Crónica del lobo financiero condenado a "morir de hambre"

José Luis Espert pasó de ser candidato blabla a estar contra las cuerdas ante la Justicia por el crecimiento patrimonial que no puede explicar. Los curiosos planteos de su defensa.

Crónica del lobo financiero condenado a "morir de hambre"

Por:Florencia Silva
Secretaria de redacción

 En este conventillo los grandes temas de la política y la economía se mezclan con vecinos excéntricos, perros mágicos que administran el lugar y una saga de sucesos con límites difusos entre la ficción y la realidad.

Las pupilas eran amarillas y la piel, un cuero agrio. Tenía un rastro de saliva seca alrededor de las comisuras y parecía pensar en un recuerdo muy lejano. Un barra de Comunicaciones lo reconoció sentado en la vereda, a pesar de que no era ni la sombra de aquel hombre calvo y petulante al que le había ayudado a huír durante los disturbios en una caravana libertaria previa a las elecciones. Lo subió a la moto y lo llevó a la guardia del Hospital Fernández. 

Al rato un médico residente salió al pasillo hediondo de pervinox y humedad. El único que aguardaba por el paciente moribundo era el barrabrava que tenía una causa por intentar matar a otro que manejaba el futsal en Comunicaciones y tenía trato con La Libertad Avanza de la mano de Sebastián Pareja.

El médico leyó el diagnóstico del hombre desnutrido: "El paciente presenta un cuadro de metabolismo patrimonial errático. Superposición de versiones patrimoniales. Hay riesgo de colapso económico por inanición inducida".

Todo empezó cuando era un hombre con triglicéridos altos que decidió sumar dos cosas caras a su patrimonio después de las elecciones de 2019: una casa en Beccar que vale US$487.000 y un BMW M240i. Él primero dijo, públicamente, que los había comprado con la plata que heredó de su papá. Hasta ahí, más o menos claro. Pero cuando la Justicia le pidió explicar eso mismo por escrito, cambió la versión. Dijo que no, que la casa y el auto en realidad se pagaron con la venta de otra propiedad en Palermo, con inversiones que tenía en un banco suizo (UBS) y con honorarios de una empresa australiana-panameña llamada Wellington Capital Markets Ltd. El problema es que todo esto no cierra bien: primero una historia, después otra, fechas que no coinciden y un montón de datos que no encajan entre sí. Eso, para la Justicia, ya es una señal de alarma.

Cuando se revisa la línea de tiempo, aparecen más líos. La casa de Beccar se sumó formalmente a su patrimonio el 1 de noviembre de 2019, pero antes de eso él ya había recibido US$100.000 de Federico "Fred" Machado, un empresario que después terminó preso en Estados Unidos. Ese pago está anotado en un contrato por un millón de dólares que apareció... en un tacho de basura, en una casa vinculada al propio Machado. Y no termina ahí: en enero de 2020, también cobró US$200.000 de otra empresa relacionada con Machado. Con todo eso en danza, en marzo de 2020 compró el BMW, y sus abogados dijeron que lo pagó con plata de una venta inmobiliaria hecha en 2017. Mientras tanto, el expediente muestra propiedades que cambian de valor de forma absurda, sociedades familiares creadas en momentos raros y bienes del exterior que nunca aparecieron en sus declaraciones juradas. Dicho simple: nada se ve ordenado ni prolijo.

 Todo este conjunto de cosas, sumadas una encima de la otra, hizo que el fiscal Fernando Domínguez pidiera una inhibición total de bienes por 90 días. ¿Para qué? Para que no pueda mover plata ni cambiar de lugar sus activos mientras se investiga qué pasó realmente con su patrimonio. El juez Lino Mirabelli aceptó el pedido y el Banco Central directamente le congeló todas las cuentas: no puede sacar plata, no puede poner plata, no puede transferir nada, no puede hacer ninguna operación. Está bloqueado por completo. Según sus abogados, ni siquiera aparece una advertencia clara en el sistema bancario que diga exactamente cuál es la cautelar, lo que vuelve todo más confuso para ellos. 

Ver: Quién es el aviador que apuntan como el "lavador de dinero" en la ANDIS

El escrito de los abogados de Espert donde afirman que lo están condenando a "morir de hambre".

 Según su defensa, estos movimientos lo pusieron al borde de la línea de indigencia. Así se ve en el escrito presentado por su abogado en el cual se afirma que el paciente se quedó sin dinero operativo para afrontar sus gastos más elementales y que la decisión judicial lo coloca en un estado crítico. La frase central del planteo, reproducida textualmente, es: "Dejar al señor sin el uso de sus cuentas y sin disponibilidad de fondos es condenarlo a morir de hambre"

El paciente moribundo tenía por delante al menos 90 días más de total inhibición. El barra que se lo quería sacar de encima lo dejó en la puerta del conventillo envuelto en una manta a pesar del calor de diciembre. Algunos vecinos lo entraron, le buscaron un lugar en el patio y lo empezaron a cuidar. Lo bañaron, lo afeitaron y le dieron guiso de menudos de pajaritos, un plato típico de esta época que nada tiene que ver con la Navidad, sino con esos menús que proliferaron en el 2001. 

 Cada tanto, alguno de los vecinos se sentaba a su lado y le pedía que explicara de nuevo cómo era eso de que podía morirse de hambre con una casa en Beccar, un BMW y contratos en Suiza y Panamá. En ese patio rajado el hombre de la innanición patrimonial descubrió que en este conventillo, cuando la ficción de la riqueza choca de frente con la realidad, siempre gana la olla. Y el balance final, como todo el mundo sabe, no era la pobreza ni la riqueza, sino la impudicia con la que ambos extremos podían reclamar la misma urgencia.