El salvaje unitario, el federalismo déjà vu y el manochanta inesperado

Fue una semana difícil, con un resultado adverso en el Congreso. Flaqueó en la pulseada con los gobernadores y decidió jugar una carta osada y ponerse en manos de su poderoso amigo, el pastor. El plot twist que no advirtió.

El salvaje unitario, el federalismo déjà vu y el manochanta inesperado

Por:Florencia Silva
Secretaria de redacción

Ahora la casta le votaba leyes por 56 a 1. Lo que empezó como un berrinche con gobernadores terminó en una rebelión institucional: el Senado, ese club que solía dormirse antes de votar, se despabiló como si repartieran copas de ATN y le metió una paliza legislativa, una guapeada de federales. Hasta sus exaliados lo dejaron solo.

El Congreso era una fábrica de malas noticias, con Osvaldo Jaldo liderando leyes contra el ajuste libertario y hasta Martín Llaryora abrazando el "federalismo real". La ira lo abrazaba como una frazada en pleno enero, buscó  pelearse en las redes  con dos participantes de La Voz Argentina de 18 años, con "Pomelo" Vera flamante refuerzo de Riestra y con el niño influencer que enseña a tejer en las redes sociales.  Como ninguno le siguió la corriente se comió tres caramelos Fizz, de esos que hacían espumita en la boca. Mucha espuma desbordaba de sus comisuras y acrecentaba tanto el caudal con su enojo que terminó en medio de un episodio de exceso de azúcar y delirio: pidió un avión y se fue a Chaco.

Jorge Ledesma lo estaba esperando en el patio de "Portal del Cielo", el templo evangélico más grande del país construido por el milagro de las finanzas sobrenaturales: los 100 mil pesos que se habían convertido en 100 mil dólares y que contaban con la fe ciega del Presidente. 

El pastor Ledesma, investigado por la Justicia por "el milagro de los 100 mil dólares", tiene la bendición del Presidente.

En la parte de atrás, en un patio ancho, húmedo y helado en el que por las noches se escuchaba deambular al pombero, el pastor tenía una cabina de fotos, de esas que se usan en los cumpleaños de quince. El armatoste, del tamaño de un ascensor, escondía en su interior el poder de los milagros y èl pidió el suyo: convertirse en Juan Bautista Alberdi, el chico del póster de su cuarto de adolescente y el padre de las Bases que necesitaba para superar la grieta entre unitarios y federales  new age e imponer el nuevo dogma de la milagronomía fiscal y el presupuesto revelado.

Ver: Ganaron los gobernadores: el Senado aprobó más fondos para las provincias

Entró en la cabina que tenía apenas un metro cuadrado y se sentó en el suelo. Sintió un mareo, como cuando se gira en el propio eje, y ganas de vomitar. Afuera, la voz del pastor sonaba inentendible, posiblemente hablaba en lenguas. Pasó un rato y le abrió la puerta, salió, se miró en un espejo que estaba clavado en un árbol y el poncho punzó sobre sus hombros le devolvió la mirada. Se volvió loco. No se parecía en nada a Alberdi: estaba igualito a El Restaurador.

Ver: Los otros "milagros" del pastor que dice haber convertido pesos en dólares

Juan Manuel de Rosas era el chico del póster en la habitación de Cristina y ahora se veía igual a él. El pastor abría grandes los ojos del susto y le pedía que entrara de nuevo, que de algún modo lo iba a arreglar.

Es que estaba igual a Rosas, el peronista antes de Perón. Había cuatro grandes rasgos que los conectaban: surgió como un outsider en un contexto de crisis, polarizó la política extrema como método de acumulación de poder, exaltó una voluntad personalista que prescinde del diálogo y la apeló directo al pueblo como fuente de legitimación. 

Kicillof y sus granaderos rosistas.

Ambos compartían una lógica binaria del poder: los leales y los traidores. Rosas tenía a los "unitarios salvajes e inmundos"; él tenía a los "zurdos", "planeros" e "hijos de puta".  A Rosas se le recuerda por pedir la renovación de sus facultades extraordinarias para suprimir la Liga Unitaria; él amenazaba con vetar: las tres leyes que la oposición le aprobó en solo dos días; a los periodistas que lo cuestionaban, a las periodistas mujeres en general; al color rojo y a la letra "e" . 

El pastor mientras tanto ya le había sacado una foto con su poncho federal y se la había enviado a Cristina que ni lerda ni perezosa la tuiteó y se la compartió a Kicillof, el hijo pródigo, para que lo pusiera en las filas de los granaderos rosistas y de paso, sirviera como cara de la campaña, en esa imagen de familia disfuncional que pelean durante el día, tienen a la madre en cana pero a la noche cenan todos juntos.

Un rato más tarde el pastor recibió otra notificación en el teléfono: una transferencia de 684 mil pesos a nombre de Cristina, que iban derechito a su caja de los milagros para convertirlos en 684 millones a devolver por Vialidad. A cambio, el pastor ya imaginaba las alfombras que iba a poner en el nuevo templo donde los fieles depositaban su fe, los ciegos veían y el dinero sucio se levantaba como Lázaro y volvía al cauce del río.