El pastor Dante Gebel llena estadios con su prédica, es conductor televisivo, millonario y ahora asoma como figura capaz de unir religión y músculo sindical. El caso que muestra que la fuerza evangélica no es monolítica y el "empujón" que le dio Pergolini.
Fe, sindicato y plata: ¿la fórmula inesperada del nuevo peronismo?
El pastor Dante Gebel llena estadios con su prédica, es conductor televisivo, millonario y ahora asoma como figura capaz de unir religión y músculo sindical. El caso que muestra que la fuerza evangélica no es monolítica y el "empujón" que le dio Pergolini.
En este conventillo los grandes temas de la política y la economía se mezclan con vecinos excéntricos, perros mágicos que administran el lugar y una saga de sucesos con límites difusos entre la ficción y la realidad.
Qué el día de la Adoración Pública coincidiera con el clásico platense era una de esas chanzas que le divertían a dios. Estudiantes lo ganó con la mínima diferencia y al ratito, por calle 7, una caravana de pincharratas copó la parada. El asunto es que por calle 50 venían los fieles de Estallar de Salvación y al llegar al cruce, se dieron madrazos en disputa por la cotizada esquina, en la puerta del conventillo.
La pelea comenzó a tomar dimensiones bíblicas. Un muchacho con piluso y una camiseta de Zubeldía descansaba su rodilla sobre la nuca de un aprendíz de pastor mientras que una señora de largas faldas le daba coscorrones con el evangelio de San Marcos a un barra ancho que tocaba el redoblante.
La policía empezó a rodear la zona y estaba a punto de intervenir cuando un grupo de delegados del sindicato de Aeronavegantes bajaron en andas al "Presidante". Junto con el gremio de los Metrodelegados, pujaban por conquistar el espacio político sindical.
Imponiendo las manos sobre la multitud, logró calmar a su rebaño.
%uD83C%uDDE6%uD83C%uDDF7 Los hinchas de Estudiantes que fueron a festejar la victoria en el clásico, ECHARON DE LA CALLE A UN GRUPO DE EVANGELISTAS y les coparon el lugar.
Dante Gebel revindicaba el clásico brushing, ese jopo fornido, a fuerza de secador de pelo y cepillo redondo que subrayaba la postura de león alfa de los años 90´. La misma lógica que había logrado una presidencia a puro marketing de peluca. Esa era la receta. Un sector del peronismo estaba dispuesto a probarse una melena para refundarse y disputar el poder. Iban a proponer un choque de hombres con cabellera que habían sido paridos por la nueva política: histrionismo y populismo escénicopara dar de comer, curar y educar.
El condimiento era el garante, un dios ambidiestro que parecía ser funcional a la derecha, pero también jugaba muy fuerte por la banda izquierda. El voto evangelista liberal era pesado y penetraba en los sectores medios y bajos, históricos barros progresistas. Pero también había pastoreo fuerte en el ala del peronismo más afín a la izquierda y cada vez ganaba más espacio. Gebel era señalado como el elegido del peronismo sindical, el que venía a encarnar la Fuerza Argentina para disputar la presidencia en 2027.
Vivía en Florida, llevaba años conduciendo el programa "La Divina Noche de Dante", había girado este año por toda la Argentina con su espectáculo "Presidante", mezcla de couching, stand up y prédica y profesaba la Teología de la Prosperidad: la riqueza como prueba de la bendición de dios. El pastor conocía bien como es que había que "hacer creer". Parafraseando a Santiago Apóstol que decía "ver para creer" Gebel contó como dios una vez le "sembró" una Ferrari amarilla en la puerta de su templo en California.
La Ferrari amarilla que "le sembraron" a Gebel en la puerta de su templo.
El pastor tenía la plata, el pelo y el fenómeno de masas que había coronado a un presidente impensado en 2023. Había llenado dos veces River, una vez Boca, un par de Vélez y tenía un aliado clave: el respaldo mediático de Mario Pergolini, con quién compartían proyectos y había sido justamente en el programa "Otro día perdido" donde oficiaron un temprano lanzamiento de campaña para 2027: "Quiero ser presidente".
La tarde caía y Gebel con su talento innato hablaba, sobre el último escalón de la entrada al conventillo, a un auditorio improvisado de fieles e hinchas de Estudiantes interpelados por la fe deportiva y espiritual, que experimentaban esa epifanía mística que viene a veces después de la violencia. El pastor sacudía sus manos en el aire y resplandecía su reloj caro mientras argumentaba que no era su culpa su opulencia si dios lo bendecía tanto. Los asistentes, con las manos percudidas y los talones partidos asistían con la cabeza y entendían que si se ponían al lado del que brillaba, al menos les brillaba el costado que es más que no brillar. Y así, en un atardecer conurba, votos nuevos se gestaban en ese raro país en el que la doctrina perdía con el carisma de ver para creer.
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