El vacío que nunca pudo llenar San Martín

Este domingo se cumple un nuevo aniversario de la muerte del general. Su profunda conexión con Mendoza, su lugar.

El vacío que nunca pudo llenar San Martín

Por: Mendoza Post

Este domingo se cumple un nuevo aniversario de la muerte del general José de San Martín, figura central de la independencia sudamericana y uno de los próceres más recordados por los argentinos. Su legado no solo se mide en las batallas que encabezó y en los triunfos que lo convirtieron en estratega militar de renombre, sino también en su profunda conexión con Mendoza, provincia que fue clave en la preparación del Ejército de los Andes y en la que el Libertador dejó una huella imborrable.

San Martín eligió a Mendoza como el lugar donde consolidar su proyecto libertador. Allí organizó y entrenó al ejército que más tarde cruzaría la cordillera para liberar a Chile y, posteriormente, al Perú. La provincia le ofreció el apoyo político, humano y logístico necesario, pero también le brindó un vínculo afectivo que trascendió lo militar. Las montañas, la sociedad cuyana y el espíritu de colaboración quedaron grabados en la memoria del prócer, quien en distintas oportunidades recordó con gratitud y nostalgia sus días en la región.

Una de las pruebas más emotivas de ese lazo se encuentra en la carta que José de San Martín le escribió a su amigo Tomás Guido. En ese texto, el Libertador reconocía la paradoja entre la felicidad personal y el vacío interior que lo acompañaba en el exilio. 

Según cuenta el historiador Felipe Pigna, el general que había liberado medio continente, vivía en su exilio europeo de la renta que le producía el alquiler de una casa en Buenos Aires y de la solidaridad de algunos amigos como el banquero Alejandro Aguado, quien lo ayudó a comprar una casa en Grand Bourg a siete kilómetros de París y le aseguró una vejez tranquila cediéndole parte de su fortuna, según lo cuenta San Martín: "Esta generosidad se ha extendido hasta después de su muerte, poniéndome a cubierto de la indigencia en lo porvenir". Hacía tiempo que los gobiernos de Argentina, Chile y Perú no le pagaban puntualmente sus pensiones. En ese contexto escribió: 

"Paso, en la opinión de estas gentes, por un verdadero cuáquero; no veo ni trato a persona viviente; Ocupo mis mañanas en la cultura de un pequeño jardín y en mi pequeño taller de carpintería; por la tarde salgo a paseo, y en las noches, en la lectura de algunos libros y papeles públicos; he aquí mi vida. Usted dirá que soy feliz; sí, mi amigo, verdaderamente lo soy. A pesar de esto ¿creerá usted si le aseguro que mi alma encuentra un vacío que existe en la misma felicidad? Y, ¿sabe usted cuál es? El no estar en Mendoza. Prefiero la vida que hacía en mi chacra a todas las ventajas que presenta la culta Europa".

Las palabras de San Martín revelan que Mendoza no fue solo un escenario estratégico en la historia de América, sino también un lugar de pertenencia. Para el general, la provincia representaba no solo el inicio de una gesta heroica, sino también un espacio cargado de recuerdos personales y afectos que lo acompañaron hasta el final de sus días. El vacío que describía en su carta muestra la importancia que otorgaba a esa etapa de su vida, marcada por la unión entre la gente común y el proyecto libertador.

Cada aniversario de su muerte invita a reflexionar sobre esa relación especial. En Mendoza, la memoria de San Martín sigue viva en monumentos, plazas, calles y en la propia identidad de la provincia, que se enorgullece de haber sido el punto de partida de una de las epopeyas más importantes de la historia latinoamericana. La carta a Guido es una muestra íntima del costado humano del prócer, que más allá de su grandeza militar, nunca dejó de sentir que en tierras cuyanas había encontrado un verdadero hogar. 

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