas de plata en lo alto de los Andes. 

Oenike dejó dibujos y grabados de escenas que, probablemente, ningún otro viajero había documentado antes. En una segunda expedición, recorrió las yungas salteñas, captando en acuarelas y óleos la exuberancia del Río de las Piedras y la vida social de la región.

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En sus cuadernos, además de las ilustraciones, Oenike describía con minuciosidad los colores, la geografía y las costumbres que encontraba a su paso. 

Esa combinación de arte y relato convierte su obra en una fuente de valor histórico, antropológico y naturalista. Sus apuntes permiten entender cómo se percibía la Argentina profunda a fines del siglo XIX, cuando los viajes eran lentos, exigentes y peligrosos.

Una de las fotos tomadas el 3 de diciembre de 1888 por Oenike en Salta.

"Fue un observador atento, capaz de captar la luz, el detalle y el espíritu de un lugar. Su obra no solo tiene valor artístico, también es un registro histórico de un tiempo y un paisaje que ya no existen", destacó Liebenthal en diálogo con el Post.

En 1936, su legado pictórico y fotográfico fue depositado en el Linden Museum, donde quedó olvidado hasta que, en 2021, una búsqueda persistente permitió hallar 97 dibujos y 35 fotografías. 

Ese hallazgo impulsó la edición del libro "Los diarios de viaje de Karl Oenike con Ludwig Brackebusch en Argentina", que reunió por primera vez los textos inéditos de sus viajes, acompañados de mapas y reproducciones de sus obras.

Árbol grande y almacén, pintado un 3 de octubre de 1888.

La muestra que se vio en Mendoza -reproducciones de gran calidad, realizadas con permiso del museo alemán- no solo devolvió a Oenike al lugar que merece en la historia de los viajeros y naturalistas del siglo XIX. También invitó a reflexionar sobre cuánto de nuestra identidad se revela en las miradas foráneas que, como la suya, supieron detenerse en la belleza de lo que nos rodea.

En tiempos de imágenes instantáneas y fugaces, las fotos y pinturas de Oenike siguen hablándonos con la calma de quien viajó despacio, observó con asombro y pintó para que la memoria no se perdiera. Y, aunque partió hace más de un siglo, sus paisajes todavía nos miran, como esperando que sepamos reconocerlos y reconocernos en ellos.

 Karl Oenike, Los Penitentes bajo el glaciar del río Blanco, San Juan (Fuente desconocida, otras versiones publicadas en Brackebusch).

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Todas las imágenes reproducidas en esta nota pertenecen a la colección del Linden Museum de Stuttgart, Alemania. Agradecemos su gentileza y la mediación de Roberto Liebenthal para la obtención de las mismas.

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