El escándalo por las presuntas coimas del Gobierno sigue sumándo capítulos. Karina Milei, el apellido Menem, su historial de corrupción y el antecedente del pueblo que quiso ser libertario y acabó en manos de la fauna salvaje.
El experimento Grafton y "Menem", el brazo ejecutor de Karina
En este conventillo los grandes temas de la política y la economía se mezclan con vecinos excéntricos, perros mágicos que administran el lugar y una saga de sucesos con límites difusos entre la ficción y la realidad.
El misterioso hombrecito tocó la puerta con una valija. Tenía un sombrero de ala corta, usaba la camisa dentro del pantalón de vestir, con una brillante hebilla en el cinturón. Parecía un trompetista de salsa cubana, pero en verdad venía a venderles un "tiempo compartido".
El modelo había sido muy exitoso en los 90´, porque otorgaba a las familias clase media aspiracionistas una sensación de pertenencia VIP. Los tiempos compartidos era un sistema que permitía a varias personas hacer uso de una propiedad vacacional, por un periodo de tiempo determinado, a cambio del pago de una membresía.
El vendedor fue recibido por Karina que lucía una pashmina animal print que desentonaba con la prótesis de brazo metálico y mecánico que asomaba bajo la delicada seda. La marca de la prótesis era "Menem" y en la caja decía "industria riojana". La estructura era de un metal liviano y se estiraba hasta alcanzar tres veces su extensión. Karina lo usaba para alcanzar frascos del estante más alto de la alacena y rascarse un punto ciego de la espalda, entre el omóplato y la tercera dorsal. Pero tenía algunas fallas el brazo Menem. Una falla histórica y muy conocida en el ambiente. Un raro fenómeno de imantación que hacía que se metiera en latas ajenas. Cuando Karina paseaba por el patio, quedaba pegada en alguna ventana, con su injerto metálico metido en los trastos ajenos.
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El vendedor ambulante del tiempo compartido sentó en la fuente del patio y esperó a que todos se congregaran. Abrió su maleta y empezó a distribuir los panfletos: "Paraíso anarcocapitalista es posible, hágalo realidad". La propuesta emulaba los principios del viejo "experimento Grafton". En el año 2004 un grupo de libertarios se instaló en ese pueblo, ubicado en el Norte de Estados Unidos, en el límite con Canadá. El objetivo era construír una aldea liberal, reduciendo la intervención del Estado cada vez más y bajando los impuestos. El experimento aseguraba que la sociedad se regularía sola, y el dinero y los recursos florecerían como consecuencia del ejercicio de la libertad individual. En Grafton intentaron leyes insólitas como quitar la obligación de ir a la escuela; también recortaron el 30% del presupuesto que ya era de solo US$1,3 millones.
El entusiasmo se reflejó en las caras de los vecinos del conventillo. Karina, la anfitriona, les avisó que la cuota del tiempo compartido era del 3% del alquiler y empezó a tomar lista. El experimento había comenzado.
Lo primero que hicieron fue desregular el huso horario. Era un derecho del hombre decidir si era de mañana, de tarde o de noche. A la misma hora era posible ver a gente paseando en camisón, desperazándose, preparando el desayuno, roncando tras una ventana; también desregularon el uso del lenguaje. Hablaban en inglés, en castellano antigüo, en klingon y en latín. Poco a poco cada vecino se convirtió en un país. Era la verdadera batalla cultural.
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Mientras tanto, el brazo Menem de Karina empezó a causar problemas. Una y otra vez se metía en la lata de la plata que guardaban en el conventillo para pagar la electricidad, la seguridad, la limpieza. Los vecinos ponían el 3% de su tiempo compartido, pero Karina metía la mano una y otra vez. Al final, entre las grietas naturales del modelo libertario ortodoxo que proponía el experimento y el brazo Menem que estaba fuera de control, el conventillo fue adentrándose en el caos.
%uD83D%uDCCDFuimos a Grafton, un experimento libertario %uD83D%uDC3B lleno de sorpresas y lecciones. %uD83D%uDE92 Con bomberos mal equipados, %u26FD estaciones de servicio a kilómetros, casas abandonadas, una iglesia incendiada %uD83D%uDD25 y un pueblo en abandono... %uD83D%uDD0E ¿ pic.twitter.com/B0zl46Ivhg
— Economía Sin Falacias %uD83D%uDD0E (@EconSinFalacias) December 24, 2024
Una de las latas en las que quedó metido fue una de leche Nido que tenía una cinta adhesiva blanca y arriba, escrito con marcador, decía OSPRERA y la manejaba un tal Marcelo Petroni que no parecía incómodo con la situación porque le encontraron un mensaje que decía "Nosotros somos Lule y Karina", en clara evidencia del vínculo carnal entre la poderosa vecina del conventillo, su prótesis ejecutora y los jerarcas de ese claustro sindical. También se filtraron un montón de otros mensajes a un tal Sergio Aguirre, socio de los "Menem company" en una firma llamada HTech, en la que piden que se les reporte todo a los riojanos y otra larga lista que evidencia los encuentros habituales con la cyborg Karina para ejecutar un plan cuyo objetivo sería quedarse con la lata rural de la UATRE.
Al final todo se desmadró. Como cada uno hacía lo que quería, empezaron a no respetar las normas de tratamiento de residuos. La mayoría sacaba la basura cuando querían y la dejaban donde les venía mejor. En la ciudad, un raro fenómeno de superpoblación de capibaras se había salido de control, huyendo de sus zonas naturales por la construcción de countrys. El olfato de estos animales se agudizó en busca de comida. Primero apareció uno, después otro y cuando quisieron ver, una ranchada de carpinchos copó el lugar. Tal como pasó en Grafton con los osos que terminaron por adueñarse del pueblo, el conventillo mutó hacia un zooanarquísmo salvaje, mientras el brazo megalómano no paraba de cobrar.



