Retratos de campaña, el nuevo "nunca más" y el bebé más viejo del mundo

En este conventillo los grandes temas de la política y la economía se mezclan con vecinos excéntricos, perros mágicos que administran el lugar y una saga de sucesos con límites difusos entre la ficción y la realidad.

 En el patio, el bebé apareció una mañana, justo después de que la gata de la vecina trajera a medio devorar una paloma. Nadie lo vio llegar. Estaba en una cuna vieja, de esas con pintura descascarada que deja astillas, envuelto en una manta que olía a humedad y a algo más, algo frío, como metal mojado. Hacía poco ruido y solo miraba. Y esa mirada -oscura, fija- era incómoda. 

Lo que nadie sabía era que ese bebé había llegado desde el Chaco, en misteriosas circunstancias. El dato curioso es que había sido un embrión gestado y congelado en una conservadora azul olvidada en el aula de "laboratorio" de la escuela Zenón Mateos de la localidad de Charata. En 1994, los chicos de 5to A participaron en una feria de ciencias en la que les enseñaban a hacer germinaciones de porotos y fertilizaciones in vitro. La idea era mostrarle a los alumnos "los avances de la ciencia" -palabras del director de entonces-, pero cuando terminó la feria escolar, el embrión quedó guardado, sin etiqueta, en el fondo de una conservadora de camping, entre frascos con ranas en formol y tubos de ensayo secos. Nadie se acordó. Los profesores se jubilaron, el director murió, y la conservadora quedó arrumbada en un armario cerrado con candado. En 2025, durante unas refacciones, unos obreros la encontraron. 

El hallazgo corrió como chisme por todo Chaco: "son embriones de los 90", "es un experimento del gobierno". El Ministerio de Salud intervino y, en un giro improbable, los entregó a un programa provincial de adopción de embriones, con la condición de que fueran implantados en el Chaco.

El extraño bebé atemporal fue depositado en la puerta del conventillo y lo adoptó Cristina, una madre abuela con un halo de antinaturalidad, como una puérpera del realismo mágico.  Quizás pensó que con una criatura a cargo le sacarían la tobillera electrónica, accedería a algunos beneficios o la eximirían de tener que pagar los 537 millones de Vialidad. Lo que sí estaba segura es que eran días de campaña y pasearse con bebés a upa siempre garpaba. Lo curioso de la misteriosa llegada del niño que es que no era el único "embrión de los 90´". Los mastines habían intentado ser cautos pero él Presidente babeaba y había llenado las paredes del lugar con graffitis que decían: "Kirchnerismo Nunca Más", una burla a la frase de la CONADEP que sería la insignia de campaña. Un efecto Streisand o ecolalia que ocurre cuando un intento de censurar o suprimir información resulta en una mayor difusión de la misma.

La madre Cristina se paseaba con el bebé experimental hasta el umbral de la puerta, sino la tobillera empezaba a sonar. Desde ahí lo escuchaba al Presidente pletórico, alborozado, exaltado pintando graffitis en los muros húmedos y en la fuente del patio. Sabía que le votaban todo en contra y que la tercera sección era como esas mujeres inalcanzables. Esa tarde arrancó la campaña en Buenos Aires, con un intento de nacionalizar el debate provincial como primera estrategia. Los pasillos del conventillo se llenaron de militantes. Él y sus candidatos se presentaron armados y con ropas de tropa de choque, emulando la película Los Indestructibles. 

Cristina y el bebé miraban desde lejos y se puso a sacarle una foto a cada uno de los candidatos para buscarla después con Google Lens. Un poco la divertía la situación, sabía por vieja bicha, que cuando las caras eran ignotas, el referente tenía que estar en todos los actos. Al principio habían decidido que él no se metiera en la campaña de la provincia, pero las encuestas daban resultados esquivos. Eran tan evidente la necesidad de apuntalar que arrancó el acto pasando lista, nombrando a uno por uno y después solo hubo lugar para la blasfemia coral. Él repetía: "Que lindo ver a tantos leones libres para devorar al kirchnerismo en las urnas" y del otro lado repetían "¡hijos de puta!".

Cerca del anochecer el patio se fue desocupando en medio de un montón de papel picado violeta pisoteado. La gira recién empezaba y él iba a tener que estar en todas: Moreno, Zárate, Junín. Había que instalar nombres nuevos. Él pasó caminando frente a la puerta de Cristina y la vieja zorra le largó: "quién te hizo la carita?" , una chicana clara por su rol de agente publicitario más que de líder del espacio político. El bebé de los 90' lo siguió con una mirada de profunda sabiduría. Treinta años congelado no habían sido en vanos, había adquirido el conocimiento como un extraño efecto de ósmosis. Pensó en que el Presidente pedía "romper las cadenas soviéticas" aún cuando lo que quedaba de comunismo en el mundo era la filmografía de Wolfgang Becker. Pensó todo esto hasta que se acordó que solo era un bebé y se puso a llorar.