Durante el funeral del Papa Francisco, la ministra de Seguridad utilizó unos anteojos inteligentes Ray-Ban con cámara y micrófono. Mientras tanto, en Argentina, se desarrollaba un operativo donde se incautaron 482 kilos de cocaína en un buque atracado en el puerto de Vicentín.
Cocaína, cardenales y conducción ósea: Bullrich paseando por Roma
Los mastines Milton, Murray, Robert y Lucas, bajo las órdenes de Conan "las fuerzas del cielo", conducen al Presidente en el entrevero que marca la agenda política.
En una YPF de la Riccheri, la ministra compró un Gatorade de manzana, una cinta para medir tensión y un paquete de pastillas de menta con edulcorante. Mientras le pagaba a la cajera que bostezaba y mascaba chicle a la vez, vio los lentes en el exhibidor vertical giratorio, al lado de unos llaveros de Boca llenos de pelusas. Eligió unos con el marco rosado. Iba camino a Ezeiza, con destino a Roma y el sol le molestaba de frente. En la bolsita de celofán transparente decía "Ray-Ban Meta Skyler", pero ella no leyó nada. Tenían cámara, traducción en tiempo real, micrófono oculto y conducción ósea. Es decir, la información llegaba hasta su cerebro a través de vibraciones en los huesos del cráneo. Se los puso, se miró en el reflejo del mostrador y pensó que estaba fachera.
En el avión se activaron solos cuando giró la cabeza para mirar el asiento de al lado. Una voz le vibró en el hueso: "Bienvenida, Patricia. Idioma configurado: Español. Nivel de autoridad: medio. Conducción ósea activada." Creyó que era el jet lag. Pidió un whisky. Los lentes lo identificaron como single malt, 12 años, 41% volumen, y añadieron "posible sobreactuación de poder". El resto del tiempo miró nubes por la ventanilla.
Llegó tarde al funeral. Frente al féretro, se acomodó el saco y encendió el celular. Los lentes vibraron y un microscópico splash de gas pimienta brotó de sus costados y la obligó a restregarse la cara con ambas manos y estornudar ante los pies yermos del Obispo de Roma. El Cappella Musicale Pontificia Sistina empezó a tararear un tema de "Casi Justicia Social", la banda que tuvo el Pato Fontanet, mientras los coristas se miraban entre ellos sorprendidos, sin entender de dónde venía aquel estímulo.
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A su alrededor, los Ray Ban analizaban todo: humedad en los muros, temperatura corporal de los presentes, dirección del viento. Un monaguillo tosió y los anteojos leyeron 36,9 grados: "no es COVID", dictaron.
%uD83D%uDC53 Los anteojos espías que usó Patricia Bullrich en sus vacaciones en Europa
— C5N (@C5N) April 28, 2025
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Mientras ella grababa con sus smart glasses las lunetas de la Capilla Sixtina, en el puerto de la empresa Vicentín, San Lorenzo, Santa Fe, un capitán filipino abría una heladera. Buscaba carne. Encontró polvo blanco. Lo tocó. Dudó. Llamó a la empresa armadora. La empresa llamó a su abogado. El abogado, Juan Lafontana, vinculado a la Unidad de Información Financiera, se comunicó con el fiscal Claudio Kishimoto. El fiscal llamó al juez Carlos Vera Barros. Orden de allanamiento. Llegaron Prefectura y Aduana. Descubrieron 482 kilos de cocaína, distribuidos en 16 bultos: quince con ladrillos marcados con una corona y la marca "Your Name", uno con dos GPS Garmin, chalecos salvavidas, una red y dos balizas. El cargamento, hermético, no debía hundirse. Iba a flotar en el Atlántico para ser recogido, según sospechan, por el Primer Comando Capital, la mayor banda criminal de Brasil. El destino era Montevideo. El punto de entrega: afuera del puerto.
Veinte de los veintiún tripulantes fueron detenidos. Todos filipinos. El único que no quedó preso fue el capitán, que había hecho la denuncia. Declaró con traductor. Dijo que no sospechaba de nadie, aunque uno de los marineros tenía acceso exclusivo a las tres cámaras frigoríficas del buque. La causa avanzó. La UIF, la Prefectura, el juez, el fiscal y hasta el filipino actuaron. La ministra grababa una paloma posada sobre la casulla roja del Papa.
Horas más tarde, caminando por la Fontana di Trevi, ella tiró una moneda. Deseó orden. Los lentes le informaron: "Deseo detectado. Coincidencia con discursos previos: 87%". Un vendedor le ofreció una estampita de San Cayetano hecha con tapas de cerveza. Ella dijo que no. Los lentes grabaron igual. Lo etiquetaron como "artesano en situación de alerta económica".
Se sentó en un café. Tomó un ristretto. Miró el celular. Vio un titular: "Hallazgo histórico de cocaína en puerto cerealero. Prefectura actuó por denuncia externa. Bullrich, ausente." El mozo le preguntó si quería algo más. Los lentes lo escanearon: "exseminarista, nivel de arrepentimiento: intermitente." Ella no respondió.
Esa noche, en el hotel, dejó los lentes sobre la mesa. A los cinco minutos los volvió a mirar. "Grabación finalizada. Envío automático a servidores internacionales."
Volvió a Buenos Aires con los lentes apagados. Dijo en conferencia que el operativo fue mérito de su gestión. Que las fronteras estaban controladas. Que no había narcotráfico en los puertos.
En algún datacenter de Meta, en una carpeta llamada /users/latam/pbullrich, hay un archivo de ocho horas. La imagen muestra a la ministra parada frente al féretro. De fondo, se escucha una frase que no proviene de ningún orador: "Justicia social no disponible en su zona geográfica." La cámara se queda fija. La heladera en Santa Fe permanece cerrada. Adentro, el polvo blanco sigue esperando.



